El Descubrimiento de la Realidad Suprasensible: La Segunda Navegación
En la filosofía de Platón hay un punto decisivo que transforma por completo la manera de entender todos los problemas filosóficos: el descubrimiento de una realidad suprasensible, una dimensión que los filósofos presocráticos no habían llegado a imaginar. Los pensadores de la phýsis —salvo excepciones como Pitágoras o Anaxágoras— intentaron explicar el mundo recurriendo a un arjé de carácter físico: agua, aire, tierra… Aunque intuían que la esencia de las cosas no coincide con lo que muestran los sentidos, nunca llegaron a liberarse completamente de ellos para conocer esa esencia. Por eso, según Platón, sus intentos de explicación fracasaron.
Platón toma en serio la idea de que los sentidos solo nos muestran apariencias y propone lo que llama la Segunda Navegación: abandonar la confianza en los sentidos y guiarse únicamente por la razón. Si la primera navegación (la de los presocráticos) pretendía explicar lo sensible a partir de lo sensible, Platón decide apartar radicalmente la información sensorial y pensar solo con la razón. Este giro implica admitir que hay dos niveles de realidad: el mundo visible y cambiante, y un plano invisible, inteligible, que lo fundamenta y lo explica. Ese plano superior es el Mundo de las Ideas.
Naturaleza y Función de las Ideas
El Mundo de las Ideas no se trata de un lugar físico; las Ideas son realidades eternas, inmutables, intangibles e incorruptibles. Tampoco pertenecen al ámbito psíquico, ya que no son estados mentales sino verdades objetivas. Las Ideas constituyen el auténtico Ser, aquello que da identidad y estructura a las cosas sensibles. Son aquello que desde el inicio buscaban los filósofos.
Las Ideas son múltiples, tantas como clases de cosas existen, incluso de realidades humildes como el barro o la basura. Las cosas del mundo sensible solo tienen ser en la medida en que participan de las Ideas correspondientes. El verdadero círculo no es el que dibujamos en una pizarra —siempre imperfecto—, sino el círculo ideal gracias al cual podemos reconocer cualquier figura circular. Lo mismo ocurre con la Idea de árbol o con cualquier otra. Por eso, al estudiar algo, debemos remitirnos a su Idea, no a sus manifestaciones concretas.
La participación es el vínculo que une el mundo sensible con el inteligible: las cosas son lo que son porque participan de las Ideas. De este modo Platón supera el monismo de Parménides, que negaba la pluralidad del mundo sensible al afirmar que solo existe el Ser. Platón también introduce una visión relativa del No-ser: el No-ser no es una nada absoluta, sino simplemente aquello que una Idea no es. Así, la Idea de mesa es mesa precisamente porque no es árbol, ni agua, ni lápiz…
La Jerarquía de la Realidad y el Demiurgo
Las Ideas están ordenadas jerárquicamente: unas dependen de otras más universales, y todas culminan en la Idea de Bien, vértice de la realidad inteligible y fundamento de todas las demás. Como las Ideas participan del Bien en distintos grados, también muestran distintos niveles de perfección. Esta concepción influirá profundamente en la filosofía medieval y moderna.
El mundo sensible surge cuando un Demiurgo, un dios racional y bueno, da forma a la chôra (una materia informe) tomando como modelo el Mundo de las Ideas. El Demiurgo actúa movido por el Bien y crea el mundo más bello y perfecto posible, dotándolo incluso de un alma: el cosmos es un ser vivo.
Epistemología Platónica: El Conocimiento y la Anámnesis
El problema siguiente es explicar cómo conocemos las Ideas. Los sofistas habían planteado que el conocimiento es imposible: no se puede buscar lo que se desconoce (¿cómo reconocerlo?), ni tiene sentido buscar lo que ya se conoce. Para superar esta dificultad, Platón formula la teoría de la anámnesis: conocer es recordar. Nuestra alma ya conocía las Ideas, pero las ha olvidado.
Platón lo explica desde dos perspectivas:
- Mítica (Fedro): El alma es inmortal y, antes de encarnarse, contempló las Ideas. Al caer en el cuerpo, lo olvida todo; conocer es recordar. Aquí introduce el mito del carro alado.
- Dialéctica (Menón): Mediante el ejemplo del esclavo, muestra cómo la mayéutica socrática permite hacer aflorar conocimientos que el alma ya poseía.
El Fedón ofrece otra demostración: aunque percibimos objetos imperfectos, poseemos conceptos de perfección (lo igual, lo circular, lo bello). Como estos conceptos exceden lo que captan los sentidos, deben proceder del alma, que recuerda las Ideas. Cuando conocemos una Idea, accedemos al verdadero Ser.
Grados del Conocimiento: La Alegoría de la Línea
En la Alegoría de la Línea, Platón distingue los grados de conocimiento. En el nivel inferior está la dóxa (opinión), basada en imágenes y creencias. En el nivel superior se encuentra la episteme (ciencia), que versa sobre las Ideas. La episteme puede alcanzarse mediante:
- Dianoia: Un pensamiento discursivo basado en hipótesis (propio de los matemáticos).
- Noesis: La intuición intelectual del Bien y de las Ideas, que proporciona comprensión profunda.
Para pasar de la opinión a la ciencia necesitamos un método: la dialéctica, camino de liberación que eleva desde las sombras del mundo sensible hasta la luz del Bien. El Mito de la Caverna representa este proceso de ascenso intelectual y también la responsabilidad ética y política de quien alcanza el conocimiento: liberar y educar a los demás.
El Amor (Eros) como Impulso Filosófico
La vía racional no es la única. Platón habla también del amor (Eros) como un impulso que media entre lo sensible y lo inteligible. El amor es una fuerza que eleva hacia la Belleza y constituye una forma extrarracional de acercarse al Bien. No es un dios ni un mortal, sino un ser intermedio, un buscador perpetuo de perfección: un filósofo en sentido literal.
Mitos Fundamentales
El mito del carro alado explica por qué el alma cayó en el mundo sensible: originariamente vivía junto a los dioses, pero una culpa rompió sus alas y la obligó a encarnarse. Solo un alma que viva filosóficamente durante largos ciclos podrá recuperar sus alas y volver a la contemplación del Bien.
Finalmente, Platón muestra en el mito de la Caverna cómo:
- Existen distintos grados de realidad.
- El conocimiento es un ascenso.
- La verdad libera ética y políticamente.
- El saber puede enseñarse.
- Quien ve la luz debe volver a ayudar a los demás.
Con todo ello, Platón ya conoce la estructura de lo real, la naturaleza del conocimiento y el sentido liberador de la filosofía. Pero aún queda una pregunta decisiva: si la Justicia es una Idea, ¿qué significa ser justo en la práctica? Esa será la cuestión que abordará a continuación, recogiendo y transformando las enseñanzas de Sócrates.
Antropología Platónica: El Dualismo Radical
La antropología platónica se caracteriza, ante todo, por un dualismo radical: el ser humano es un compuesto de alma y cuerpo, pero no en pie de igualdad. El alma es inmortal, pertenece al mundo de las Ideas y su unión con el cuerpo es accidental. Por influencia pitagórica, Platón admite la reencarnación, de modo que una vida sabia permite al alma regresar a las Ideas.
El cuerpo, en cambio, es visto de manera negativa: es la “cárcel del alma”, el origen de las pasiones, necesidades y errores que impiden al alma elevarse al conocimiento. Por eso, mientras está unida al cuerpo, la tarea del alma es purificarse, liberándose de la influencia corporal (tema central del Fedón).
La Estructura Tripartita del Alma
Platón distingue además tres partes del alma:
- Racional (inmortal, situada en la cabeza): responsable del pensamiento y del conocimiento.
- Irascible (mortal, situada en el tórax): sede del valor, el honor y las pasiones nobles.
- Concupiscible (mortal, situada en el abdomen): origen de los deseos, impulsos e inclinaciones sensibles.
Esta estructura se explica mediante el mito del carro alado del Fedro: la razón es el auriga que debe guiar a dos caballos, uno noble (alma irascible) y otro indisciplinado (alma concupiscible). La vida humana consiste en mantener el control del carro, es decir, en que la razón gobierne sobre las pasiones y los deseos.
La Inmortalidad del Alma
El Fedón desarrolla otro aspecto esencial: la inmortalidad del alma y su afinidad con las Ideas. Allí Platón, a través de Sócrates, defiende que el filósofo no debe temer a la muerte, ya que esta libera al alma del cuerpo y permite acceder a la verdad sin estorbos. Para justificarlo, ofrece cuatro argumentos:
- De los contrarios: Todo proviene de su opuesto; la vida procede de la muerte, y por tanto el alma sigue existiendo.
- De la reminiscencia: Conocer es recordar; el alma ha debido existir antes y seguirá existiendo después.
- De la simplicidad: El alma es simple e inmaterial, semejante a las Ideas; lo simple no puede descomponerse ni morir.
- Del principio vital: El alma es el principio de la vida; admitir que muere sería contradictorio.
En el Fedón este dualismo se expresa de forma extrema: el cuerpo es un obstáculo y la filosofía, una preparación para la muerte. Sin embargo, Platón no mantendrá siempre una oposición tan radical. En otros diálogos, como el Fedro o la República, la dimensión emotiva y desiderativa del alma adquiere un papel más complejo.
La Ética de Platón: El Intelectualismo Moral y las Virtudes Cardinales
La ética platónica continúa directamente el intelectualismo moral de Sócrates. Platón sostiene que quien conoce el Bien actúa bien, y que nadie obra mal voluntariamente: el mal procede siempre de la ignorancia. Además, coincide con Sócrates en que la salvación del alma es lo más importante y que la filosofía tiene como primera tarea ayudar al ser humano a ser virtuoso. En esta línea critica el relativismo moral de los sofistas, quienes reducían los valores a simples convenciones y dejaban al individuo sin una guía segura para la acción. Para superar ese escepticismo, Platón analiza la esencia de la virtud.
Para Platón, la virtud es excelencia funcional: la capacidad de cada ser para cumplir correctamente su función. Como el ser humano se define por su alma, y esta está compuesta por tres partes (racional, irascible y concupiscible), cada parte posee su propia virtud específica. Así, la ética platónica deriva de la estructura tripartita del alma:
- Alma concupiscible (caballo negro): Dominada por el deseo. Su virtud es la templanza, entendida como moderación y control de los placeres.
- Alma irascible (caballo blanco): Relacionada con el ánimo, el valor y el impulso hacia la acción. Su virtud es la fortaleza.
- Alma racional (auriga): Gobierna y orienta al conjunto mediante la razón. Su virtud es la prudencia, la capacidad de decidir correctamente.
Cuando las tres partes del alma cumplen su función y se armonizan bajo la dirección de la razón, aparece la virtud más importante: la justicia, que es el equilibrio global y la integración perfecta de las otras tres. Estas cuatro virtudes —prudencia, fortaleza, templanza y justicia— constituyen las virtudes cardinales, sobre las que se funda toda la vida moral. En conjunto, la ética de Platón puede entenderse como sabiduría, porque depende del conocimiento del Bien; como purificación, porque exige liberar al alma de los excesos del cuerpo; y como armonía, porque busca el equilibrio interno de todas las partes que componen el alma humana.
La Política de Platón: El Estado Ideal y la Justicia Social
Para los sofistas, el origen de las sociedades políticas era arbitrario y convencional: nada en la naturaleza humana obligaba a vivir en comunidad. Sin embargo, para Platón el ser humano no puede concebirse al margen del Estado. La polis surge porque cada individuo es incapaz de satisfacer por sí mismo todas sus necesidades, y solo la comunidad permite alcanzar una vida completa.
En su origen, la ciudad se forma gracias a la cooperación entre individuos que atienden a las necesidades básicas: alimentación, vestido, vivienda… Todos estos trabajadores constituyen la clase de los productores, base económica de la polis. Cuando la ciudad progresa y se refina, aparece una segunda clase dedicada a protegerla y mantener el orden: son los guardianes, un ejército profesional seleccionado entre ciudadanos con capacidades especiales (fuerza, valentía, rapidez, amor a la verdad) y educado estrictamente para su función. De entre los guardianes se eligen los gobernantes, que serán los más capacitados para dirigir la ciudad.
Correspondencia entre Alma y Estado
Para Platón, ética y política forman una unidad inseparable. La estructura del Estado refleja la estructura del alma humana, que posee tres partes: la racional, la irascible y la concupiscible. Cada parte del alma está asociada a una virtud. Del mismo modo, Platón distingue tres clases en el Estado, cada una con una función y una virtud propia:
- Los gobernantes poseen la sabiduría y la prudencia, pues son quienes deben dirigir la polis hacia el orden tomando como modelo la Idea de Bien.
- Los guardianes tienen como virtud principal la fortaleza, necesaria para defender la ciudad.
- Los productores practican la templanza, que consiste en moderar sus deseos y usar con medida los bienes materiales.
La justicia surge cuando cada clase social cumple adecuadamente su función, igual que en el alma humana hay justicia cuando sus partes actúan en armonía. Por eso, la ética conduce directamente a la política: solo en una ciudad justa pueden formarse individuos justos.
El Régimen Ideal y la Educación
Platón concibe una organización estrictamente jerarquizada, ya que no todos los seres humanos están dotados de la misma manera. Cada persona debe recibir la educación correspondiente a la parte del alma que predomina en ella y a la función social que desempeñará. El Estado platónico es, ante todo, una institución educativa: su objetivo principal es formar buenos ciudadanos. Por este motivo, Platón propone un comunismo total para guardianes y gobernantes: abolición de la propiedad privada y de la familia, de manera que no confundan los intereses personales con los del Estado. Solo los productores pueden tener bienes y formar familias estables.
La Teoría de la Degeneración de las Formas Políticas
Platón desarrolla una teoría de la evolución de las formas políticas. La única organización ideal es la aristocracia, gobierno de los mejores, encabezada por los filósofos-reyes. Este régimen es perfecto porque la inteligencia domina el Estado. Sin embargo, Platón explica cómo esta forma degenera inevitablemente en otras inferiores:
- Timocracia: Surge cuando los guardianes, movidos por el honor y la ambición, ocupan el poder. Al carecer del conocimiento del Bien, gobiernan con orden, pero sin justicia verdadera.
- Oligarquía: La timocracia degenera en oligarquía, donde gobiernan los ricos y los pobres quedan excluidos. Aquí domina la parte concupiscible del alma: el afán de dinero corrompe todas las clases y provoca desorden interno.
- Democracia: Cuando la presión de los descontentos se hace insostenible, surge la democracia, gobierno de la masa. Para Platón es un régimen engañoso: parece ideal porque todos son iguales, pero en realidad confunde vicios con virtudes. El exceso de libertad destruye la autoridad, elimina a los expertos y promueve todo tipo de conductas sin orden ni medida.
- Tiranía: Este caos desemboca en la tiranía, la peor forma de gobierno. En ella, el pueblo entrega el poder a un caudillo que promete resolver los conflictos, pero que acaba actuando solo para su propio beneficio. El tirano se vuelve esclavo de su propia locura, y su gobierno conduce a la catástrofe: «De la extrema libertad sale la mayor y más ruda esclavitud».