1. El establecimiento de Alfonso XII como rey y el funcionamiento del sistema canovista; la Restauración en Castilla-La Mancha.
El fracaso de la monarquía de Amadeo I, el descrédito de la Primera República y el estallido de la tercera guerra carlista crearon en España un estado de opinión favorable al retorno de la monarquía borbónica. La reina Isabel II había abdicado en 1870 a favor de su hijo Alfonso. El príncipe estudió en la academia militar de Sandhurst (Reino Unido) por consejo de Antonio Cánovas del Castillo, jefe del partido monárquico alfonsino. Con la estancia de Alfonso en el Reino Unido, Cánovas pretendía que conociese el funcionamiento del sistema político británico y que se convirtiese en un verdadero rey y soldado, respetado por el Ejército.
Desde Sandhurst, Alfonso hizo público el Manifiesto de Sandhurst (1 de diciembre de 1874), en el que se comprometía a ejercer la monarquía de una forma conciliadora y liberal. Cánovas quería restablecer la monarquía borbónica de una manera pacífica y con un amplio apoyo del pueblo español.
Pero el 29 de diciembre de 1874, el general Martínez Campos se pronunció en Sagunto y proclamó a Alfonso rey de España. El resto de los militares siguieron su iniciativa. El Gobierno republicano dimitió y se formó un primer gobierno monárquico presidido por Cánovas. El 14 de enero de 1875, Alfonso XII (1875-1885) entraba triunfalmente en Madrid.
Cánovas creía que la restauración borbónica no podía ser como la de Isabel II, por lo que redactó una nueva Constitución que recogía muchos de los principios políticos y constitucionales del Sexenio Democrático, con el objetivo de consolidar la monarquía de Alfonso XII. Este objetivo solo se conseguiría ampliando la base social de la monarquía con la adhesión de los políticos y sectores sociales que en 1868 habían propiciado la caída de Isabel II apoyando a Amadeo I.
El proyecto político de Cánovas defendía un sistema en el que la monarquía fuese su base y los partidos un instrumento a su servicio. Para ello era necesario formar nuevos partidos que hicieran frente a los radicalismos republicano y carlista.
Estos dos partidos fueron el Partido Liberal-Conservador, presidido por Cánovas, y el Partido Liberal Fusionista, presidido por Práxedes Mateo Sagasta.
Por otra parte, el Ejército debía quedar al margen de la política, con lo que se pretendía acabar con la continua intromisión militar en la vida política; es decir, el objetivo era dejar la política en manos de los partidos civiles.
La Constitución de 1876
La Constitución de 1876 era una especie de síntesis de las Constituciones de 1845 y 1869. Reconocía los derechos individuales básicos y garantizaba la separación de los tres poderes. También otorgaba un gran protagonismo al monarca, ya que se convertía en árbitro del sistema político, con poder ejecutivo y parte del legislativo (convocar, suspender o disolver las Cortes).
Las Cortes estaban formadas por dos cámaras: el Congreso de los Diputados y el Senado. El Congreso estaba formado por diputados cuya forma de elección no se concretaba en la Constitución, remitiéndose a una ley electoral posterior (la Ley Electoral de 1878 estableció el sufragio censitario, y en 1890 se aprobó el sufragio universal masculino). El Senado estaba formado por tres tipos de senadores: senadores por derecho propio (altos cargos del Ejército, la Iglesia y la Administración, y Grandes de España), senadores vitalicios (nombrados por la Corona) y senadores electos (elegidos por diversas corporaciones económicas y culturales, y los mayores contribuyentes).
La Constitución de 1876 estuvo vigente hasta el golpe de Estado de Primo de Rivera en 1923, aunque no fue formalmente derogada hasta la proclamación de la Segunda República en 1931.
El reinado de Alfonso XII
El reinado de Alfonso XII comenzó con el gobierno del Partido Conservador, presidido por Cánovas, que duró desde finales de 1874 (formalmente desde enero de 1875) hasta 1881. Una primera etapa de este gobierno (aproximadamente 1875-1876) se conoce como la dictadura canovista, por el fuerte carácter autoritario de su política inicial, orientada a afianzar el régimen. Sus objetivos eran garantizar la consolidación de la monarquía recién restaurada y construir un sistema político de orden y fuertemente centralizado.
El recorte de libertades se manifestó en medidas de control de la libertad de expresión y de imprenta. La libertad de reunión quedó también regulada por ley en junio de 1880, pero Sagasta, en 1881, la derogó y amplió.
La Ley Electoral de 1878 marcó el carácter selectivo y restringido del sufragio (censitario).
Tras la petición de cambio en el poder, Alfonso XII nombró a Sagasta presidente del Gobierno en 1881. Sagasta se rigió por los derechos y libertades surgidos durante el Sexenio Democrático, pero su gobierno solo duró dos años (hasta 1883).
El 25 de noviembre de 1885 murió el rey Alfonso XII, dando inicio a la regencia de su viuda, María Cristina de Habsburgo-Lorena. Mediante el Pacto de El Pardo, Cánovas y Sagasta acordaron consolidar el sistema de la Restauración con el fin de asegurar la corona a su hijo póstumo (futuro Alfonso XIII), todavía sin nacer. Por este pacto, Cánovas cedió el gobierno a Sagasta y comenzó el llamado gobierno largo liberal (1885-1890), el cual es uno de los de mayor duración de toda la Restauración, y en el que se realizaron varias reformas políticas importantes:
- El Código de Comercio (1885) y el Código Civil (1889), que regularon las relaciones económicas y civiles privadas.
- La Ley de Asociaciones (1887), que legalizó la formación de partidos políticos y de sindicatos obreros, y la Ley del Jurado (1888).
- La Ley de Sufragio Universal Masculino (1890).
Sagasta también intentó una serie de reformas militares, a las que los altos mandos militares, en su mayoría, se opusieron.
En julio de 1890, Sagasta abandonó el gobierno a causa de la división interna de su partido. Durante la década de los noventa no se introdujeron novedades sustanciales en el funcionamiento del sistema de turnos. En 1898, la crisis colonial (especialmente en Cuba y Filipinas), la agudización de la cuestión social y el auge de los regionalismos convertidos en nacionalismos desembocaron en una profunda crisis del sistema.
Mecanismo del sistema político
La Restauración se basó en los partidos políticos dinásticos y en una estrategia cuyas bases eran el turno pacífico en el poder y el falseamiento del proceso electoral.
El sistema electoral se basaba en un fraude electoral permanente, a través del cual se favorecía a los grupos dominantes y era manejado por el monarca (a través de su potestad de nombrar gobierno y disolver Cortes), el Gobierno de turno y los caciques locales.
El falseamiento electoral era una realidad institucionalizada que el partido en la oposición aceptaba, a la espera de que cambiaran las tornas. Se estructuraba a partir de dos instrumentos básicos: el Ministerio de la Gobernación y los caciques locales.
El ministro de la Gobernación se encargaba de realizar el encasillado, es decir, la designación previa de los diputados que debían ser elegidos en cada circunscripción. Las órdenes emanadas del ministerio eran obedecidas por los gobernadores civiles y por la administración provincial del Estado.
Los pucherazos (manipulación de los resultados electorales) afectaban a todas las fases del proceso. Al elaborar el censo electoral, este se manipulaba incluyendo nombres de personas fallecidas o inexistentes (conocidos como lázaros), o excluyendo a votantes opositores.
Por otra parte, también era fundamental el caciquismo. Los caciques eran personas influyentes que controlaban una determinada circunscripción electoral (especialmente en el ámbito rural) y una buena parte de la población estaba supeditada a sus intereses mediante relaciones clientelares. Pese a que el caciquismo fue más común en los ámbitos rurales, también existía en zonas urbanas, aunque en los núcleos urbanos más importantes el control caciquil resultaba más difícil.