El Manifiesto de Manzanares (7 de julio de 1854) y el Bienio Progresista
Se trata de una fuente directa de naturaleza histórico-circunstancial y de temática política. Fue redactado en 1854 por un joven Antonio Cánovas del Castillo y firmado por el general O’Donnell. Tuvo lugar durante el reinado de Isabel II, tras una crisis parlamentaria provocada por la suspensión de las Cortes, vulnerando la Constitución de 1845.
Desde 1845, bajo el reinado de Isabel II, gobernó el Partido Moderado, periodo conocido como «Década Moderada». El gran problema surgió en los últimos años de este gobierno, sobre todo a partir de 1852, con la suspensión de las Cortes y el gobierno a golpe de decreto, lo que disgustó a los mismos miembros del partido, como Narváez, debido al incumplimiento de la Constitución de 1845.
Tras el pronunciamiento, se inició la Revolución de 1854. Finalmente, la reina Isabel II llamó al general Espartero, del Partido Progresista, para formar gobierno siguiendo las proclamas del Manifiesto de Manzanares. Se inició así el periodo conocido como Bienio Progresista.
Reformas y Consecuencias del Bienio Progresista
Entre las principales reformas de este periodo se encuentran la Desamortización de Madoz y la Ley de Ferrocarriles, ambas de 1855. Sin embargo, el proyecto más ambicioso fue la promulgación de una nueva constitución de carácter progresista, la conocida como «Constitución nonnata de 1856».
La suma de estos factores y la oposición de O’Donnell, quien se sentía apoyado por la reina Isabel II, provocó la dimisión de Espartero. Isabel II nombró entonces presidente del Consejo de Ministros a O’Donnell, poco después sustituido por Narváez.
La idea fundamental del texto es comunicar el éxito del alzamiento de Vicálvaro, conocido como la «Vicalvarada», y la proclamación de los ideales que, con la Revolución de 1854, pretendían una regeneración política en España.
El Manifiesto de Manzanares, además de dar inicio a un nuevo periodo político en el reinado de Isabel II, como el Bienio Progresista, dejó al descubierto una de las realidades políticas de la España del siglo XIX: la influencia del ejército en la vida política.
El Papel del Ejército en la Política Española del Siglo XIX
Como diría Josep Fontana, «los ministros iban a tener una escasa influencia en la vida política dominada por los dos espadones». Se refería con «espadones» a figuras como Espartero, que representaría al Partido Liberal, y Narváez, y más tarde O’Donnell, como representantes del Partido Moderado.
La irrupción del ejército en la vida política se dio durante todo el siglo XIX, desde el pronunciamiento de Riego en 1820 hasta los pronunciamientos de Topete en 1868 o Martínez Campos en 1874. Durante el siglo XX, se sucederían los de Miguel Primo de Rivera en 1923 o el alzamiento del 18 de Julio con Franco como protagonista. Estas irrupciones provocaron que los cambios de gobierno vinieran dictados por la fuerza en lugar de la voluntad popular a través de las urnas.
El Manifiesto «España con Honra» (19 de septiembre de 1868)
Nos encontramos ante el manifiesto conocido como «España con honra», redactado por los principales mandos militares sublevados en Cádiz el 19 de septiembre de 1868, quienes son los firmantes del documento.
Destacan especialmente dos de sus autores: el general Serrano, quien presidiría el gobierno provisional hasta ser nombrado regente del país; y el general Prim, auténtica alma de la revolución, héroe de las guerras coloniales en tiempos de O’Donnell, y en los últimos años agitador y conspirador contra el trono de Isabel II. Tras el éxito de la revolución, Prim sería ministro de la Guerra entre 1868 y 1869, y jefe de gobierno durante la regencia, siendo el auténtico hombre fuerte del régimen.
«La España con honra» y «¡Abajo los Borbones!» eran las consignas del movimiento revolucionario que en septiembre de 1868 triunfó en España y puso fin al reinado de Isabel II.
Contexto y Desarrollo de la Revolución de 1868
En nuestro país, el absolutismo había sido sustituido por un Estado Liberal, pero este se había hecho excluyente, solo al servicio de los liberales moderados. Tras el fracaso de la rebelión de los sargentos del cuartel de San Gil, las fuerzas de la oposición llegaron a un acuerdo, el Pacto de Ostende, por el que decidieron coordinarse para conseguir derrocar a los Borbones y convocar unas Cortes constituyentes por sufragio universal masculino, encargadas de decidir si España se organizaría como una Monarquía o como una República.
La revolución estalló en septiembre de 1868 en la ciudad de Cádiz. Aquí llegó secretamente Prim, donde el almirante Topete se sublevó con la escuadra a su mando y lanzaron al país el manifiesto que venimos comentando, el cual finalizaba con el grito: «¡Viva España con honra!». Por todas partes, las guarniciones militares se unían a la sublevación.
Propósito del Manifiesto
Este manifiesto es un anuncio al país de que Cádiz, con su armada, se había levantado contra el gobierno y hacía un llamamiento al resto de los españoles para que se unieran a la sublevación. Se centra principalmente en los desmanes y en la política autoritaria que había pervertido la ideología liberal del gobierno, y cita de manera indirecta la corrupción interna de la propia Corona.
El manifiesto concluye con una invocación a la participación popular en la revolución y con el grito «¡Viva España con honra!», que hace referencia a los desmanes de la Corte, originados por la camarilla y por la propia reina, que eran el escándalo de una sociedad imbuida en una fuerte mentalidad conservadora en lo que a moral se refiere.
La Abdicación de Amadeo de Saboya (1873)
Se trata de un texto histórico-circunstancial de naturaleza política, ya que a través de este discurso el rey explica su decisión de abdicar de la Corona española. Es una fuente primaria porque es contemporáneo de los hechos de los que habla. Está destinado a un colectivo, concretamente a todo el pueblo español.
Contexto de la Monarquía de Amadeo I
La monarquía de Amadeo I llegó tras la expulsión de Isabel II en la Revolución Gloriosa de 1868, que dejó a España como una monarquía sin rey. Tras muchos problemas para encontrar un monarca, el trono recayó en Amadeo de Saboya, hijo de Víctor Manuel II de Italia, un rey muy apreciado por haber encabezado la unidad de Italia y haberlo hecho desde las bases del liberalismo político.
Sin embargo, Amadeo se enfrentó a un país dividido, atrasado económicamente y en el que la clase política no lo aceptaba, a lo que se añadió la agitación que estaban provocando los republicanos en aquella época, por lo que le fue prácticamente imposible llevar a cabo ninguna de las reformas planeadas.
Razones y Consecuencias de la Abdicación
El propósito fue explicar las razones de la abdicación y justificar su actuación como rey. El propio Amadeo expuso en su discurso que el enemigo del país eran las facciones (moderados vs. liberales; federalistas vs. unionistas, etc.) que estaban más preocupadas de luchar entre ellas y acceder al poder que de gobernar un Estado que llevaba a la deriva largo tiempo.
La consecuencia de esta abdicación fue la proclamación de la I República en España, que tuvo una duración efímera y fue un periodo de gran inestabilidad al estallar muchas de las tensiones ya existentes desde antes.
Las circunstancias fueron los momentos finales de la monarquía de Amadeo I, que desde 1871 había ocupado el trono español con numerosas dificultades, ya que no fue bien aceptado ni por republicanos, ni por canovistas, ni por el ejército. Su único valedor, el general Prim, uno de los líderes de la Revolución de 1868, fue asesinado días antes de que el monarca llegara a España.
Precisamente fue su voluntad de reconciliarse con el ejército lo que llevó a Amadeo a ponerse del lado del Cuerpo de Artillería tras ser este suprimido por el gobierno después de que algunos de sus integrantes protagonizaran altercados con motivaciones políticas. Sin embargo, las Cortes dieron la razón al gobierno, haciendo ver al rey que no contaba con el respaldo parlamentario, lo que unido al atentado que sufrió, lo llevó a abdicar.