Conceptos Filosóficos Fundamentales: Realidad, Conocimiento, Ética y Pensadores Clave

Nietzsche

Problema de la Realidad y el Conocimiento

Nietzsche criticará la metafísica tradicional surgida con Platón. La metafísica tradicional ha considerado como verdadera realidad de las cosas a las esencias y, por tanto, la realidad es concebida como algo estático, fijo e inmutable. La metafísica ha distinguido entre una realidad verdadera y superior, y una realidad falsa o aparente. Pero la “invención” de este otro mundo superior es en realidad producto del resentimiento y temor hacia la vida de los filósofos, que rechazan la vida tal y como esta es. Este impulso contra la vida es denominado por Nietzsche “Voluntad de Verdad” y consiste en utilizar la razón para afirmar la supremacía de las esencias, vengándose así del devenir de la realidad, de la vida que no se puede dominar. Toda la filosofía ha sido un platonismo encubierto y contrario a la vida. Nietzsche afirma la realidad como devenir sin finalidad ni meta. Esta realidad cambiante y múltiple se presenta al ser humano a través de perspectivas. Estas perspectivas en las que se da la realidad son propias de cada momento de la vida individual. No existe una perspectiva verdadera y la Voluntad de Verdad, que pretendía una verdad única, es falsa. Nietzsche defenderá la “Voluntad de Poder” que supone asumir y enfrentarse a la realidad cambiante, afirmando una perspectiva individual de forma temporal para vivir más plenamente. Con la Voluntad de Poder se reconoce la realidad como cambiante y la inexistencia de la verdad, admitiendo la elección de una perspectiva entre las múltiples posibles para potenciar la propia vida. Desde la Voluntad de Poder se comprende que los conceptos no son en realidad más que metáforas. La primera metáfora es la imagen mental conformada por nuestra percepción. A su vez, esta imagen la convertimos en palabra que expresa nuestra forma individual y original de captarla, siendo así una metáfora de la primera metáfora. Las ideas más abstractas solo son las metáforas más alejadas de la realidad, que hemos olvidado que solo son metáforas. Estas metáforas se convirtieron en conceptos por la necesidad y el deseo del ser humano de vivir en sociedad. Se establecieron así los nombres y significados de las cosas, imponiendo ciertas convenciones como las correctas por mera utilidad. Con el tiempo se olvidó el origen metafórico, afirmándose erróneamente el concepto universal como la verdadera realidad.

La filosofía, al tratar de los conceptos más abstractos, llama “verdad” a lo más alejado de la realidad: lo creado al final del proceso por el pensamiento, el producto más imaginativo. También las ciencias positivas que matematizan lo real son criticadas por Nietzsche; expresan la realidad cuantitativamente sin atender a las diferencias reales y cualitativas. Para Nietzsche no hay verdad absoluta y solo podrá considerarse “verdad” aquello que favorezca a la vida. El criterio de verdad es la “Voluntad de Poder” que asume y justifica el error necesario para vivir como válido. Por ello, exaltará el poder de la metáfora como una perspectiva que se reconoce como tal, que selecciona e interpreta la realidad sin identificarse nunca con ella. La metáfora se sabe que es una perspectiva que nos ayuda a vivir plenamente.

Marx

Problema del Conocimiento y el Ser Humano

Para Marx, el auténtico conocimiento es la praxis, la actividad teórico-práctica a través de la cual el ser humano transforma la realidad. La praxis sigue un proceso dialéctico que implica utilizar el entendimiento que transforma racionalmente la realidad en la mente como actividad teórica, para después aplicar la sensibilidad activa que transforma empíricamente la realidad en algo racional de forma concreta, la actividad práctica. Por ello, solo se podrá afirmar la verdad de lo pensado cuando se haya realizado en el mundo. Toda teoría únicamente especulativa de la realidad es, por tanto, falsa. Según Marx, el ser humano se realiza como tal al transformar la realidad y humanizarla haciéndola racional, cumpliendo su praxis. La realidad externa existe como forma social producida por el trabajo humano y no como algo natural. Marx afirma que las relaciones sociales son relaciones existenciales, pues posibilitan y condicionan la existencia de cada individuo y de ellas depende cómo será su vida. Una sociedad será justa si permite a todo ser humano cumplir libremente esta praxis desarrollando con ello su racionalidad en condiciones de igualdad.

Hume

Problema de la Realidad y el Conocimiento

Hume es el autor más importante de la escuela del Empirismo (siendo Locke su primer representante). Para el Empirismo todo nuestro conocimiento procede de la experiencia. Hume niega, pues, la existencia de las ideas innatas en la razón anteriores a la experiencia, y considera que nuestro entendimiento es al nacer como una página en blanco en la que nada hay escrito. Hume distinguirá dos elementos en la razón: las impresiones, representaciones mentales simples de las percepciones recibidas por la sensibilidad; y las ideas, representaciones o copias de las impresiones (pasadas) en la mente, son menos vivas y proceden siempre de una impresión. Asimismo, afirmará dos modos de conocimiento racional:

  • El conocimiento de relaciones entre las ideas, o razonamiento a priori, que no trata sobre la realidad sino sobre la estructura del razonamiento (matemática y lógica). Ofrece proposiciones analíticas, lo que afirma el predicado está implícito en la definición del sujeto y por lo tanto no nos dan nueva información sobre la realidad, y su verdad se conoce a priori, no es necesario recurrir a la experiencia ya que es determinada por la razón misma.
  • El conocimiento de cuestiones de hecho, o razonamiento a posteriori, que trata sobre la realidad. Ofrece proposiciones sintéticas, donde lo que afirma el predicado no está implícito en la definición del sujeto, y por tanto afirman algo nuevo sobre la realidad, extendiendo nuestro conocimiento sobre esta. Además, su verdad se descubre a posteriori, pues se necesita recurrir a la experiencia para confirmar si lo afirmado es verdadero o falso.

Así, según Hume, todo conocimiento sobre la realidad proviene de un razonamiento a posteriori, cuyo criterio de verdad es la experiencia; es decir, para saber si una idea es verdadera o falsa es necesario recurrir a la impresión correspondiente. Hume a continuación criticará el principio de causalidad, principio que afirma que todo ser o suceso es producto de una causa anterior de la que es efecto; por tanto, siempre que se produzca la causa necesariamente se dará el efecto. Hume analizará dicho principio aplicando el criterio de verdad de todo razonamiento a posteriori: la necesidad de la experiencia.

Concluirá que el principio de causalidad no se puede afirmar, pues no podemos tener impresión de una conexión universal y necesaria entre causa y efecto, al no ser capaces de percibir que algo ocurrirá siempre, por lo que no podremos nunca afirmarlo con absoluta certeza. Según Hume, la relación universal y necesaria entre causa y efecto la afirmamos basados en la experiencia de haber percibido de forma habitual en el pasado un acontecimiento detrás de otro, y por ello suponemos que lo que ha sucedido en el pasado se repetirá en el futuro y que objetos semejantes tendrán efectos semejantes. Hume afirma que el principio de causalidad es solo una suposición o creencia basada en el hábito y la costumbre de haber tenido impresión en el pasado de dos acontecimientos distintos que se suceden consecutivamente. Sostiene que la verdad de toda ley de la naturaleza es solo probable. Aunque Hume acepta la utilidad de estas creencias para la vida y por ello afirma la utilidad de la ciencia para la humanidad. Hume, tras su crítica al principio de causalidad, también criticará la afirmación de las tres sustancias cartesianas y asegurará que es imposible conocer su existencia, defendiendo así el escepticismo, según el cual no hay certeza sobre ningún conocimiento de la realidad. Hume negará la afirmación de la existencia del “yo” entendido como una identidad permanente y estable, una sustancia o esencia, pues es imposible tener una impresión permanente y estable del propio yo. Así, nuestro Yo no es más que la sucesión de las impresiones acaecidas en nuestra mente que nuestra memoria recuerda y que unificamos ilícitamente. El yo por tanto es un hecho psicológico producido por la memoria y no algo sustancial. También afirmará que no podemos saber con seguridad si existe la realidad extramental basándose en su crítica al principio de causalidad. No es posible afirmar sin duda que nuestras impresiones procedan de algo exterior a nuestra propia mente al no poder aplicar la relación causa-efecto, de manera que no podremos asegurar que exista una realidad externa a nosotros. Hume finalmente, en su desarrollo radical del empirismo, terminará estableciendo el escepticismo (afirma imposible demostrar la existencia del mundo, del yo y de Dios) y el fenomenismo (pues solo es posible conocer las impresiones como hechos mentales).

Descartes

Problema de la Realidad, el Conocimiento y Dios

Descartes, siglo XVII, es el fundador de la Filosofía Moderna y principal pensador de la corriente filosófica del racionalismo. Para Descartes lo fundamental es buscar un conocimiento cierto y seguro sin ningún tipo de duda. Por ello, su prioridad será buscar un método que nos ayude a modo de guía a razonar. Además, este método debe ser compatible con la forma de pensar de la Razón humana, pues si no sería inútil. Por ello, lo primero que hace es analizar la forma de actuar de la propia Razón. En la razón, que es la misma para todos los hombres, se distinguen dos modos de conocimiento seguros: la intuición o luz natural (conocimiento de las ideas simples que surgen de la propia razón de forma clara y distinta, cuya verdad es evidente e indudable); y la deducción (que es el conocimiento de una sucesión de intuiciones de las ideas simples y de las conexiones que la razón descubre entre ellas para llegar a verdades complejas, juicios o leyes). Por ello, el método deberá cumplir cuatro reglas que permitan desarrollar estos modos y que nos lleven a un conocimiento seguro.

  1. La primera regla es la evidencia, que consiste en aceptar como verdadero solo aquello que se muestra de forma clara y evidente.
  2. La segunda es el análisis, por el que se dividen las ideas complejas hasta llegar a las ideas simples y evidentes para que puedan ser intuidas.
  3. La tercera es la síntesis, que busca desde lo ya intuido construir las verdades complejas.
  4. Y, por último, la cuarta es la enumeración, por la que al final se deben revisar los pasos anteriores para estar seguros de su correcta aplicación.

Descartes aplicará este método para buscar una verdad indudable y llegar así a una metafísica cierta y segura. Para encontrar esta verdad evidente aplicará la duda metódica: a través de un proceso de duda se buscará llegar hasta aquello que resulte evidente e indudable.

  1. En la primera duda, dudará del conocimiento que proviene de los sentidos, pues pueden engañarnos.
  2. En la segunda duda, dudará de la existencia de la realidad extramental, ya que resulta imposible distinguir la vigilia del sueño.
  3. Y por último, en la tercera duda, dudará del conocimiento que proviene de la razón, de las ideas de razón o de los razonamientos, pues se puede suponer la existencia de un genio maligno que nos lleva hacia el error cuando creemos estar en lo cierto.

Sin embargo, afirma Descartes, no podemos dudar que dudamos; mientras pensamos, no podemos dudar que estamos pensando y, por lo tanto, que existimos. La primera intuición de una verdad indudable es pienso, luego existo. Y si existo, lo hago como un yo pensante, un cogito, afirmando, pues, la existencia de la sustancia pensante como primera verdad indudable. Descartes partirá del cogito, la primera verdad indudable, para construir una metafísica cierta. El cogito piensa ideas que pueden dividirse hipotéticamente en tres tipos:

  • adventicias (aquellas que parecen provenir del exterior);
  • facticias (aquellas que construye la mente a partir de otras ideas);
  • e innatas (aquellas que la razón tiene en sí misma y no son ni adventicias ni facticias).

Entre las ideas innatas se encuentra la idea de Infinito, que Descartes identifica con la idea de Dios. Según Descartes, la idea de Infinito (Dios) que existe en nuestra mente no es adventicia, pues no puede proceder del exterior, ni facticia, pues no puede ser producida por la mente; así pues, deberá ser innata. Descartes aplicará a continuación el principio de causalidad sobre la idea de infinito para demostrar la existencia de Dios. Descartes afirma que toda idea tiene una realidad objetiva dada (sus características y propiedades), y que su causa debe tener realidad formal (existencia real) y una realidad objetiva igual o mayor a la realidad objetiva de la idea causada. La idea de infinito (Dios) no puede haber tenido como causa a un ser finito, pues no habría proporción entre la causa (lo que ha originado la idea de infinito en el cogito) y el efecto (la idea de infinito que incluye entre sus cualidades las máximas perfecciones). Por tanto, esa idea de infinito tiene que ser causada por un ser a su vez infinito y perfecto. Por ello, concluye con la afirmación de que Dios existe, pues es la causa necesaria de nuestra idea de Dios o de infinito. Además de esta demostración, Descartes afirmará una variante del argumento ontológico según la cual el propio concepto de Dios al implicar su perfección necesariamente conlleva su existencia, pues si no sería imperfecto. Igualmente, defenderá que Dios debe existir por la necesidad de una primera causa para el cogito que sea incausada. Así, Dios, tras haber demostrado su existencia, es la garantía, el fundamento, de que a las ideas sobre el mundo exterior les corresponde una realidad extramental, pues Dios es bueno y no nos engaña.

Por tanto, ya no podemos dudar de la existencia de la realidad extramental. Esta sustancia extensa es concebida como si fuera una máquina y será explicada a través del mecanicismo, según el cual todo movimiento de la materia está determinado por las leyes físicas que la afectan. Para Descartes existen así tres sustancias:

  • el cogito (la sustancia pensante),
  • Dios (la sustancia infinita),
  • y la realidad exterior (la sustancia extensa).

Descartes definirá “sustancia” como todo aquello que existe independientemente de cualquier otro ser; por ello, solo Dios sería sustancia en sentido estricto, pues es el único que no necesita una causa ajena a sí mismo para existir al ser necesario. Sin embargo, como la extensa y la pensante son independientes entre ellas, también pueden ser consideradas sustancias.

Problema del Ser Humano y de la Moral

Descartes afirmará un dualismo según el cual alma (el cogito) y cuerpo (la sustancia extensa) mantienen una lucha permanente, siendo dos sustancias diferentes. La relación entre estas dos sustancias se da a través de la glándula pineal, haciendo posible al alma gobernar el cuerpo a través de dicha conexión. El ser humano es propiamente la sustancia pensante, el cogito, independiente de la sustancia extensa. El cuerpo actúa como una máquina y no puede comportarse de forma libre. Sin embargo, el alma actúa de forma libre y debe gobernar a esa misma máquina. Con el desarrollo de la perfección del alma se consigue la felicidad. Descartes identifica el desarrollo de la perfección del alma con el desarrollo de la libertad. La libertad se consigue con el dominio y guía de los deseos y pasiones que surgen del cuerpo, cuando el sujeto no se encuentra dominado por la sustancia extensa sino que gobierna en él su cogito, siendo, por tanto, auténticamente libre. La libertad es así concebida como la realización por la voluntad de lo que propone el entendimiento como bueno y verdadero. Descartes no construirá un sistema ético completo, sino que defenderá una moral provisional. Como resultado de la duda como método, y mientras se construye una ética indudable y cierta, los seres humanos deberán actuar de forma moderada para actuar moralmente, y de acuerdo a las costumbres y leyes de los distintos lugares. Así, con esta moderación el error no será nunca absoluto mientras se busca (de ahí que sea una moral provisional) esa ética cierta que se debe establecer en aplicación del método del conocimiento propio de la razón.

Tomás de Aquino

Problema de Dios, la Realidad y el Conocimiento

Santo Tomás aceptará en su concepción de la realidad varias de las teorías de Aristóteles, como el hilemorfismo y la explicación del movimiento como el paso de la potencia al acto. Pero Aquino distinguirá dos formas de ser distintas: la de Dios y las criaturas. Afirmará que Dios es el creador de todo el universo y por tanto es un ser necesario, frente a las criaturas que son contingentes (pueden existir o no). En los seres contingentes hay una diferencia entre la esencia y la existencia, ya que su esencia no implica su existencia; pero en Dios, al ser necesario, su esencia implica su existencia. La esencia es potencia de ser y la existencia es acto de ser. Aquino, igualmente, establecerá una organización jerárquica de los seres basada en sus grados de perfección según la potencialidad de sus esencias y su semejanza con Dios: los seres serán más o menos perfectos de acuerdo a su mayor o menor parecido con Dios. Sto. Tomás afirma a Dios como el ser necesario y acto puro, ser inmutable y perfecto, cuya actividad es pensarse, como Aristóteles. Pero Aquino defiende el creacionismo y, por lo tanto, Dios conoce el mundo al pensarse a sí mismo, además de cuidar y amar a sus criaturas. Santo Tomás comprende que la existencia de Dios es problemática racionalmente y por tanto considera una de las tareas fundamentales de la razón la demostración de la existencia de Dios. En primer lugar, criticará el Argumento Ontológico de San Anselmo, pues para Aquino la existencia de Dios no es evidente para la razón humana, por lo que debe ser demostrada. Una proposición evidente puede serlo en sí misma y para nosotros (cuando es evidente y al comprender todos sus términos lo afirmado en el predicado está incluido en el sujeto), o evidente en sí misma pero no para nosotros (cuando siendo evidente nuestra razón no lo comprende por no conocer todos sus términos). “Dios existe” es una proposición evidente en sí misma, pues Dios es un ser necesario, pero no es evidente para nosotros, pues nuestra razón no puede comprender plenamente la esencia de Dios. Por ello, habrá que demostrar su existencia. Aquino distinguirá dos tipos de demostración:

  • la a priori (en la que conociendo la causa podemos inferir el efecto),
  • y la a posteriori (en la que al darse el efecto podemos demostrar la causa).

Afirmará que solo es posible demostrar la existencia de Dios utilizando la demostración a posteriori, pues conocemos el efecto y buscamos su causa.

Sto. Tomás presentará cinco vías para demostrar la existencia de Dios. Todas ellas son demostraciones a posteriori, pues parten del efecto para demostrar la necesidad de una última causa y todas siguen cuatro pasos: constatación de un hecho de experiencia, aplicación del principio de causalidad, afirmación de la imposibilidad de una regresión infinita de causas (debiendo haber una causa primera), y afirmación de la existencia de Dios.

  1. La primera vía, parte del movimiento de los seres para afirmar la existencia de Dios como primer motor inmóvil.
  2. La segunda, parte de la existencia de causas causadas para demostrar la de Dios como primera causa incausada.
  3. La tercera, parte de la existencia de seres contingentes para afirmar la de Dios como ser necesario.
  4. La cuarta, parte de la existencia en los seres de distintos grados de perfección para afirmar la de Dios como ser perfectísimo.
  5. La quinta, parte del orden y finalidad en el comportamiento de los seres naturales para afirmar la existencia de Dios como inteligencia ordenadora.

Así Dios es motor inmóvil, causa primera, creador, ser necesario, ser perfecto y ordenador del universo. El orden de la naturaleza se realiza mediante la ley eterna, que regula con la ley física a los seres naturales, y a los seres humanos con la ley natural, o ley moral, que posibilita su libertad. Sto. Tomás distingue dos fuentes distintas de conocimiento: la razón y la fe. La razón conoce de forma imperfecta la esencia de Dios y tiene unos límites que solo pueden ser ampliados por la fe. Razón y fe tienen contenidos propios y específicos, pero también contenidos comunes. Para Sto. Tomás, razón y fe son autónomas e independientes; no puede existir contradicción entre los contenidos de ambas y deben ayudarse mutuamente: la razón ayuda a la fe para construir la teología y la fe a la razón como criterio extrínseco negativo de sus conclusiones. Aquino, influenciado por Aristóteles, en relación con el conocimiento racional afirmará que se parte de la percepción sensible para elaborar mediante abstracción los conceptos universales que expresan la esencia. El entendimiento agente abstrae las características comunes creando el concepto universal y el entendimiento posible aplica los conceptos universales a lo concreto para hacer juicios.

Kant

Problema de la Realidad y el Conocimiento

Según Kant, dado el antagonismo surgido entre el Racionalismo y el Empirismo, es necesario hacer una crítica de la Razón y contestar definitivamente a la pregunta ¿Qué puedo conocer? Para ello, se propone hacer un estudio y análisis de la Razón Pura, de nuestra capacidad de conocer, en su obra Crítica de la Razón Pura. Para responder a esta pregunta, se cuestionará primero cómo es posible la ciencia, pues para Kant este es un conocimiento seguro y a partir de él podremos establecer qué condiciones debe tener cualquier otro conocimiento que quiera también ser cierto. Las condiciones que hacen posible los juicios científicos son dos: empíricas y trascendentales o a priori, siendo las segundas las que deberemos estudiar. A su vez, clasificará todos los posibles tipos de juicios para analizar cuáles son aquellos que se emplean en la ciencia y conocer cómo son posibles. En cuanto a si nos dan una nueva información y extienden nuestro conocimiento, los juicios pueden ser analíticos o sintéticos. Si hace falta la experiencia para conocer su verdad, los juicios serán a priori o a posteriori. Para Kant, los juicios científicos serán los juicios sintéticos a priori, que son extensivos (dan un nuevo conocimiento), pero su verdad no depende de la experiencia y por tanto son universales y necesarios. Por ello, estudiará cuáles son las condiciones trascendentales de la razón que posibilitan la realización de dichos juicios y para ello analizará las tres facultades de la Razón: Sensibilidad, Entendimiento y Razón. En primer lugar, Kant estudia la sensibilidad y el fundamento de los juicios de las matemáticas. La sensibilidad es la capacidad de percibir de forma pasiva. Sus condiciones trascendentales son las intuiciones puras: el espacio y el tiempo que pertenecen a la Razón y no a la realidad. Al percibir, el sujeto aplica estas intuiciones puras de forma espontánea, creando así el fenómeno, que es lo percibido y no la cosa en sí. De esta manera se da, según Kant, el giro copernicano en el conocimiento, pues es el objeto el que para ser conocido debe adaptarse a las condiciones de la propia razón del sujeto. Las intuiciones puras además posibilitan los juicios sintéticos a priori en las Matemáticas; el espacio posibilita la geometría y el tiempo la aritmética, por lo que son universales.

En segundo lugar, estudia el entendimiento y el fundamento de los juicios de la física. El entendimiento es la capacidad de pensar lo percibido de forma activa. Las condiciones trascendentales que hacen posible comprender lo percibido mediante el entendimiento son los conceptos puros o categorías del entendimiento, y que se deben siempre aplicar a lo percibido por la sensibilidad, a los fenómenos de la experiencia, para poder comprenderlos. Las categorías posibilitan los juicios sintéticos a priori en la física y por eso son universales. Kant distingue entre el fenómeno (lo que percibimos y comprendemos aplicando las intuiciones puras y las categorías), y el noúmeno (la cosa en sí de la que no tenemos experiencia y que no puede ser conocida y solamente puede ser pensada por nuestra razón). Así, toda la realidad, incluido el ser humano, tiene un ámbito fenoménico (lo que percibimos), y otro nouménico (lo que es realmente, la cosa en sí). La ciencia, el conocimiento seguro, solo puede conocer los fenómenos, pues el noúmeno es incognoscible y solo puede ser pensado. La filosofía kantiana se llama por eso Idealismo Trascendental, pues lo que conocemos no son las cosas reales, sino ideas o fenómenos construidos a partir de los elementos a priori de la razón. Finalmente, Kant estudia la razón y si la Metafísica es posible como ciencia. La razón es la capacidad de unificar los juicios del entendimiento haciendo teorías cada vez más generales. Así surge la Metafísica que busca estudiar y conocer las realidades que están más allá de la experiencia, en el ámbito nouménico, los trascendentes Dios, Alma y Mundo como totalidad. Para ello, la razón aplica las intuiciones de la sensibilidad y las categorías del entendimiento sobre objetos que no son de experiencia, directamente sobre el noúmeno, y por lo tanto su conocimiento es ilegítimo y lleva siempre a contradicciones. Sin embargo, Kant reconoce que es una tendencia propia de la Razón la búsqueda de un saber incondicionado que no esté limitado por la experiencia, y por ello no puede dejar de preguntarse por estos problemas. Las ideas metafísicas de Dios, alma y mundo como totalidad expresan el ideal de la razón, el deseo del conocimiento absoluto que es inalcanzable, pero gracias al cual es posible el progreso en el conocimiento científico.

Problema de la Ética

Kant trata el tema de la moral respondiendo a la pregunta ¿Qué debo hacer? en su obra Crítica de la Razón Práctica. Comenzará haciendo una distinción entre dos tipos de sistemas éticos en general: las éticas materiales y la ética formal. Kant criticará a las éticas materiales ya que:

  • son empíricas (a posteriori), establecen una finalidad o Bien basándose en la experiencia;
  • sus preceptos o normas son hipotéticos (dependen del fin establecido);
  • y mantienen una moral heterónoma (donde la norma no surge de la propia razón sino que es determinada por algo exterior al sujeto, como dios o la naturaleza humana).

Frente a ellas, Kant defenderá la ética formal, vacía de contenido empírico (lo moral no depende de ninguna finalidad), es a priori y universal, ya que el valor moral de una acción no se determina por la experiencia; sus preceptos son categóricos (su cumplimiento es obligado sin esperar conseguir ningún fin); y es una moral autónoma (determinada por la propia razón a priori del sujeto). Según Kant, la ética debe fundamentarse en el deber que establece la conciencia o razón de los hombres de forma a priori y universal. La realización del deber por el puro deber, por respeto a la propia razón, supone la buena voluntad. Una acción es moral solo si se realiza por buena voluntad. No son acciones morales por tanto las conformes al deber (que realizan el deber pero no solo por buena voluntad sino para conseguir algo), ni por supuesto las contrarias al deber. Así, el bien moral, la virtud, es cumplir el deber que establece mi razón por respeto a la misma. El imperativo categórico expresa la forma, el modo o protocolo que debemos seguir para establecer la norma moral que guíe la acción para poder estar así seguros de que nuestra acción es moral y que realiza efectivamente el deber establecido por la razón. Es imperativo porque se expresa como una orden y es categórico porque representa la obligación moral de realizarlo sin condición ninguna, solo porque así lo establece nuestra razón. Kant ofrece varias formulaciones del Imperativo categórico de las que destacan dos:

  • hay que obrar siempre según una norma que pueda desearse se impusiera como ley universal obligatoria;
  • y hay que obrar siempre según una norma que asegure el trato de todo ser racional como un fin en sí mismo y nunca se utilice a ningún ser humano solo como un medio para nuestros fines egoístas.

Cumpliendo el imperativo categórico, según Kant, se conseguiría construir el Reino de los Fines, una sociedad ideal donde cada persona sería siempre tratada como un fin y no como un medio. Además, Kant afirma tres postulados de la razón práctica.

  1. El primero, y único demostrado en la práctica, es el de la libertad, pues la existencia en nuestra razón de la exigencia de obrar por deber supone la libertad como algo previo para poder ser capaces de vencer nuestras inclinaciones e intereses.
  2. El segundo postulado (exigencia de la razón práctica), es el alma inmortal, pues el cumplimiento del deber al que nos sentimos obligados moralmente nunca acaba y por ello es necesaria la inmortalidad del alma.
  3. Y el tercer postulado (exigencia de la razón práctica), es la existencia de Dios, pues nuestra razón establece una identificación entre la virtud y la felicidad que no se da en nosotros, por lo que dicha unión se afirma como realizada en Dios.

Rousseau

La civilización había corrompido al ser humano, alejándolo de su bondad natural. Creía que en el estado de naturaleza, los humanos eran libres, felices y bondadosos, pero la aparición de la propiedad privada trajo desigualdad, egoísmo y corrupción moral. Inspirado en el mito del buen salvaje, pensaba que los pueblos primitivos eran más puros y morales que los europeos de su tiempo. Rousseau no proponía regresar al estado de naturaleza, pero sí reformar la sociedad para recuperar la bondad perdida. El cambio debía centrarse en la educación y la organización política, transformando la convivencia humana para acercarla a su estado original de libertad y justicia. En su obra Emilio, Rousseau propone una educación basada en la curiosidad y espontaneidad natural del niño. Consideraba que la educación tradicional reprimía la libertad y creatividad, imponiendo aprendizajes forzados. En su modelo, el maestro no debía imponer conocimientos, sino guiar el aprendizaje a través de la experiencia, permitiendo que la bondad natural del niño floreciera sin la corrupción. Aunque Rousseau creía que la civilización había destruido la libertad original del ser humano, consideraba que era posible recuperarla a través de un nuevo contrato social. Su propuesta se basaba en que la soberanía residiera en el pueblo, no en un gobernante. En el modelo de Rousseau, la soberanía pertenece a todos los ciudadanos, quienes deben elaborar leyes reflejando el bien común, no intereses individuales. Para garantizar esta soberanía, Rousseau defendía que no se puede delegar ni dividir el poder, ya que debe permanecer en manos del pueblo de forma inalienable e indivisible. Rousseau apoyaba una democracia directa, en la que todos los ciudadanos participaran en la toma de decisiones. Reconocía que esto era difícil en territorios grandes, donde podrían aceptarse gobiernos representativos, siempre que respetaran la voluntad general del pueblo. Aunque consideraba que la monarquía podría ser útil en ciertos casos, debía obedecer siempre la voluntad general, evitando el absolutismo.