La Fundamentación del Bien: Comparativa Filosófica entre Platón y Aristóteles

La Idea del Bien en Platón y Aristóteles

La alegoría de la caverna, en el diálogo República, es el fragmento en el que el personaje de Sócrates culmina su exposición sobre la importancia del conocimiento del Bien, que deben alcanzar los sabios destinados a gobernar rectamente la polis. Las concepciones del Bien en Platón y Aristóteles comparten algunas semejanzas, pero también presentan diferencias fundamentales que reflejan las distintas visiones filosóficas de estos dos grandes pensadores.

Coincidencias en la Concepción del Bien

En cuanto a las coincidencias, ambos entienden el Bien dentro de una concepción teleológica (orientación a un fin), como algo relacionado con el fin último de la vida humana. Ambos creen que el Bien está vinculado a una meta suprema que da sentido a la existencia humana. Además, en ambos filósofos, el Bien desempeña un papel central en la ética. El Bien es el objetivo al que el ser humano debe aspirar para alcanzar una vida plena o virtuosa.

  • Teleología: El Bien es el fin último de la vida humana.
  • Centralidad Ética: El Bien es el objetivo supremo de la aspiración humana.
  • Virtud: Alcanzar el Bien supone vivir de acuerdo con la virtud.

Diferencias Fundamentales en la Naturaleza del Bien

No obstante, entre las concepciones del Bien de Platón y Aristóteles hay notables diferencias, que afectan principalmente a la forma de concebir el bien supremo, a la forma de acceder a él y a su naturaleza:

El Bien Supremo: Trascendencia vs. Inmanencia

Para Platón, el bien supremo es la Idea del Bien, una entidad trascendente y abstracta que se encuentra fuera del mundo sensible. Es la máxima realidad y el origen de todo lo que existe, la causa última de la verdad y el ser. Se accede a él a través de la razón y la contemplación filosófica.

Por el contrario, para Aristóteles, el bien supremo no es una idea separada, sino que se encuentra en las actividades humanas. Lo identifica con la eudaimonía o felicidad, que se alcanza a través de la realización de las virtudes en la vida práctica. El Bien es algo inmanente y concreto, no una realidad trascendente.

Acceso al Bien: Contemplación vs. Acción Práctica

En lo que respecta al acceso al Bien, Platón cree que se logra mediante el conocimiento filosófico y el ascenso del alma hacia las Ideas, lo cual implica una separación del mundo material, ya que el mundo sensible es imperfecto y solo refleja sombras del verdadero Bien.

Sin embargo, para Aristóteles el Bien se alcanza a través de la acción práctica en la vida cotidiana. La razón y la virtud son esenciales, pero se manifiestan en nuestras elecciones y comportamientos dentro del mundo tangible, en la vida cotidiana y a través de las relaciones sociales.

Naturaleza del Bien: Universalidad vs. Relatividad

Por último, en cuanto a la naturaleza del Bien, Platón afirma que es universal, eterno y absoluto, independiente de las circunstancias particulares. Es una forma ideal que existe más allá del tiempo y el espacio; mientras que, para Aristóteles, el Bien es relativo a la función y la naturaleza del ser humano, lo que significa que no es una forma abstracta, sino un conjunto de acciones y virtudes que permiten a una persona realizar su naturaleza y vivir plenamente.

En resumen, Platón ve el Bien como una idea abstracta y trascendente, mientras que Aristóteles lo concibe de manera más concreta y relacionada con la vida práctica, enfocada en la realización de la virtud para alcanzar la felicidad.

El Legado Político y Ético: De la Caverna a la Democracia Contemporánea

El Concepto del Filósofo-Rey en la Actualidad

El concepto de filósofo-rey que Platón propone en la alegoría de la caverna tiene eco en el debate contemporáneo sobre el tipo de líderes que deberían gobernar. La alegoría sugiere que aquellos que han alcanzado un conocimiento superior, que han salido de la caverna y comprendido la realidad en su totalidad, son los que deberían guiar a la sociedad.

Sin embargo, en la realidad contemporánea el liderazgo está basado frecuentemente en la ignorancia: muchas veces los líderes políticos son elegidos no por su conocimiento o sabiduría, ni por su integridad moral, sino por su capacidad para embaucar y “llevarse al huerto” a los votantes, para manipular las “sombras” y mantener a las personas en la ignorancia o en creencias simplistas. No interesa el conocimiento, sino la manipulación para obtener poder al precio que sea.

La política moderna, frecuentemente marcada por la desinformación y la propaganda, se asemeja a la caverna en cuanto que muchos líderes prefieren mantener a la población distraída con “sombras” en lugar de fomentar un debate profundo y bien informado sobre los problemas que afectan a la sociedad.

El Desafío de la Ilustración Global

¿Quiere esto decir que las democracias han de ser sustituidas por gobiernos de sabios —sistemas autoritarios y tecnocráticos dirigidos por una élite intelectual—, para evitar que el pueblo, cegado por su ignorancia, otorgue la soberanía a políticos ineptos y corruptos? No necesariamente.

Tal vez el sistema educativo, el camino hacia el conocimiento verdadero y el desarrollo del intelecto, pueda ser la solución, culminando así una de las tareas inacabadas del proyecto de la Ilustración. Una sociedad ilustrada, formada por ciudadanos cultos y educados en los valores éticos del Estado de Derecho, puede reducir la posibilidad de que el sistema político derive hacia la corrupción.

Así, todos los ciudadanos seríamos, en el fondo, gobernantes sabios de nuestra comunidad, y no solo elegiríamos sabia y prudentemente a políticos aptos y honrados, sino que podríamos participar más activamente en la vida pública, superando el papel de meros espectadores o votantes sin voz que dejamos todo el poder de decisión a nuestros representantes.

Sin embargo, este proyecto de “ilustración global” choca con un importante obstáculo, ya que los sistemas educativos priorizan la instrucción técnica o mecánica sobre el desarrollo del pensamiento crítico y la reflexión filosófica; subordinan la creatividad y la disidencia a la simple reproducción de conocimientos y la sumisión a consignas ideológicas. Y esto hace que ese proyecto de una sociedad de ciudadanos ilustrados termine convirtiéndose en un ideal utópico.