La Concepción del Ser Humano en la Filosofía: De Descartes a Nietzsche

El ser humano en la Filosofía Moderna

En el siglo XVII surge la filosofía moderna. La preocupación fundamental de esta nueva etapa es el problema del origen, de los límites y de los criterios de validez del conocimiento, es decir, el problema del ser humano en relación con el problema del conocimiento.

Autoconciencia y mecanicismo: La visión de Descartes

El proceso renacentista, que otorgaba mayor importancia al ser humano frente a Dios, desembocará en el principio de la filosofía cartesiana. Descartes publica su obra Discurso del método, que tiene como objetivo encontrar un método para determinar la validez de nuestras ideas, creencias y opiniones. De esa intuición deduce la propia existencia: «pienso, luego existo». También reconocemos en nosotros el cuerpo, que, al igual que el resto de la materia, se mueve mecánicamente. Por lo tanto, el ser humano sería un híbrido de máquina y autoconciencia. Descartes ideó la hipótesis de que en la glándula pineal se realiza la conexión entre el alma y el cuerpo.

El ser humano como punto de partida y límite: La perspectiva de Hume

En su obra Tratado de la naturaleza humana, David Hume usará el método introspectivo. Sostiene que solo desde un enfoque y punto de partida antropocéntrico tendremos la posibilidad de explicar legítimamente el conjunto de la realidad.

  • No podemos probar la existencia de esa realidad denominada alma. El alma sería tan solo una especie de imagen pictórica para referirse a la grandeza del ser humano.
  • En consecuencia, el ser humano se explica a partir del estudio de sus operaciones mentales y de sus realizaciones prácticas, sociales y estéticas. Para Hume, no cabe duda de que existe una naturaleza humana, y sitúa al ser humano como un ser más dentro del conjunto de la naturaleza.
  • Para él, la función de la razón consiste en descubrir los fines que nos resultan apetecibles y los medios para alcanzarlos. La razón no es el motor de la acción, sino el instrumento de la pasión y el deseo. En sus propias palabras: «la razón tan solo es y debe ser esclava de las pasiones».
  • Las pautas de convivencia y la constitución de las sociedades humanas también se derivan de las pasiones, ya sean apacibles o violentas. Las claves para entender al ser humano desembocan en el establecimiento de su condición no esencialmente racional, sino sentimental y afectiva.

El ser humano en el reino del deber moral: La ética de Kant

Immanuel Kant considera que el carácter fundamentalmente racional de la propia condición de los seres humanos nos obliga a actuar no solo por los impulsos de la naturaleza, sino por los dictados del deber moral. Este aspecto racional supone, como en el Renacimiento, reconocer la igual dignidad de todos los seres humanos. Así, el ser humano se convertirá en un problema filosófico, sobre todo por su condición moral.

El ser humano en la Filosofía del Siglo XIX

En el siglo XIX, pensadores como Darwin, Marx y Nietzsche promueven una segunda revolución intelectual respecto a la concepción del ser humano.

La perspectiva biológica: Charles Darwin

Charles Darwin explica la evolución de las especies a partir de otras especies vegetales o animales precedentes. Según su teoría, la especie humana no ha aparecido en la Tierra espontáneamente, sino que es fruto de una larga evolución. Esta idea desafía frontalmente la creencia en la separación radical entre los seres humanos y el resto de los animales.

La perspectiva sociológica: Karl Marx

Karl Marx parte de la indefensión natural del hombre, que necesita vivir en común para transformar la naturaleza a través del trabajo y asegurar su supervivencia. El trabajo se convierte así en el factor constitutivo de la sociedad y de la naturaleza humana. Sin embargo, los seres humanos, al trabajar por imperiosa necesidad dentro del sistema capitalista, acaban convirtiéndose en meras mercancías de mercado, quedando cosificadas su propia naturaleza y sus relaciones con los demás.

La alienación es un proceso por el cual un individuo transforma su modo de ser propio y característico por otro que le es ajeno. Marx identifica tres tipos básicos de alienación: religiosa, política y económica, por los que los seres humanos se convierten en esclavos de determinadas creencias, de las leyes y del trabajo, respectivamente.

La desigualdad social tiene su expresión en el abismo creciente entre la mayor riqueza de la burguesía y la mayor pobreza del proletariado. Estas contradicciones internas, según Marx, provocarán cíclicos procesos de crisis.

La perspectiva psicológica: Nietzsche y Freud

Con Friedrich Nietzsche se abre el abismo y la zozobra del ser humano del siglo XX. Su punto de partida supone reconocer la inexistencia de una realidad objetiva. El mundo se entiende desde una perspectiva antropocéntrica. Nietzsche propone una nueva forma de entender al hombre que resulta de la «muerte de Dios»: el superhombre. Nietzsche representa este proceso con tres imágenes: el camello, el león y el niño.

Por su parte, Sigmund Freud intentó dar un estatus científico al concepto de lo inconsciente. Su concepción de la mente dividida en capas (inconsciente, preconsciente y consciente) fue revolucionaria. Aún lo es más su indicación de que el ámbito de nuestra consciencia es solo la punta del iceberg de nuestra vida mental.

Claves sobre el sentido de la existencia humana

El ser humano es una realidad por hacerse. Cada persona se construye a sí misma a partir de lo que constituye su estructura como individuo y de la estructura de la sociedad y de la época en la que vive, que le otorgará unas referencias concretas para dar sentido a su vida y justificar su existencia. La filosofía existencialista, gestada durante el horror que vivió Europa con las dos guerras mundiales, intentó responder a esta cuestión con las siguientes alternativas:

La vida carece de sentido: El existencialismo nihilista

El existencialismo nihilista, representado por figuras como Albert Camus y Jean-Paul Sartre, afirma que la vida es algo absurdo, sin sentido. Camus utiliza el mito de Sísifo para expresar lo absurda que es la existencia. La vida es una secuencia de proyectos que se frustran con la muerte. Por su parte, Sartre indica que el hombre es un ser «arrojado al mundo» y sostiene que la vida es absurda y el ser humano, una «pasión inútil».

La vida tiene sentido: Perspectivas trascendentes e inmanentes

Sentido trascendente de la vida

Desde esta visión, Dios es el creador de todo y es el fin hacia el que tiende todo lo existente. La felicidad plena consiste en ser uno con él.

El personalismo cristiano de Emmanuel Mounier es un ejemplo. Para este filósofo, la persona es la suma de vocación, encarnación y comunión. La vocación puede descubrirse a través de la meditación. La encarnación se produce cuando la persona se compromete con alguna obra y está en comunión con los demás, renunciando a sí mismo.

Sentido inmanente de la vida

Bajo esta perspectiva pueden incluirse corrientes evolucionistas, ecologistas, vitalistas o los humanismos marxistas. El ser humano va realizándose y desarrollando sus capacidades, a la vez que va dotando de sentido a su vida.

El humanismo marxista denuncia la situación de opresión y explotación de una parte de la humanidad a manos de otra. Debido a esto, el trabajo se ha convertido en algo odioso, en enemigo del hombre, y toda la vida humana ha quedado cubierta por la sombra de la alienación. La lucha solidaria humana será capaz de crear una sociedad sin clases, en la que no existirá la propiedad privada de los medios de producción.

La crítica demoledora de Nietzsche a la cultura occidental también propone un sentido inmanente. La «muerte de Dios» lleva consigo la desaparición de los valores tradicionales de Occidente, pero también origina un nuevo tipo de ser humano: el superhombre. Nietzsche defiende un sentido radicalmente inmanente de la vida.

Nosotros damos sentido a la vida: La propuesta de Viktor Frankl

El sentido de la vida hay que descubrirlo en la nueva sociedad, en la participación y la solidaridad. Al individuo le faltan referencias y anclajes sociales, y su personalidad tiende a la desintegración. Este fenómeno, conocido como «vacío existencial» según Viktor Frankl, se manifiesta en estados más o menos largos y profundos de tedio y aburrimiento. Otro síntoma es la «neurosis dominical», la depresión que a veces nos visita o invade los días de descanso. Frankl apuesta por buscar un sentido a la vida que sea liberador, concreto y sólido. La actitud que nos corresponde es la de «responder» por nuestra propia vida. A esta característica esencial del ser humano, Frankl la designa como «autotrascendencia de la existencia», pues solo desde la responsabilidad personal se puede responder a la vida.