Perspectivismo, Razón Vital y la Crisis Epistemológica: Ortega y Nietzsche

La Concepción de Ortega y Gasset sobre el Conocimiento y la Realidad

El Sujeto como Filtro Selectivo: Hacia una Nueva Epistemología

La idea principal de esta sección es la explicación que ofrece Ortega sobre una **nueva forma de conocer**. Existe una nueva manera de abordar el problema del conocimiento, en la que convergen disciplinas como la **psicología**, la **biología** y la **teoría del conocimiento**. Estas disciplinas han reconocido que la manera tradicional de plantear el conocimiento de la realidad no era la adecuada.

Ortega explica, en primer lugar, que el sujeto no es «un medio transparente». La realidad no atraviesa al sujeto de forma pura, ni este es un «yo puro idéntico invariable». El sujeto, por lo tanto, ni es transparente ni tampoco deforma la realidad.

Para ilustrar esto, Ortega utiliza el ejemplo del **cedazo o retícula**: si se coloca una red en el mar, esta dejará pasar ciertas cosas y retendrá otras, ejerciendo una función de **selección**. Esta es precisamente «la función del sujeto ante la realidad cósmica que le circula».

El filósofo critica la postura **racionalista** de un sujeto transparente que se «deja traspasar por esa realidad», así como la idea de que el sujeto «finge una realidad ilusoria» al deformarla. El conocimiento no es una invención imaginaria.

Retomando el ejemplo de la retícula, el autor afirma que «el individuo deja pasar un cierto número de ellos, cuya forma y contenido coinciden con las mallas de su retícula sensible». La conclusión es que Ortega plantea una nueva forma de conocer: el sujeto tiene una **función selectiva**. Esta selección implica que existen elementos de la realidad que se captan y «otros que quedan fuera, ignoradas, no percibidas».

Esta «red» selectiva está constituida por nuestras **circunstancias**. Cada sujeto posee sus propias circunstancias y selecciona los elementos de la realidad que le interesan. A esta función selectiva Ortega la denomina **perspectivismo**.

La Perspectiva como Condición de la Verdad

El tema central es que el conocimiento siempre se capta a través de una **perspectiva**. Ortega ilustra esto con el ejemplo de un paisaje visto por diferentes observadores:

  • El **pintor** se fija en las tonalidades del cielo, prestando atención a ciertos detalles mientras otros se ocultan.
  • El **agricultor** se fijará en el color de la tierra, su fertilidad o si está en una zona seca o frondosa.

Los distintos puntos de vista hacen que unas cosas «ocupa el primer término» y otras se «halle en el último y queda oscuro y borroso». Este ejemplo confirma que el sujeto ni es transparente ni deforma la realidad, pues está viendo aspectos que son reales.

Ortega plantea la pregunta: «¿Tendría sentido que cada cual declarase falso el paisaje ajeno?». La respuesta es no. Aunque un sujeto priorice ciertos aspectos, su visión no es falsa. Ambas visiones son reales. Tampoco tendría sentido que, al no coincidir, «los juzgasen ilusorios». Esto implicaría la existencia de «un tercer paisaje auténtico el cual no se halla sometido a las mismas condiciones que los otros dos».

La crítica de Ortega se dirige a la idea de un **conocimiento abstracto** o un paisaje arquetípico. Ningún ser puede captar la realidad de forma absoluta. La realidad está siempre **enraizada en la vida**. Por lo tanto, no puede existir una realidad arquetípica o «auténtica» que incluya todos los puntos de vista. Solo captamos a través de perspectivas: «la realidad solo puede ser vista bajo una determinada perspectiva».

La perspectiva, lejos de deformar la realidad, la **organiza**. Cuando se habla de deformación, Ortega critica implícitamente el **relativismo**.

El filósofo critica a autores como **Spinoza**, quien hablaba de un punto de vista absoluto, que Ortega considera «un punto de vista ficticio y abstracto».

La Verdad como Síntesis de Perspectivas

El principio fundamental es que **cada punto de vista es verdadero**, y el error radica en creer que solo existe una única perspectiva. Ortega sostiene que somos **insustituibles** y debemos ofrecer al mundo nuestra propia perspectiva, lo que se relaciona con la vocación de la verdad.

La teoría de Ortega no es meramente individualista; también considera que cada pueblo o generación posee un «alma típica». El autor explica que «la verdad adquiere una **dimensión vital**», por lo tanto, cada «vida es un punto de vista sobre el universo» que depende de la experiencia vivida.

Para alcanzar la verdad completa, es necesario el desarrollo y el «cambio perpetuo» de esa dimensión vital. La verdad está ligada al conocimiento y se logra a través del desarrollo histórico y la **yuxtaposición** de todos los puntos de vista, creando una verdad que puede ser transmitida.

Ortega identifica el «error inveterado» en «suponer que la realidad temía por sí misma, e independientemente del punto de vista que sobre ella se tomara, una fisonomía propia». Es un error pensar que la verdad no se construye y que un punto de vista parcial es falso.

Como afirma Ortega, «un paisaje tiene infinitas perspectivas, todas ellas **verídicas y auténticas**». Todo punto de vista, aunque sea parcial, es verdadero. La perspectiva solo será falsa cuando «pretende ser única».

Lo falso es la **utopía**, entendida etimológicamente como aquello que no está en ningún lugar concreto, que no está enraizado en un momento histórico, época o vida. Este concepto se aplica al **racionalismo**, que es utopista porque concibe al sujeto como algo transparente, capaz de captar la realidad de forma idéntica, independientemente de la época. Para Ortega, la verdad abstracta no existe; son solo abstracciones que no permiten conocer lo real.

Friedrich Nietzsche: Las Consecuencias de la Muerte de Dios

El Ocaso de la Fe y el Desmoronamiento Cultural

El tema principal de esta sección son las **consecuencias de la muerte de Dios**. Nietzsche utiliza un lenguaje poético para expresar la realidad vital y cambiante. Lo que se explica no es el hecho en sí, sino que «el más grande de los últimos acontecimientos comienza ya a lanzar sus primeras sombras sobre Europa».

La muerte de Dios es un acontecimiento cuyas sombras solo son percibidas por «aquellos pocos cuyos ojos y cuya suspicacia en sus ojos es lo bastante fuerte y fina para este espectáculo», es decir, aquellos con la mente despierta y atentos a la realidad. La metáfora de que «precisamente parece que algún sol se haya puesto» indica un **oscurecimiento** provocado por la pérdida de la fe. La fe en Dios resulta increíble, y surge la **duda**, propia de la **filosofía de la sospecha**.

Es la propia cultura occidental la que ha erosionado esta creencia, creando nuevos ídolos y veneraciones. El texto menciona el «viejo mundo» (un término que Ortega usa para referirse a una visión decadente, aunque aquí se aplica al contexto nietzscheano de la cultura occidental pre-superhombre), que «tiene que parecerles a éstos cada día más vespertino».

Este «viejo mundo», que ha perdido vitalidad, es testigo del acontecimiento. Sin embargo, «muchos no saben ‘lo que propiamente ha acontecido con esto’», no comprenden el significado profundo de la muerte de Dios. Esto implica el **desmoronamiento de toda la cultura occidental**, ya que «todo estaba edificado sobre la fe en Dios».

Un ejemplo claro es la **moral europea**, que sigue fundamentada en Dios. Aunque se niegue la existencia divina, los valores y cimientos morales persisten.

El nuevo horizonte que se abre es de «ruptura, destrucción, hundimiento, derrumbamiento». Nietzsche formula una pregunta retórica: «¿quién sería capaz de adivinar ya hoy bastante de todo ello, para tener que hacerse el maestro y pregonero de esta ingente lógica de horror?». Se refiere al **Superhombre** (*Übermensch*), quien será capaz de pregonar y enseñar, siendo el «profeta de un oscurecimiento y eclipse de sol». El Superhombre anuncia este hundimiento y, a partir de él, podrá construir algo nuevo.