El Reinado de Isabel II (1833-1868): Liberalismo, Conflictos y Transformación en España

Introducción

El fallecimiento de Fernando VII en 1833 marcó el inicio de una nueva era en España con la introducción del régimen liberal. Sin embargo, este proceso se vio limitado por la fragilidad de los partidos políticos y las intervenciones militares provocadas por elecciones fraudulentas. La reina viuda, María Cristina de Habsburgo, se apoyó en el ejército para asegurar el trono a su hija, Isabel II. Durante su reinado (1843-1868), se consolidó el sistema político español basado en los partidos liberales (moderados y progresistas), excluyendo a los absolutistas (carlistas), quienes desencadenaron tres guerras civiles. Este periodo se divide en varias etapas y culmina en septiembre de 1866 con el destronamiento de la reina, dando paso al Sexenio Democrático, que incluyó el reinado de Amadeo I de Saboya (1870-1873) y la I República Española (1873-1874).

Desarrollo

I. LA ÉPOCA DE LAS REGENCIAS Y EL PROBLEMA CARLISTA

1) Moderados y progresistas

Con el establecimiento del Estado liberal por la monarquía, los liberales se dividieron en dos grupos:

  • Moderados: Defensores de la soberanía compartida, Cortes bicamerales, una administración centralizada, alcaldes nombrados por el gobierno y un sufragio censitario limitado a la antigua nobleza y la nueva burguesía liberal.
  • Progresistas: Partidarios de la soberanía nacional, limitaciones al poder de la corona, la Milicia Nacional, ayuntamientos electivos y un sufragio más amplio, con apoyo de las clases medias, artesanos, parte del ejército y profesionales liberales.
2) La regencia de María Cristina (1833-1840) y el problema carlista

Tras la muerte de Fernando VII, María Cristina asumió la regencia. La necesidad de un cambio de gobierno llevó a Martínez de la Rosa a formar gobierno en 1834. Para equilibrar a liberales y carlistas, se firmó el Estatuto Real (1834), que establecía Cortes bicamerales. Las demandas de reformas progresistas por parte del Estamento de Procuradores (cámara baja) reavivaron las diferencias con los progresistas. Tras la dimisión de Martínez de la Rosa, le sucedió el conde Toreno, cuya renuncia por las Juntas revolucionarias dio paso a Mendizábal (liberal progresista) en 1835.

Mendizábal implementó la desamortización de bienes eclesiásticos del clero regular en 1836. Tras su dimisión, el motín de los sargentos de La Granja (1836) obligó a la regente a restablecer la Constitución de 1812 y formar un gobierno progresista con José María Calatrava y Mendizábal en Hacienda, consolidando la división entre progresistas y moderados. Este gobierno abolió las instituciones del Antiguo Régimen e implantó un régimen liberal con una monarquía constitucional. Se promulgaron leyes como la disolución de los mayorazgos y la supresión de los gremios, culminando con la Constitución de 1837, que reconocía la soberanía nacional, los derechos individuales y establecía Cortes bicamerales. También se aprobó una nueva ley electoral (1837) con un sufragio censitario restringido.

Con la aprobación de la Constitución, los moderados ganaron las elecciones de 1837. Tras la finalización de la guerra carlista, se aprobó una ley de ayuntamientos que fue sancionada por la regente en 1840, a pesar del rechazo del general Baldomero Espartero (líder de los progresistas). Las tensiones con el gobierno obligaron a María Cristina a renunciar y exiliarse a Francia en 1840.

La primera guerra carlista (1833-1840) comenzó con el Manifiesto de Abrantes, enfrentando a carlistas (tradicionalistas) e isabelinos (liberales). El carlismo tuvo éxito en zonas rurales del norte por la defensa de los fueros, pero escaso apoyo urbano. La guerra se dividió en tres fases:

  1. 1833-1835: Triunfos carlistas a pesar de la muerte de Zumalacárregui.
  2. 1835-1837: Grandes expediciones carlistas sin consolidación.
  3. 1837-1839: Finalización con el convenio de Vergara (1839) entre Maroto y Espartero.

Las consecuencias fueron: el problema de los fueros, una monarquía liberal, pronunciamientos militares y la desamortización de tierras de la Iglesia.

3) La regencia de Espartero (1840-1843)

Durante este periodo, los moderados utilizaron pronunciamientos para acabar con la regencia de Espartero por su estilo personalista y autoritario. El bombardeo de Barcelona (1842) como respuesta a una insurrección social también redujo su apoyo. Finalmente, los moderados, liderados por Narváez, se unieron al movimiento conspirativo, obligando a Espartero a exiliarse. Se adelantó la mayoría de edad de Isabel II para evitar más problemas de regencia. Su reinado comenzó con el gobierno moderado de González Bravo, seguido por Narváez, iniciando la Década Moderada.

II. LA DÉCADA MODERADA (1844-1854)

Las reformas, la Constitución de 1845 y el desarrollo político

Este periodo, presidido por Narváez, comenzó con González Bravo, quien implementó la ley de ayuntamientos de 1840, suprimió la Milicia Nacional y creó la Guardia Civil en 1844. Con Narváez, se estableció la Constitución de 1845, que reforzaba el poder de la corona, establecía la soberanía compartida, la exclusividad del catolicismo y un Estado centralizado. Se tomaron medidas para la reconciliación con la Iglesia, se reformó Hacienda en 1845 y se creó la ley electoral de 1846. También destacan el matrimonio de la reina con Francisco de Asís (1846), que provocó la segunda guerra carlista (1846-1849), y el gobierno de Bravo Murillo, que dividió a los moderados. Esta época finalizó con escándalos administrativos y la “Vicalvarada”.

III. EL BIENIO PROGRESISTA Y LA VUELTA AL MODERANTISMO (1854-1868)

1. El bienio progresista (1854-1856)

En 1854, la “Vicalvarada” enfrentó a las tropas gubernamentales con las de O’Donnell y Dulce. El “Manifiesto de Manzanares” transformó la sublevación en una revolución popular y progresista, obligando a la reina a formar un gobierno progresista liderado por Espartero y O’Donnell. En 1856, surgieron las Cortes constituyentes y la Unión Liberal de O’Donnell. Se intentó promulgar una nueva Constitución progresista y se llevaron a cabo reformas como la desamortización de Madoz (1855), la ley de Ferrocarriles (1855) y la ley de Bancos de emisión (1856). La conflictividad social acabó con el gobierno de Espartero y el Bienio progresista.

2. El retorno al moderantismo (1856-1868)

Esta etapa se caracterizó por la alternancia entre moderados y la Unión Liberal. O’Donnell fue destituido tras un breve gobierno por Narváez (1856), quien aprobó la Instrucción Pública (1857). A finales de 1857, Narváez dimitió, dando paso al “gobierno largo” (1858-1863) de la Unión Liberal de O’Donnell, que destacó por su política exterior, como la guerra contra Marruecos (1859-1860). La alternancia entre moderados y la dureza ante las sublevaciones contribuyeron a la crisis final del reinado. Destacan la “noche de San Daniel” (1865) y la sublevación del cuartel de San Gil (1866). La oposición progresista firmó el pacto de Ostende (1866) para destronar a Isabel II. La sublevación de “la Gloriosa” en 1868, tras la muerte de O’Donnell y Narváez, provocó la caída de Isabel II y su exilio a París.