La novela después de la Guerra Civil

El Modernismo es un movimiento estético que se desarrolla durante los últimos años del Siglo XIX y los primeros del XX en Europa y América. 1888 y 1914 como fechas clave, la publicación de Azul…, de Rubén Darío,y al inicio de la Primera Guerra Mundial. Este periodo histórico está marcado en España por la pérdida de las últimas colonias en los territorios de Ultramar (Cuba, Puerto Rico y Filipinas) y por la conciencia de su atraso con respecto al resto de Europa, en lo que se ha llamado la crisis de fin de siglo. Hay un profundo pesimismo en la sociedad española, consecuencia de la mala situación económica, cultural, educativa y política en la que estaba el país. En Hispanoamérica se ensalzan los sentimientos nacionalistas por su independencia de la metrópoli.E El libro Azul…, poeta nicaragüense Rubén Darío se considera la primera gran obra de este movimiento literario, y a su autor, su máximo representante. Nace como reacción al Realismo y al Naturalismo anteriores. Busca distanciarse de la vulgaridad de los gustos burgueses y de la representación de la realidad.
El m. Prefiere ambientes relacionados con lo misterioso y lo exótico.E  influyen dos corrientes literarias francesas, el parnasianismo y el simbolismo. Del parnasianismo toma el interés por la perfección formal y la concepción “del arte por el arte”, así como el gusto por la mitología greco-latina, nórdica y oriental. Del simbolismo recoge la palabra evocadora, que sugiere significados ocultos, el sentido de la musicalidad y el ritmo. Otras influencias serán las del español Gustavo Adolfo Bécquer, de los norteamericanos Walt Whitman y Edgar Allan Poe, del irlandés Óscar Wilde o del italiano Gabriele d’Annunzio. 


El modern, que coincide en el tiempo con la gen. Del 98 en España, será el punto de partida para otras corrientes lit. Posteriores, como el ultraísmo o el posmodernismo, e influirá también en los autores de la gen del 27. Los modern se rebelan contra los valores establecidos, dando una estética bohemia y extravagante.  caract.: ● desprecio a lo burgués, que consideraban vulgar. ● La búsqueda de arte sensual y refinado, dirigido a los sentidos. ● preferencia por ambientes exóticos y misteriosos. ● El gusto por la armónía de la cultura grecolatina. ● estética personal y creativa, ligada al esteticismo. Lo aristocrático, lo exquisito, la belleza de los objetos suntuosos y elegantes pueblan sus poemas. ●renovación de la sintaxis, léxico, métrica y ritmo. ● El intimismo: el yo poético expresa sus sentim: vitalismo optimista, angustia, insatisfacción, melancolía, soledad… E Los temas de los que trataban sus obras tienen puntos de contacto con el Romanticismo, con su desazón y su pesimismo vital, pero los reelaboran desde su propio punto de vista: ● Evasión: el rechazo de la realidad los llevaba a buscar mundos exóticos, con princesas y ninfas. Huyen tanto en el espacio, hacia un Oriente mágico, como en el tiempo, hacia la remota E. Media o la Antigüedad clásica. ● Cosmopolitismo: los modernistas se sentían ciudadanos de un mundo sin fronteras. París era el lugar donde se encontraba el refinamiento y la elegancia que deseaban ● Angustia existencial: amargura del presente, insatisfacción, hastío y incertidumbre ante el fut. ● Amor y sensualidad: los poetas evocaban a la amada de forma ideal y en sus poemas introduj. Refer. Sensuales y eróticas. ● Lo indígena y lo hispánico: defensa de lo indígena y de lo español para acentuar las diferencias respecto a la influencia estadounidense


En lo que se refiere a los gén lit, el preferido por los modern fue el g lírico, que renovaron también desde el p de vista formal, dotándolo de la musicalidad que buscaban, de un nuevo lenguaje poético y de nuevas formas estéticas. Como consideraban que la poesía debía ser más original, introdujeron novedades en los versos y estrofas clásicas. Utilizaron eneasílabos y dodecasílabos en sonetos, silvas y romances. Los encabalgamientos suavizaban la ruptura del verso alejandrino. Utilizaron el verso libre y rimas irregulares. E El ritmo adquiríó un efecto musical y sonoro muy marcado gracias a la acentuación del verso, con la combinación de sílabas átonas y tónicas. Además de alternar rimas asonantes y consonantes, emplearon versos monorrimos con rima interna. E Hay en los poetas modernistas una depurada selección de vocabulario y un uso abundante de recursos literarios (entre los que destaca la sinestesia). En el léxico se muestra el gusto por el exotismo, las palabras cultas, la adjetivación referida a los sentidos y las aliteraciones que añaden musicalidad al verso. En el desarrollo del Modernismo, es posible identificar tres momentos: – Iniciación, con la primera generación modernista (José Martí y Manuel Gutiérrez Nájera), entre 1882 y 1896. – Culminación, cuando en 1888 Rubén Darío publica Azul… En 1896 se edita Prosas Profanas, la obra que oficializa el Modernismo en Hispanoamérica. – Continuación, con la segunda generación modernista. Darío se consagra como líder del movimiento. Los escritores de esta segunda generación continuarían el mismo con sus aportes personales (Leopoldo Lugones, Ricardo Jaimes Freyre, Amado Nervo y Julio Herrera y Reissig)


El poeta nicaragüense Rubén Darío está considerado como el iniciador del
Modernismo, además de ser uno de los autores más influyentes del Siglo XX. En Azul…
renueva un lenguaje monótono, dándole plasticidad, armónía y musicalidad.
En la trayectoria poética de Rubén Darío pueden distinguirse también dos etapas,
en las que se combina el gusto por la tradición y el Romanticismo con las influencias del
simbolismo y el parnasianismo franceses.
En el primer período es plenamente modernista y se preocupa sobre todo por la
originalidad del lenguaje. Azul… Constituye un canto al amor al más puro estilo
ROMántico; combina la prosa y el verso y abundan las imágenes (con cisnes y fuentes).
Prosas Profanas supone la culminación del Modernismo. El amor se vuelve más sensual.
La mujer, inalcanzable, causa dolor en el poeta.
El segundo periodo es más trascendente y reflexivo. El lenguaje es más sobrio y el
poeta expresa sus preocupaciones sociales. Cantos de vida y esperanza, publicada en
1905, es la obra más significativa de esta etapa.

En la lírica de Darío aparecen los temas carácterísticos del Modernismo: el
malestar vital, el escapismo, el cosmopolitismo, el amor y la sensualidad, el indigenismo
y el hispanismo.


Un momento que podemos destacar en la vida de Rubén Darío es su viaje a
España en 1892. Aquí conocíó a varios escritores con los que establecíó vínculos. La
lírica modernista fue cultivada por algunos de ellos en algún momento de su trayectoria
literaria. Antonio Machado (Soledades), Juan Ramón Jiménez (Arias tristes), Manuel
Machado (Alma), Ramón María del Valle-Inclán, cuyas Sonatas constituyen una cumbre
de la prosa modernista, o el murciano Ricardo Gil (La caja de música). En cuanto al
teatro, tenemos las figuras de Francisco Villaespesa (El alcázar de las perlas), Eduardo
Marquina (Las hijas del Cid) o los hermanos Machado (La Lola se va a los puertos).
Como conclusión al Modernismo podemos citar las palabras de Mario Vargas
Llosa cuando, refiriéndose a Rubén Darío, afirma que “La extraordinaria libertad y
audacia con que el escritor nicaragüense creó su propia tradición, líberó a la poesía en
lengua española del regionalismo y la devolvíó al universo de los clásicos”.


Desde finales del Siglo XIX se produce la aparición, tanto en Hispanomérica como en España, de corrientes literarias renovadoras, cansadas de los convencionalismos del espíritu burgués, y que reaccionan contra el Realismo y el Naturalismo imperantes y contra su forma de concebir la literatura. Desde Hispanoamérica se acuña el término “modernistas”, con el que nos referimos al grupo de escritores impulsados por este deseo de cambio. En España, de forma paralela, se desarrolla la que se ha llamado “generación del 98”. Estos escritores se ocuparán en sus obras de la decadencia, la miseria, la crisis espiritual del país, preocupados por la situación política, social y cultural en que se encuentra tras la pérdida de las últimas colonias de Ultramar, Cuba, Filipinas y Puerto Rico, en 1898. La crisis española les hace volver el rostro a Europa, consideran que España necesita una europeización para solucionar sus problemas de atraso.

El apelativo de “generación del 98” se lo debemos a Azorín, quien en 1913 agrupa a estos autores teniendo en cuenta su “espíritu de protesta” y su “profundo amor al arte”. En la nómina del 98 se incluyen Miguel de Unamuno, Pío Baroja, Ramiro de Maeztu, Ramón Mª del Valle-Inclán, Jacinto Benavente, Rubén Darío y otros. En su lista no incluye a Antonio Machado, y algunos de los autores a los que sí nombró, como Unamuno o Baroja,rechazaron esta denominación. Aun así, el término tuvo éxito pronto y aún se sigue utilizando. 


Entre los autores destacados podemos citar a Ángel Ganivet, Miguel de Unamuno (Niebla), Ramón Mª del Valle-Inclán (Luces de Bohemia, que inicia el género teatral conocido como esperpento), Pío Baroja (El árbol de la ciencia), José Martínez Ruiz “Azorín” (La voluntad), Ramiro de Maeztu (Defensa de la hispanidad), Manuel y Antonio Machado (Campos de Castilla), o Ramón Menéndez Pidal, uno de nuestros grandes filólogos. Todos ellos tienen en común la preocupación por el desastre del 98, la protesta por la concesión del Nobel a Echegaray, la influencia de Nietzsche y Schopenhauer; todos participaron en tertulias, colaboraron en las mismas revistas y tuvieron lazos de amistad.
Modernismo y generación del 98 son realmente dos caras de la misma moneda, preocupados ambos tanto por las cuestiones políticas y existenciales que marcan la crisis de fin de siglo como por la renovación del lenguaje literario. Así, los escritores del 98 reaccionaron contra la grandilocuencia y el prosaísmo de la literatura precedente (aunque además de su antirretoricismo, su estilo sobrio, habrá que destacar en ellos el gusto por las palabras tradicionales y terruñeras). Ellos mismos se sentían afines a Galdós, Bécquer o Larra. Sentían devoción por clásicos como Fray Luis de León, Quevedo y Cervantes y mostraron también fervor por la literatura medieval, especialmente por el Cantar de Mío Cid, y la obra de Berceo y Manrique.


Este grupo va sufriendo cambios desde sus posturas de juventud hasta la madurez. En sus inicios son jóvenes en los que se observa un espíritu de protesta y rebeldía, que se deja ver también en política, a la que llevan sus ideas revolucionarias. Eran sobre todo intelectuales antiburgueses. Dentro de los autores del 98 encontramos al “grupo de los tres”, cuya evolución nos marcará la evolución del grupo del 98. Estaba formado por Azorín, Baroja y Maeztu, quienes escribían artículos que firmaban con el seudónimo de “los tres”, con la intención de intervenir en la realidad española que tanto les preocupaba. En 1901 publicaron un manifiesto con el que pretendían impulsar la regeneración de España, aplicando los conocimientos de la ciencia a las “llagas sociales”. En su madurez, cada autor fue creándose una fuerte personalidad, por lo que sus ideas políticas y sus sentimientos estéticos serán muy diversos. Adquirieron especial relevancia las preocupaciones existenciales (por lo que se les relaciona con el Existencialismo europeo, especialmente a través de Camino de perfección, de Baroja, La voluntad, de Azorín, y Amor y pedagogía, de Unamuno).
Como rasgos de estilo esenciales en el 98, algunos ya citados, debemos señalar la creación de una nueva prosa (más sobria), el gusto por las palabras tradicionales (pusieron en circulación un enorme caudal léxico que recogieron de los pueblos y la literatura antigua), el subjetivismo (de manera que el paisaje, la realidad, la sensibilidad y la ideología se funden) y la renovación de los géneros (el ensayo adquiere una flexibilidad que permite 


aunar las reflexiones con la expresión de lo íntimo; la novela admite novedades técnicas, como la rapidez impresionista de Baroja, el ritmo lento de Azorín o las distorsiones de las “nivolas” de Unamuno; además se produce la renovación en el teatro, como ocurre con Valle Inclán y su esperpento).
En general, los autores de este grupo se preocuparon por la identidad de lo español. Sintieron un gran interés por Castilla, de la que intentaron revalorizar su paisaje, sus tradiciones y su lenguaje castizo. Relacionado con este tema encontramos referencias históricas y lo que se llamó “intrahistoria”, “la vida callada de hombres sin historia” que con su labor diaria hacen la historia más profunda (en este sentido destacan las obras de Unamuno o Castilla de Azorín, en el que abundan referencias al pasado y el deseo de encontrar la esencia de España en su historia e intrahistoria).
El amor a España se combinaba con el deseo de europeización, aunque con el tiempo en casi todos ellos dominó la exaltación casticista. Por otra parte, podemos recordar que el pesimismo fue la actitud más corriente entre estos autores.
La religión, desde el conflicto y la contradicción hasta las posturas católicas tradicionales, quedaron reflejadas en las obras de los autores del 98, como Del sentimiento trágico de la vida, Niebla o San Manuel Bueno, mártir, todas ellas de Unamuno.


Para terminar podemos señalar que como movimiento de regeneración social y política, el 98 fracasó quizás por ofrecer una visión abstracta a los problemas de España. Pero como movimiento literario, se crearon grandes obras tanto en novela y teatro como en ensayo. Por la diversidad estética de estos autores (en temas y estilos), resulta difícil definir la generación del 98, pero tenían rasgos literarios comunes, en cuanto al lenguaje, su visión de la realidad, su sentimentalismo y la actitud social de sus obras.


Después del desastre de la Primera Guerra Mundial (1914-1918) las nuevas generaciones en Europa defendieron la creación de un mundo nuevo, de un nuevo orden internacional y de nuevas expresiones artísticas. En España, ese afán por la modernización y la rebeldía se reflejó fundamentalmente en dos movimientos literarios: el novecentismo y las vanguardias.

Novecentismo:
Se denomina así a la obra de un grupo de autores que alcanzan el momento de máximo esplendor a partir de 1914 (por lo que también se conoce al grupo como generación del 14). Son autores con una sólida formación intelectual que vieron en lo europeo un modelo al que imitar. No olvidan el problema de España, pero tienden a un mayor universalismo. En alguno de estos autores se observa el deseo de escribir para minorías cultas. Por otra parte, se produce en ellos una renovación de la lengua literaria, mediante la ampliación del vocabulario y la incorporación de neologismos, cultismos o vulgarismos.
En este grupo se pueden observar diferentes etapas: la inicial, que abarca la primera década del Siglo XX, una etapa de madurez hacia 1914, una convivencia con las vanguardias en los años 20 y, finalmente, la etapa de ocaso o término a partir de 1930.

En el novecentismo encontramos en prosa principalmente ensayos y novelas. En la poesía habrá que destacar la figura de Juan Ramón Jiménez.


En el terreno del ensayo, las figuras más importantes son la de José Ortega y Gasset (1883-1956) y Eugenio D’Ors. Junto a ellos, encontramos a Manuel Azaña o Gregorio Marañón.
José Ortega y Gasset fue el fundador de la Revista de Occidente en 1923, y desde ella promovíó la difusión de las tendencias filosóficas y científicas más importantes de la época. En un estilo singular, brillante y cuidado, utilizando incluso la metáfora y la ironía, muestra su pensamiento. Entre sus obras se encuentran La rebelión de las masas (en la que propugna que la sociedad debe estar regida por una minoría selecta) y La deshumanización del arte (con ideas que influyeron en las vanguardias españolas, y entre las que destacan que el arte debía procurar el placer estético).
La novela, por otra parte, es un género minoritario en el novecentismo. Presenta dos líneas fundamentales, según desee seguir los modelos realistas o apartarse de ellos. En este terreno encontramos autores como Ramón Pérez de Ayala o Gabriel Miró, además de Ramón Gómez de la Serna o Wenceslao Fernández Flores.
En la producción novelística de Ramón Pérez de Ayala podemos apreciar dos momentos. Las obras de la primera época, como A.M.D.G., tienen rasgos autobiográficos y presentan un tono pesimista. En la segunda época, se acentúan el simbolismo y la carga intelectual. El autor reflexiona sobre temas universales, como el amor o el honor en Tigre Juan y su continuación, El curandero de su honra. En esta obra, Juan se casa con Herminia, que lo 


abandona cuando se siente cautivada por un vulgar donjuán. La historia acaba sin venganza, defendiendo que la honra no se funda en la opinión ajena, sino en la virtud personal.
Gabriel Miró escribe una prosa elaborada y descriptiva. Al autor le interesa la emoción que producen los objetos. Es autor de El obispo leproso.
Ramón Gómez de la Serna es conocido principalmente por sus greguerías, que son pensamientos o frases breves en los que se combina la metáfora con el humor. Su narrativa es vanguardista, como en El caballero del hongo gris.
Wenceslao Fernández Flores propone una visión irónica de la realidad. Una de sus obras más conocidas es El bosque animado.
En la poesía novecentista  encontramos a Juan Ramón Jiménez, con una poesía minoritaria y difícil en constante creación. En una etapa intelectual, a partir de 1916, se aleja de la estética modernista. Algunos de sus poemarios son Ninfeas, Almas de violeta (ambas influidas por el Modernismo), Diario de un poeta recién casado, Dios deseado y deseante (escrita ya en el exilio).

Las vanguardias:
Hay muchos rasgos comunes entre las vanguardias y el novecentismo. Ambos forman un movimiento artístico de entreguerras que tiene como finalidad la reacción contra la literatura anterior. Pero se diferencian en que la reacción de las vanguardias es más radical, más 


violenta. El nombre, “vanguardias”, fue acuñado durante la I Guerra Mundial (1914-1918) para designar las inquietudes artísticas de la “avanzadilla” cultural europea. Fue uno de los momentos de mayor unidad entre los artistas europeos. Pero no fue un movimiento unitario, sino que estaba formado por un gran número de movimientos, que compartían el deseo de crear un arte radicalmente distinto que rompiese definitivamente con el Realismo y acabase con él. Y en esos movimientos hubo diferentes etapas desde las primeras manifestaciones.
En la literatura, la corriente vanguardista más importante fue el Surrealismo. Surgíó en Francia a partir del dadaísmo hacia 1924, cuando André Bretón publica un Manifiesto del movimiento. El Surrealismo buscaba bucear más allá de la realidad y de la lógica. Pretendía liberar y manifestar los impulsos reprimidos, el fondo inconsciente del ser humano. En la poesía se empleaba la escritura automática. Mediante esta técnica se transcribía lo que sugería y dictaba la mente sin que, en teoría, mediara la razón lógica. Así se conseguía  una auténtica expresión libre del lenguaje, con insólitas asociaciones de palabras e imágenes oníricas.
En español adquieren especial relevancia dos corrientes poéticas vanguardistas: el creacionismo y el ultraísmo. El primero fue un movimiento propugnado por el chileno Vicente Huidobro, quien en 1921 publicó un escrito justificando este movimiento. Buscaba crear la propia realidad en el poema por medio de imágenes originales y nunca dichas. Se caracteriza por la ruptura de la realidad visible para crear una nueva realidad que tuviera sentido en sí misma. Se trataba de “hacer florecer la rosa en el poema”, no cantarla, y de 


“hacer un poema como la naturaleza hace un árbol”. El ultraísmo recogíó parte de la influencia dadaísta y futurista. Surgíó en España hacia 1919, con el Manifiesto Ultra firmado entre otros por Guillermo de la Torre. El ultraísmo intentaba resumir en él mismo todas las vanguardias mediante la ruptura del discurso lógico y la introducción de innovaciones tipográficas. Se renovaron las metáforas, se exaltaba el mundo moderno y las máquinas, se sustituían los signos de puntuación por signos matemáticos, se trataba de eliminar lo sentimental y personal. Había una relación de elementos siempre que esa relación no se produjera en la realidad. A estos movimientos se unieron autores como Gerardo Diego.
Otros movimientos vanguardistas importantes fueron el Futurismo y el dadaísmo. El primero nacíó en Italia, promovido por Marinetti. Ensalzaba el antirromanticismo y la civilización mecánica y técnica. Propugnaba romper con los cánones estéticos  y los temas del pasado. El dadaísmo toma como nombre una palabra sin sentido, escogida al azar (al parecer, a partir de una palabra infantil: dadá). Surge gracias al rumano Tristan Tzara en 1916. Como movimiento aspiraba a instaurar una expresión original, absurda y fuera de toda lógica. Las ideas de este movimiento abrieron paso al Surrealismo. Tanto el Futurismo como el dadaísmo tuvieron una vida corta.

Las vanguardias, también llamadas “ismos”, supusieron un momento de creatividad en el que todo estaba permitido y en el que la experimentación, la provocación y la rebeldía actuaban como punto de partida y motor para la creación artística