El Materialismo Histórico: La Estructura Económica y la Superestructura
La totalidad orgánica que conforma una época histórica se define por dos elementos fundamentales: la estructura económica y la superestructura. Esta unión constituye el modo de producción. Un modo de producción es, en esencia, la forma en que se organiza la producción en un período histórico determinado. Por consiguiente, el modo de producción moldea las condiciones materiales de vida, así como la manera de pensar y de ser de los individuos. Este concepto se enmarca en un determinismo materialista, donde todo fenómeno social y cultural se explica a partir de las condiciones materiales de producción.
La Historia como Sucesión Dialéctica de Modos de Producción
La trayectoria de la humanidad se concibe como una sucesión dialéctica de los distintos modos de producción. Históricamente, se identifican fases como el modo de producción asiático, el antiguo, el feudal y, finalmente, el burgués o capitalista.
El Modo de Producción Capitalista: La Mercancía y sus Valores
Dentro del modo de producción capitalista, el proceso productivo se articula en torno a la mercancía. La mercancía es cualquier bien o servicio que se compra y se vende en el mercado. Karl Marx distingue en la mercancía dos dimensiones esenciales:
- Valor de uso: Se refiere a la cualidad de un producto para satisfacer una necesidad humana.
- Valor de cambio: Representa lo que el producto vale como mercancía en el mercado, es decir, su precio.
En la sociedad capitalista, el valor de uso adquiere una importancia secundaria, prevaleciendo el valor de cambio. El valor de los objetos como mercancías está determinado por las leyes del mercado, principalmente la ley de la oferta y la demanda. El trabajo del obrero también se convierte en una mercancía que se compra y se vende bajo estas mismas leyes. El obrero vende su fuerza de trabajo al capitalista a cambio de un salario. Sin embargo, el salario recibido no equivale a la totalidad de lo que el trabajador produce. Existe una diferencia entre el valor de lo producido por el obrero y el valor de su fuerza de trabajo. Esta diferencia es la plusvalía, que constituye el beneficio del capitalista. De este modo, el capital invertido en el proceso productivo genera un beneficio que se acumula exclusivamente en manos del propietario de los medios de producción.
La Lucha de Clases como Motor de la Historia
Al inicio del Manifiesto Comunista, Marx proclama que la historia de todas las sociedades hasta el presente es la historia de la lucha de clases. Una clase social se define como un grupo de individuos con intereses comunes, que solo existe en oposición a otras clases. El criterio fundamental para distinguir estas clases es la posición que ocupan respecto a los medios de producción.
La División de Clases en la Sociedad Capitalista
Con la instauración de la propiedad privada, la sociedad se escinde en dos grandes grupos: aquellos que poseen la propiedad privada y, por ende, los medios de producción (tierras, fábricas, etc.) —la clase dominante— y aquellos que solo disponen de su fuerza de trabajo para subsistir —los dominados—. En esencia, se configuran dos clases sociales fundamentales: la clase explotadora y la clase explotada. En el capitalismo, esta dicotomía se manifiesta en el conflicto entre la burguesía y el proletariado. La lucha de clases representa el enfrentamiento entre grupos sociales con posiciones antagónicas dentro del sistema productivo, y es el esfuerzo de las clases dominadas por liberarse de las condiciones impuestas por las clases dominantes. Esta dinámica es la que explica la transición histórica de la sociedad esclavista a la feudal, y de esta última a la capitalista.
La Revolución Proletaria y el Camino al Comunismo
Marx sostiene que con el modo de producción burgués o capitalista se cierra la prehistoria de la humanidad. El capitalismo, al generar en su seno las condiciones para su propia superación —principalmente a través del fomento de la lucha de clases, que es el motor de la historia—, conducirá inevitablemente a la supresión del capitalismo. El desarrollo del capitalismo crea las bases materiales necesarias para la revolución. Esta revolución no es un acto de voluntad individual, sino el resultado de una ley histórica que rige el devenir social. Por ello, Marx anticipaba que la revolución solo podría ocurrir una vez alcanzadas las condiciones materiales propicias, lo que le llevó a pensar que se iniciaría en los países industriales más desarrollados.
La concentración del capital en pocas manos y la creciente pauperización del proletariado, que se ve cada vez más numeroso y empobrecido, conducen a una situación en la que los salarios apenas cubren las necesidades mínimas. Este escenario agudiza la conciencia de clase del proletariado, impulsándolo a la sublevación. El objetivo final es la instauración de la dictadura del proletariado, una fase de transición que implica la abolición de la propiedad privada de los medios de producción. Esta etapa culmina con la desaparición del Estado y el advenimiento del comunismo, una sociedad sin clases donde los individuos son libres y dueños de su trabajo, alcanzando así una sociedad humanizada.