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Realidad y apariencia:

La metafísica no sólo diferencia entre entes perfectos y entes imperfectos, sino que diferencia entre lo que la cosa propiamente es, su verdad o esencia, y su apariencia.
Esa diferencia es anterior a la propia metafísica que nace con Platón y conserva esa diferenciación. En concreto esa diferencia es presocrática, y está explicitada en los siguientes autores presocráticos: Heráclito, Parménides, Pitágoras y Demócrito. Daremos tres de ellos, Heráclito, Parménides y Demócrito.
Estos dos filósofos, Parménides y Heráclito, son fundamentales para toda la tradición posterior.
Son los antecedentes de dos tipos de pensamiento dentro de la metafísica occidental: el idealismo
de tradición platónica y el pensamiento dialéctico que halla en la contradicción de opuestos una
racionalidad oculta.
Heráclito de Éfeso:
Vivíó entre el s. VI a. C y el V a. C. Es conocido como el “el oscuro” porque su filosofía se expresaba en
sentencias breves (aforismos) que jugaban con la contradicción, provocando ambivalencia en su
significado.
Para Heráclito la realidad era dinámica, estaba en constante transformación. La realidad estaba
compuesta por opuestos en lucha. Pero de esa lucha o “discordia” se produce una ley, de la
misma manera que la ley en la pólis (la isonomía) se produjo de la oposición de demos y
aristocracia: “Es sabio convenir que la guerra es lo común a todas las cosas, que la justicia es discordia,
y que todas las cosas sobrevienen por la discordia y la necesidad.”
La metáfora del fuego representa esta transformación permanente (el fuego es el elemento más
violentamente transformador de los cuatro tradicionales). Sin embargo hay una racionalidad, una ley o
medida, implícita en esa permanente transformación.
Así: “Este mundo, que es común a todos, no ha sido hecho por ningún hombre ni ningún Dios, sino que
es, fue y será siempre fuego eternamente vivo que se enciende y se apaga según medida”.
Heráclito distingue entre estar despierto y estar dormido. Los dormidos son los más, se dejan
llevar por las apariencias, y cada uno tiene su opinión, pues no siguen a la razón común.
Los despiertos son aquellos que piensan y actúan según la razón común y que por ello pueden
hallar la verdad, la ley que rige la realidad.
La razón está en los hombres y está en la realidad como ley, como aquello común a toda la
diversidad de cosas y que las constituye: “Cuando se escucha no a mí, sino al lógos, es sabio
convenir que todas las cosas son una”. Eso uno es la ley.
Parménides:
Parménides vivíó entre el s. VI y el V a. C y escribíó un poema llamado “Sobre la naturaleza”. En
ese poema Parménides es conducido en un carro alado por unas doncellas, las Helíades, hasta la
presencia de la diosa.
Ella le revela a Parménides que hay dos vías para tratar de acceder a la realidad: la vía de la verdad
(alétheia) o del Ser y la de la opinión (la del no ser).

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La segunda es imposible, “intransitable”, “impensable” pues comporta decir que lo que no es [el
cambio, la pluralidad y el vacío] es. (Es la que siguen los más, y que supone aceptar como verdaderos
el cambio y la pluralidad, los cuales son contradictorios e irracionales).
La primera es la única posible, es la vía de la verdad, del Ser.
Esta es la verdad que se halla por esta vía: “Lo que es, el Ente o el Ser [se puede traducir de todas
estas maneras] es y no puede no ser”. Esto está basado en el principio lógico de no contradicción.
De ello se sigue que el Ser o lo Ente (lo que es) es:
1. Eterno: pues si el Ser es y no puede no ser, no pudo no haber sido en el pasado y no puede no ser en
el futuro.
2. Inmutable e inmóvil (idéntico a sí mismo): pues si el Ser es y no puede no ser, no puede no ser lo
que ya es, y por tanto no puede cambiar y ser algo distinto de lo que es (eso sería pasar del Ser al no
ser).
3. Uno: pues si el Ser es, y no puede no ser, se excluye que el no-ser sea. Para que haya pluralidad, es
decir, diversidad de cosas, es preciso pensar que hay no ser, que hay un diversidad de cosas distintas
unas de otras, es decir, que no son las otras, que hay no ser entre ellas. Pero el no ser, no es (no existe);
sólo el Ser es (existe).
4. Lleno (continuo): es compacto e indivisible, en él no hay no ser, y por tanto es imposible el vacío,
el cual es lo contrario del ser, la nada, el no ser.
5. Esférico: el ser, decíamos, es inmutable, idéntico a sí mismo; lo redondo, es para los griegos la
imagen de la identidad de una cosa consigo misma, pues en lo redondo cada punto es idéntico a los
demás en cuanto que está a la misma distancia del centro.
En conclusión, para Parménides no es posible el cambio o movimiento ni la pluralidad, la
diversidad de las cosas que percibimos. De este modo el mundo de nuestra experiencia en que
hay pluralidad y cambio o movimiento, cae en la categoría de no ser (de lo no existente).
Repetimos: el movimiento y cambio es imposible pues si el Ser es y no puede no ser, no puede no
ser lo que era, y devenir un ente distinto de sí mismo; y no puede haber pluralidad, pues si el ser
es y no puede no ser, se excluye que el que el no-ser sea un ser, que tenga realidad, que exista,
pero que haya diversidad de cosas comporta que haya no ser entre ellas, que el no ser sea o
exista.
Todo ello tiene un presupuesto: sólo lo racional es real. Por ello no puede haber nada real, es
decir, que sea, que viole el principio lógico (racional) de no contradicción.
Esto se expresa con la siguiente frase del poema de Parménides: “Lo mismo es el Ser que el
pensar”. O en una traducción aún mejor: “Lo mismo es lo que puede ser que lo que puede ser
pensado.”
Toda la filosofía griega posterior a Parménides va a tener que resolver el problema de que el
mundo de nuestra experiencia en que hay cambio y pluralidad (diversidad de cosas) tenga
realidad, en vez de ser considerado como “no ser” (no existente), para lo cual tiene que
restablecerse su racionalidad.
Tres respuestas (no perfectas) al problema:
La del atomismo de Leucipo y Demócrito, que restablecerá la posibilidad del movimiento aceptando el
vacío como existente.

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Platón, padre de la metafísica, va a defender que el mundo sensible tiene algún grado de realidad, en la
medida en que las cosas sensibles se parecen (“imitan”) a las verdades de éstas, es decir, a las ideas,
entes perfectos (racionales por no ser contradictorios), que constituyen la auténtica realidad.
Aristóteles va a defender que la auténtica realidad, es la sustancia, y que el cambio propio de la
naturaleza, que es lo que percibimos, no es contradictorio (irracional), pues en el cambio lo único que
sucede es que la sustancia natural realiza las potencialidades que la definían, que constituían su esencia.
De modo que no pasa a ser una cosa distinta de la que era, sino que la sustancia permanece en el
cambio.
Aristóteles resuelve este problema al distinguir dos sentidos en el término “no ser”: uno absoluto y otro
relativo. Para Parménides sólo existía el no ser absoluto (no ser como no existir). Pero además
Aristóteles sostiene que hay un no ser “relativo” que no lo es del todo, por así decir, un “no ser aún”, que
es “un poder ser” y por tanto un cierto ser: el ser en potencia.
El atomismo:
El atomismo fue fundado por Leucipo de Mileto, del cual no ha quedado nada.
Su máximo exponente es Demócrito de Abdera, quien vivíó entre el siglo V y el IV a. C.
Si Demócrito es llamado presocrático es porque el tema de su filosofía es el propio de la filosofía
presocrática, anterior al giro antropológico inaugurado por Sócrates y los sofistas, aunque
Demócrito fue contemporáneo de Sócrates y de Platón y discutíó con los platónicos.
El atomismo sosténía que en la naturaleza había lo lleno (los átomos) y el vacío, que frente a
Parménides existe.
Los átomos son los elementos últimos de la realidad y tienen algunas de las carácterísticas del ser
de Parménides, a saber: son eternos y son llenos (compactos, indivisibles). Átomo significa lo
indivisible.
Los átomos se mueven en el vacío, y al chocar los átomos a veces se enganchan y de su uníón
forman todas las cosas de la naturaleza; así mismo esos choques pueden producir la separación
de los átomos y con ello la descomposición de las cosas de la naturaleza.
Gracias al reconocimiento (contra Parménides y sus sucesores, los eleáticos), de la existencia del
vacío, es posible restablecer la posibilidad del movimiento o cambio.
El alma está formada de átomos también. Ésta es una visión materialista, no metafísica, de la
naturaleza. La cosmología de Epicuro era también atomista.
Los antecedentes del atomismo son:
-Empédocles que consideraba que la realidad estaba compuesta de semillas de los cuatro elementos
(fuego, aire, tierra y agua) que se unían y separaban gracias a dos fuerzas, respectivamente, el amor y el
odio.
-Anáxagoras, quien creía que había semillas de todas las cosas (por ejemplo, de la madera, del metal,
etc.), de las cuales estaban formadas todas las cosas. Esas semillas se llaman “homeomerías”. Y lo que
sucedía es que un tipo de ellas predominaba sobre las demás en las cosas compuestas. La realidad se
formaba por la uníón de esas semillas que era impulsada por una fuerza externa a ellas, el nous, o razón.

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Los átomos no tienen el principio de movimiento en sí mismos, sino que su movimiento es mecánico, por
ello el atomismo tuvo cierta influencia tras la Revolución científica, concretamente en Pierre Gassendi, en
el Siglo XVII.

5. Historia de la metafísica:
a) Dualismo metafísico en la Antigüedad: Platón y Aristóteles:
Platón:
Sostiene que los seres que se dan en nuestra experiencia (sensibles) pasan del no ser al
ser, del ser al no ser, esto es pasan de no existir a existir y de existir a no existir, así
mismo pasan de tener una esencia a dejar de tenerla. De este modo, tanto en los dos
sentidos del ser, el de la existencia y el de la esencia, los entes que se dan a la
experiencia, son entes contradictorios, que son pero pueden no ser. Por ello, considera
Platón que son ilusorios. A ese campo de entes existentes que se dan en la experiencia,
esto es, percibibles, lo llama mundo sensible, o también “mundo aparente”, no real.
Platón considera que hay un mundo inteligible o mundo verdadero, separado del mundo
sensible, esto es un conjunto de entes, llamados ideas, que son la auténtica realidad,
pues son idénticos a sí mismos, no contradictorios, son y no pueden no ser, y que dan
cuenta del mundo sensible, de cómo es.
Qué es una idea para Platón?
La idea es la esencia de la cosa, esto es, el conjunto de carácterísticas que hace de la
cosa esa cosa, y es un universal, esto es, el conjunto de carácterísticas que hacen de esa
cosa una cosa de su género y especie, es el conjunto de carácterísticas que tiene en
común con otras de su mismo tipo.
La idea es una verdad necesaria o definición de la cosa, es decir, establece que la cosa es
de ese modo y no puede ser de otra manera, que es necesariamente así. Ejemplo: el caballo
es mamífero y no puede no ser mamífero.
La verdad necesaria o definición de la cosa no es un enunciado o un concepto (en sentido
psicológico) pues una verdad necesaria es verdad con independencia de que sea
enunciada o pensada por alguien, y es verdad también con independencia de que las
cosas a las que se refiere existan en el mundo. Ejemplo: el triángulo de tres lados es la figura
geométrica de tres lados cuyos ángulos suman ciento ochenta grados. Es una verdad necesaria
que el triángulo es así y no puede ser de otro modo. No obstante, esto sigue siendo verdad
aunque nadie lo piense o lo enuncie y sigue siendo verdad aunque no haya ninguna cosa
triangular en el mundo.
Por tanto, la verdad necesaria de una cosa al ser independiente de nosotros y del resto de
cosas es una realidad, una entidad, tiene un ser independiente, lo que autoriza a Platón a
sostener que es la “esencia” de la cosa, el conjunto de carácterísticas reales de la cosa.

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Para ello retomamos el concepto de verdad necesaria. Una idea es una definición o verdad
necesaria y sus rasgos son distintos de los de las cosas sensibles, percibibles, de las
cuales ella es la verdad, con lo que ella es distinta y está separada de las cosas sensibles.
La idea como verdad necesaria es: eterna, simple, idéntica a sí misma e inmutable.
Lo sensible en cambio es: temporal, plural y, como mudable, contradictorio.

Mundo verdadero Mundo aparente
↓↓ ↓↓
IDEA (VERDAD NECESARIA): LO SENSIBLE (LAS COSAS QUE PERCIBIMOS):
ETERNA TEMPORAL
Una verdad necesaria o definición Las cosas sensibles son, existen, sólo en tiempos
es verdad en todo tiempo y lugar. Y momentos determinados.

IDÉNTICA, INMUTABLE: PLURAL, CAMBIANTE, CONTRADICTORIO:
Una verdad necesaria o definición Lo sensible consiste en una pluralidad cambiante y
es eso uno y lo mismo que defi- contradictoria de aspectos que nunca ofrecen eso
ne una diversidad de cosas. Uno e idéntico que es la definición de la cosa.
Una definición es idéntica a sí Ejemplo: una nube la puedo percibir como rosada, como
misma, no contradictoria, y por negra, como estrato, como cúmulo, etc… Pero no puedo
tanto inmutable. Guiado por estas percepciones sensibles contrarias en-
Ejemplo: no podríamos decir que el tre sí hallar lo uno y lo mismo que caracteriza a la nube,
caballo es por definición mamífe- su definición. .
ro y no mamífero.
Entonces, si los sentidos nos engañan, ¿cómo conocemos?
La teoría del conocimiento de Platón:
Si la verdad de las cosas no reside en las cosas sensibles que percibimos, que son
cambiantes y contradictorias, entonces, cómo conocemos. Platón defenderá la teoría de la
reminiscencia: según la cual el alma (la razón) conoce cuando sola consigo misma,
desconectada de los sentidos (que sólo ofrecen información cambiante y engañosa,
recuerda las ideas, las esencias de las cosas, la auténtica realidad, que percibíó en el
mundo de las ideas, antes de estar encarnada al nacer en un cuerpo. Por ello, dice que
“saber es recordar”, y requiere “aprender a morir”, esto es, separarse de todo lo corporal
y sensible (la muerte es una separación del alma del cuerpo, y eso es lo que hace el alma
cuando conoce).
Por último, si las verdades o esencias de las cosas, las ideas, son diametralmente
distintas y están separadas de las cosas sensibles, ¿cómo podría decirse de las ideas que
son la esencia o la verdad de las cosas, qué relación hay entre ellas?

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Relación entre las ideas y las cosas del mundo sensible: la teoría de la imitación.
Las cosas sensibles en cuanto mudables y contradictorias no son lo que son, no tienen
una esencia, o determinación, por ser sensibles: lo sensible cambia de aspecto y de
determinación. Así el caballo es ahora caballo pero antes fue óvulo y después será
cadáver y más tarde abono para el pasto.
Las cosas por tanto son lo que son, aparecen en su determinación, en su verdad, porque
de modo momentáneo e imperfecto se parecen a la auténtica realidad, a la verdad de las
cosas, esto es “imitan” o “participan de” la auténtica realidad que son las ideas. A esto
se le llama “teoría de la participación” o “de la imitación”.
Aristóteles:
Crítica de la teoría de las ideas de Platón:
Aristóteles criticará la teoría de las ideas de Platón, que separa las ideas (las esencias de
las cosas) de las cosas sensibles.
Es irracional separar las esencias de las cosas particulares y sensibles, pues no habría
modo de decir que la esencia de una cosa es de esa cosa, es decir, no habrá modo de
expresar qué es una cosa cualquiera.
Así “Sócrates es hombre” supondría que “hombre”, la esencia de Sócrates, fuera distinta del
individuo Sócrates y, de este modo, Sócrates no sería hombre, o sería algo distinto de él mismo
(lo que es absurdo). Decir que Sócrates es hombre porque participa o imita a la idea de
hombre no es sino un modo poético y metafórico de hablar, pero no riguroso.
Por tanto es necesario reformar la metafísica, la concepción de la realidad.
Lo real es la sustancia (la cosa concreta, percible), no la idea separada de la cosa
sensible. Teoría hilemórfica de la sustancia
La realidad no será ya la esencia separada de la cosa particular, esto es, la idea, sino que
será el individuo particular, la sustancia, concebida como compuesto de materia (hylé) y
forma (morphé, esencia).
Ahora la esencia de la cosa no está separada de la cosa concreta, sino que forma parte de
la cosa. A esto se le denomina hilemorfismo o teoría hilemórfica de la sustancia.
Además la sustancia existente tendrá no sólo materia y forma, esto es, propiedades
genéricas o esenciales, sino también propiedades accidentales, accidentes. Por ejemplo el
caballo concreto tendrá la forma de caballo y accidentes como ser blanco o negro, esto es,
propiedades no necesarias para ser lo que esencialmente es.
La sustancia, lo concreto, que percibimos es ahora lo real, que es cambiante. Lo real es
entonces lo cambiante. Sólo lo racional es real. Por ello, Aristóteles, deberá, frente a
Parménides y a Platón, restaurar la racionalidad del cambio, del movimiento.

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Teoría teleológica del movimiento:
Aristóteles va a diferenciar entre las sustancias aquellas que son naturales de las que son
artificiales.
Las sustancias naturales son las que tienen el principio de lo que son y de su movimiento
en sí mismas. Por ejemplo: la planta tiene el principio de su movimiento, de su crecimiento, en
sí misma y no en otro.
Las sustancias artificiales son las que tienen el principio de lo que son y de su
movimiento en otro. Por ejemplo: el cuchillo tiene el principio de lo que es en su fabricante y de
su movimiento en el que lo usa.
Aristóteles restaurará la racionalidad y así la realidad del movimiento. Objeta a la filosofía
Parménides que sólo había entendido un sentido de no-ser, el no-ser absoluto.
Por ejemplo, la semilla de olivo no es coche en un sentido absoluto, no puede ser coche
por su propia esencia o definición.
Pero la semilla de olivo no es el árbol del olivo en un sentido no absoluto. La semilla del
olivo no es (aún) el árbol del olivo, pero en su esencia está poder ser y llegar a ser olivo
con el tiempo.
Este sentido de no-ser es un sentido relativo y no absoluto de no ser, pues consiste en un
cierto tipo de ser, un ser en potencia. La semilla del olivo es en potencia olivo.
En el cambio no se pasa del no-ser al ser, sino del ser en potencia al ser en acto. No hay
contradicción, pues la sustancia es la misma en el cambio, su esencia es la misma.
Así, en el cambio de oruga a mariposa o de semilla a árbol la esencia es la misma. En el caso de
la oruga la esencia de la oruga es ser mariposa en potencia, eso es lo que define a la oruga. Por
tanto la forma mariposa es la misma para la oruga y para la mariposa: en la oruga en potencia y
en mariposa en acto. Así mismo, en el cambio de de semilla a árbol, la esencia de la semilla es
ser en potencia árbol. La forma de olivo es la misma en la semilla y en el árbol: en la semilla en
potencia y en el árbol en acto. No hay contradicción, pues la esencia de la cosa es la misma en
el cambio.
Las sustancias naturales tienen el principio de movimiento en sí mismas, pues buscan
realizar el fin (télos) que les es propio, es decir, aspiran a su propia perfección.
Al pasar de la potencia al acto las sustancias naturales realizan las potencialidades que
las definen y forman parte de su esencia, la cual es el fin o télos al que ellas tienden. La
esencia o forma es lo que actualiza las potencialidades de la sustancia natural, la causa
(final) de su movimiento. Así la oruga actualiza al pasar a mariposa una potencialidad que la
define: volar. El bebé al crecer, actualiza las potencialidades que lo definen: andar, hablar,
pensar…
A esta concepción de la naturaleza como aspirando y tendiendo a realizar su fin propio o
su propia perfección, se le denomina teleologismo o teoría teleológica del movimiento.

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Teoría de las cuatro causas:
Todo lo que es y todos sus procesos de cambio pueden explicarse según Aristóteles por
la teoría de las cuatro causas. Éstas son:
La causa formal, la más importante, que da respuesta a la pregunta por lo que la cosa es:
la esencia. La causa formal de la mesa es lo esencia de la mesa, el conjunto de carácterísticas
que definen a la mesa.
La causa eficiente: que da respuesta a la pregunta por lo que ha dado lugar o generado a
la cosa. Por ejemplo, la causa eficiente de la mesa es el carpintero.
La causa final: que da respuesta a la pregunta por el fin de la cosa, su función, aquello
para lo cual sirve la cosa. Por ejemplo: la causa final de la mesa es el uso que se le da, por
ejemplo una mesa de la bilioteca de un instituto tiene como causa final la lectura y estudio de los
alumnos.
La causa material: responde a la pregunta de que está hecha la cosa, a la pregunta por su
materia. Por ejemplo, la causa material de la mesa es la madera de la que está hecha.
En las sustancias naturales tanto la causa formal como la final y eficiente coinciden. El
caballo tiene como causa formal la esencia o forma de caballo; como fin o telos, la forma de
caballo que aspira a actualizar plenamente; y como causa eficiente la forma de caballo que le es
transmitida en la reproducción.
Dios, como acto puro, primer motor y motor inmóvil:
Las sustancias naturales no son autárquicas, esto es, no se bastan a sí mismas para
mantenerse en el ser (perecen). Precisan de otro ente que sí se baste a sí mismo para ser
y que las mueva y actualice, que las mantenga en la existencia: Dios. Dios es ese ser
autárquico que no necesita de otro para ser actualizado.
Dios se basta a sí mismo para existir (es autárquico) porque es ACTO PURO: todo lo que
puede ser lo es, en él nada está en potencia. Es el ser MÁXIMAMENTE PERFECTO, pues
no tiene carencias.
En su Física, Aristóteles prueba a Dios como causa primera de la siguiente manera:
Todo lo que mueve es movido por otro.
No puede haber una serie infinita de causas.
Luego debe haber algo que mueva sin ser movido a su vez: un primer motor o motor
inmóvil (Dios).
Dios es PRIMER MOTOR y MOTOR INMÓVIL.
¿Cómo puede Dios mover sin moverse, siendo inmóvil?
Porque las sustancias naturales al actualizarse y realizar su perfección aspiran a Dios
como su fin último, como lo más perfecto, a lo ellas tienden. Dice Aristóteles en su
Metafísica que Dios mueve como el objeto de amor mueve al amante.

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b) Dualismo metafísico en el cristianismo: San Anselmo y Santo Tomás
La filosofía cristiana diferencia entre seres contingentes y necesarios.
El cristianismo considera los seres existentes como creados, y eso quiere decir que son seres
llamados contingentes, esto es, no necesarios, son pero pueden no ser, luego alguna vez no
fueron, y deben haber recibido de otro su existencia, es decir, su esencia no contiene su
existencia.
Por otra parte hay un ser necesario (que es y que no puede no ser), porque es máximamente
perfecto. Su esencia (noción o definición) incluye su existencia como una de sus carácterísticas
esenciales, pues la existencia es una perfección. Ese ente es Dios, y no necesita ser explicado en
su existencia, pero es causa de la existencia del resto de los seres.
Como decíamos la metafísica tradicional incorporaba la necesidad de Dios a fin de poder responder a la
pregunta por la existencia de los entes existentes. Precisaba de este modo una teología racional acerca
de la esencia de Dios, esto es, de sus atributos o propiedades como divinidad, y de su existencia, por
tanto, pruebas de la existencia de Dios.
Pruebas de la existencia de Dios:
San Anselmo (Siglo XI d. C.), el argumento ontológico:
Es un argumento también llamado “propter quid”, que parte del concepto de Dios.
Y es como sigue:
Dios es lo mayor (lo más perfecto) que puede pensarse.
Existir es una perfección.
Luego Dios existe,
No puede pensarse que no exista, ya que la existencia es una perfección, incluida en la propia
definición o esencia de Dios.
La vías de Santo Tomás (Siglo XIII d. C.):
Santo Tomás criticará esta el argumento ontológico, pues se refiere a la existencia pensada, no a
la existencia real.
Así que elaborará otras demostraciones de Dios, llamadas “vías quia”, y que no parten del
concepto (como las propter quid), sino que parten de los hechos, de los efectos conocidos por
experiencia y que van a la causa de éstos.
Las vías quia son cinco. Y todas ellas tienen la misma estructura: parten de hechos y se remontan
a la causa primera de esos hechos (Dios).
Exponemos la tercera, relativa a la existencia:
-Es un hecho que hay seres existentes (contingentes o no necesarios), los cuales no tienen la
causa de su existencia en sí mismos, sino que la han recibido de otro.
-No puede haber una serie infinita de causas.
-Luego debe haber un ser, que no precise de otro para existir, un ser necesario, que es y no pueda
no ser (Dios) y que sea la causa de la existencia del resto de los seres.

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c) Critica de la metafísica tradicional y de las pruebas de Dios:

i) Occam: el nominalismo del Siglo XIV d. C.
ii) Críticas ilustradas: Hume y Kant (s- XVIII). SOLO LEER.
iii) El materialismo histórico de Marx.
iv) El vitalismo de Nietzsche.
v) El existencialismo ateo de J-P. Sartre.
i) Occam: el nominalismo del Siglo XIV d. C.:
En el Siglo XIV, al final de la Edad Media, la filosofía escolástica, con su intento de hacer
razonable la fe (compatible con la razón) y su teología racional (demostración de la
existencia de Dios y discurso acerca de sus atributos) es sometida a crítica.
El intento escolástico se puede aún sostener: ¿es posible la teología racional?
El nominalismo fundado por Occam dará una respuesta negativa a esta pregunta y
constituye la autoaniquilación de la escolástica.
Debido a que todo cristiano debe asumir que lo ente es contingente (no necesario) y
creado por un Dios todopoderoso y absolutamente libre, no puede haber límites a esa
libertad absoluta.
De ello (de la absoluta libertad de Dios que Occam ha de aceptar como cristiano) se sigue:
1. Dios no creó esencias, ni por tanto un orden jerárquico y necesario de esencias, sino
que creó libremente individuos, pues Dios en su absoluta libertad no puede someterse a
ningún orden anterior a él.
2. No hay un orden jerárquico y necesario de esencias, sólo existen individuos sin
relaciones jerárquicas y causales necesarias entre sí.
3. Entonces, nuestros conceptos no se refieren a esencias que estén en las cosas, sino a
individuos y a su parecido entre sí. Sólo conozco individuos, y éstos a través de la
percepción.
4. Dios no es un ente del que tenga percepción; de él no puedo decir racionalmente ni qué
es ni si existe.
5.- No puedo probarlo por medio de la causalidad como Santo Tomás (no hay relaciones
causales y de jerarquía necesarias entre los seres), ni por medio de su concepto, como
San Anselmo (pues no tengo concepto alguno de la esencia divina). No es posible la
teología racional. Sólo se puede tener fe.
La primera consecuencia (política) es que Occam distinguirá las cuestiones de fe de las de
razón, y sostendrá que la Iglesia debe tener poder sobre cuestiones de fe, pero no sobre
cuestiones de Estado, debe haber una separación neta entre Iglesia y Estado.
La segunda consecuencia es que Occam rompe con la imagen del mundo aristotélica vigente
durante la Baja Edad Media. No existe un orden necesario y jerárquico de esencias, cerrado y
perfecto, luego todos los individuos están en plano de igualdad. Es posible pensar que no haya
lugares naturales jerárquicos para cada uno de esos individuos (el espacio sublunar, imperfecto,
y el espacio supralunar perfecto, y dentro del sublunar diferentes lugares, la tierra para la piedra,
el aire (para el fuego), etc.. Ahora los nominalistas dirán que es probable que hubiera un espacio
infinito, y no cerrado, varios mundos, que la Tierra gire alrededor del Sol, que se pueda medir el

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movimiento (como hacen los “calculatores” de Oxford o Juan Buridán y Nícolás de Oresme en
París…). No dicen que el espacio sea infinito, el movimiento de los astros heliocéntrico, etc., no
fundan la física matemática aún, pero abren la posibilidad de pensar el universo así.
ii) La críticas ilustradas a las pruebas de Dios: Hume y Kant (s. XVIII)
(SOLO LEER):
Ilustración según Kant es aquella actitud que se resume en el lema: “sapere aude”,
atrévete a saber, a servirte de tu propia razón, en vez de ser tutelado por otros.
Hume es un empirista, corriente filosófica de la Ilustración inglesa, que sostiene que las
ideas sólo tienen validez, valor cognoscitivo (esto es, son útiles para conocer) si se refieren a
percepciones o impresiones. Por tanto, el Empirismo va a analizar las ideas o conceptos, su
origen. Si una idea tiene su origen en una impresión o percepción o combinación de impresiones,
entonces es una idea válida cognoscitivamente, si no debe rechazarse, pues no proporciona
conocimiento del mundo.
El Empirismo inglés, y también Hume, rechaza los conceptos metafísicos, por no tener ninguna
referencia a percepciones o impresiones de nuestros sentidos: por ejemplo, Hume, sostendrá que
ése es el caso de Dios (idea que no tiene su origen en ninguna impresión).
Hume además analiza conceptos importantes para nuestro conocimiento, como el concepto de
causa, de causalidad, que es esencial al conocimiento (el conocimiento busca las causas de las
cosas) o el de sustancia.
En el caso de la crítica de Hume al concepto de causalidad se trata de un caso particular de crítica
de la inducción. Sobre la causalidad sostiene que cuando percibimos que una cosa sigue a otra,
por ejemplo cuando una bola golpea a otra en una mesa de billar, decimos que la primera cosa es
causa de la segunda (en este caso la primera bola, la pensamos como causa del movimiento de la
segunda), pero para Hume esto no está fundado, pues no tenemos la percepción de una causa,
sólo tenemos la percepción de que a un movimiento le sucede otro. Si decimos que una cosa es
causa de otra es por costumbre, por hábito. Lo pensamos así porque hemos percibido muchas
veces cosas contiguas, que se suceden del mismo modo, y esperamos por tanto que se
comporten igual también en el futuro. Pero la acumulación de casos parecidos en el pasado no
excluye que las cosas se comporten en el futuro de otra manera.
No conocemos tampoco nada de la existencia de las sustancias, pues sólo tenemos impresiones
que atribuimos a un soporte, pero no tenemos percepción de dicho soporte, de tal modo que no
sabemos si existe la sustancia o qué es…Tampoco podemos tener seguridad de que haya algo
que corresponda a la idea del yo, pues sólo tenemos impresiones que recordamos y a esa
colección la llamamos yo, pero no podemos saber que el yo existe, ya que no tenemos ninguna
impresión de él. Ni por último conocemos nada de la existencia de Dios, del cual no tenemos
impresión alguna.
Hume no sólo critica conceptos metafísicos, sino que critica conceptos de uso común en la
ciencia, en el conocimiento del mundo. Concluirá en un escepticismo: no es posible tener
conocimiento cierto (científico) del mundo.
Pero los conceptos de uso científico como el de causalidad, sí tienen un valor práctico, nos
ayudan a orientarnos en el mundo, son útiles para la vida, aunque no proporcionen certeza, pero
los conceptos metafísicos y las ideas religiosas son perjudiciales para la vida.

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Kant va a superar el escepticismo de Hume. Kant restaurará la posibilidad del
conocimiento cierto acerca del mundo es posible. Así la causalidad no es un concepto que
tenga su origen en la experiencia, en la inducción, es decir, en la generalización a partir de un
número finito de casos. Al revés, es un concepto de origen matemático, cuya verdad es
independiente de la experiencia. (No es necesario comprobar por acumulación de casos dados
en la experiencia las verdades matemáticas: así 7+5=12 es verdadero sin que necesite
comprobarlo por experiencia, en peras, manzanas, coches, etc…). La causalidad es un concepto
matemático pues si yo tengo magnitudes dadas, de masa, velocidad, etc. En un cuerpo, y no
añado ni resto ninguna magnitud a las que están dadas (pongamos una fuerza), sigo teniendo
las mismas cantidades en relación al cuerpo, misma masa, misma velocidad, etc. Luego las
variaciones en los cuerpos físicos deben tener necesariamente una causa.
Es posible tener conocimiento cierto acerca de objetos de experiencia, porque todo objeto
de experiencia da en el espacio y en el tiempo, y se sujeta a reglas (matemáticas) del
espacio y el tiempo, que proporcionan certeza.
Dios no es un objeto de experiencia, por tanto, no se sujeta a reglas del espacio y del
tiempo, que permiten la objetividad y la certeza, y así no puedo decir de Dios ni qué es ni
si existe.
Ahora bien, ideas como Dios y alma que son ideas metafísicas y no objetos de
experiencia, no tienen valor cognoscitivo, coincidiendo con Hume, pero tienen un valor
moral para Kant que no tienen en Hume: permiten tener fe en que, cumpliendo con mi
deber moral, mejoraré el mundo y lograré que haya una mayor felicidad en él.
iii) El materialismo histórico de Karl Marx:
Para Marx no hay entidades ideales, independientes del mundo material.
Marx funda el materialismo histórico, para el que sólo hay:
●El hombre como ser de necesidades.
●La naturaleza.
●Y las relaciones cambiantes (históricas) del hombre con la naturaleza para obtener de ella lo que
necesita, a través del trabajo.
Esas relaciones cambiantes vienen definidas por el modo de producción.
El materialismo histórico sostiene que la auténtica realidad es el modo de producción, que es:
El conjunto de relaciones sociales de producción e intercambio que permiten producir lo
necesario para vivir. Cada modo de producción supone:
a) Una división social del trabajo: una división en clases cada una de las cuales tiene una
función en la producción (por ejemplo, organizar o ejecutar, etc.)
b) Un sistema de propiedad: que define la relación (de dominio) entre las clases.
La instituciones políticas, jurídicas, religiosas, son una superestructura que se levanta sobre las
relaciones de producción y que es condicionada fuertemente por ellas.
Esta superestructura (el conjunto de instituciones políticas, jurídicas, religiosas, etc.), están al
servicio del mantenimiento del orden existente con su división de clase y su explotación.

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Ese mantenimiento del orden que ellas aseguran no sólo se logra por la fuerza, sino a través de
los discursos que acompañan y generan esas instituciones.
Tales discursos (políticos, jurídicos, religiosos, filosófícos o metafísicos) constituyen ideologías,
una conciencia falsa de la realidad, por medio de la cual se trata de justificar el orden social
existente en que una clase domina sobre otra, a fin de mantener dicho orden.
La metafísica (y la religión) es pura ideología, esto es, una conciencia falsa de la realidad, para
Marx, al servicio de la clase dominante.

iv) El vitalismo de Nietzsche:
La filosofía de Nietzsche hereda de Schopenhauer que la totalidad de lo real es vida, voluntad de
vivir.
Para Nietzsche (segunda mitad del s. XIX) lo ente es profundamente también voluntad de vivir o
voluntad de poder, pero no extrae las consecuencias negativas de Schopenhauer, para quien vivir es
sufrimiento, pues esa voluntad de vivir que desea insaciablemente y de manera destructiva (poniendo en
lucha permanente a todos los seres vivos unos con otros) nunca se halla satisfecha. Nietzsche, a
diferencia de Schopenhauer, no tratará de liberarse ascéticamente de la voluntad de vivir, como fuente de
sufrimiento, sino que tratará de afirmarla, de aumentarla, querer vivir más, también esta es una filosofía
del sujeto, esta vez, como voluntad de vivir.
Nietzsche rompe con la metafísica, al designar el mundo aparente, del devenir, de lo que
percibimos, como el único real; y el mundo de la metafísica, de Dios, del alma, de las ideas, como
el mundo aparente. Sostiene que el mundo que la metafísica llamaba mundo verdadero, con el
nombre de Dios, ya no se tiene en su tiempo, en la época contemporánea, por verdadero, sino
como falso: se ha desvelado nada. El diagnóstico de la historia occidental es el del Nihilismo, todo
eso (Dios, alma, idea, etc.) que no era nada, puesto que no lo puedo tocar ni ver ni sentir, ni por
tanto desear, es lo que se denominó en la historia metafísica de Occidente como verdadero, pero
que ahora se desvela gracias a la mentalidad científico-técnica como lo que en verdad siempre
fue, como una gran nada. “Dios ha muerto”, significa que nos hemos quedado con una gran nada
(Nihilismo). “Dios ha muerto” es el rótulo que podría resumir nuestra situación histórica: “Falta la
meta, el sentido, la respuesta a la pregunta por qué”. Todo ello lo proporcionaba Dios como
principio ordenador y rector de nuestra vida.
A lo largo de la historia de Occidente el mundo de lo sensible del devenir, el único real, fue llamado
aparente y el mundo ideal verdadero, por resentimiento al devenir y a su fue, a la vida. El mundo ideal
juzga el devenir, sostiene que no debíó ser. A partir de entonces la voluntad queda apresada por el deber
ser, no desea vivir en el momento presente, no desea su futuro, no desea vivir más.
Pero que Dios haya muerto, junto con sus valores morales y metafísicos contrarios a la vida y que
la condenaban, es una oportunidad histórica, para afirmar la única realidad, la vida, y superar el
Nihilismo mismo. La vida es la auténtica realidad, es voluntad de poder, deseo de vivir más, de
aumentar la propia potencia. La muerte de Dios permite crear nuevos valores, nuevas
interpretaciones de la realidad, que no condenen la vida, como aparente, como irreal, como mala,
o insuficiente, sino que la afirmen, que la favorezcan, que aumenten nuestra potencia o deseo de
vivir, nuestra voluntad de poder.
La superación del Nihilismo consiste en la creación de nuevos valores afirmadores de la vida, que
aumenten la voluntad de poder, se le denomina transmutación de todos los valores, y se
corresponderá con la época histórica del superhombre, del hombre creador de nuevas
interpretaciones y valoraciones para vivir más, con más intensidad, del hombre dice sí a

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v) El existencialismo ateo de J- P. Sartre:
Por último, es de señalar el existencialismo ateo de Jean-Paúl Sartre en los años 30´, 40´, 50´y 60´
del s. XX.
Sartre defiende en su existencialismo ateo la incompatibilidad entre Dios y la libertad.
“Si Dios existe nada está permitido”. Seríamos una esencia creada por Dios, igual que un artesano
produce una mesa en función de un concepto previo, de una esencia por él pensada. De este
modo nosotros no seríamos libres, sino que nuestros actos estarían predeterminados por nuestra
determinación o esencia.
“Si Dios no existe, en cambio, todo está permitido”. No seríamos una esencia (una determinación
producida por Dios), sino un existente, sin determinación previa, una pura posibilidad, libertad. El
sujeto no tiene esencia, sólo existencia: no está hecho, por así decir, tiene que hacerse a lo largo
de su existencia, y en cuanto pura libertad está condenado a decidir lo que va a ser. Decide su
esencia con sus actos, en su modo de vivir, de existir.
De ahí que Sartre sostenga que la existencia precede a la esencia, y no al revés, como se había
pensado metafísicamente.
Para la metafísica tener esencia o determinación debía ser anterior a existir, pues si algo tiene
determinación, no es contradictorio en sus términos, puede llegar a tener existencia. A esta
posición tradicional de la metafísica en que la esencia antecede a la existencia se le denomina
“esencialismo”).
Para Sartre, al ser nosotros una existencia y no una esencia, no estamos determinados a nada,
excepto a una cosa, a tener que decidir lo que seremos: estamos condenados a ser libres. Y negar
con excusas, con pretextos, el hecho de que siempre somos nosotros los que decidimos, negar
nuestra libertad, y con ello nuestra responsabilidad, es engaño, es “mala fe”. Por ejemplo, en el
caso de aquel que dice: “No decidí yo, fue la educación que recibí”, o “no decidí yo, fueron las

circunstancias”, etc.