Manifiesto de los persas

MANIFIESTO DE LOS PERSAS

1. CLASIFICACIÓN

El documento es una fuente escrita primaria y directa de naturaleza circunstancial, posee un carácter objetivo, porque emana de un hecho determinado – la restauración del absolutismo fernandino en 1814- en función de la cual se encuentra. Como manifiesto, tiene carácter de instrumento político y registra un conjunto de ideas y principios compartidos por quienes lo suscriben, sin que pueda considerarse un documento ideológico y político coherente. La autoría del texto es colectiva y puede atribuirse a un grupo de 69 diputados realistas, que constituían algo más de un tercio del conjunto de representantes. Su redacción se fragua durante las sesiones de Cortes, en febrero de 1814, que se ocupaban de fijar las normas que debían regular la entrada de Fernando VII, el viaje del rey a Madrid y la jura de la Constitución. Los núcleos que deseaban el fin del régimen constitucional y el retorno del absolutismo comenzaron a preparar el golpe de estado que culminaría en mayo de 1814. El texto fue elaborado por un núcleo más reducido que los 69 diputados que lo firmaron (de ellos 34 eclesiásticos). Se redactó en Madrid, en la casa de D. Joaquín Palacín, diputado por Aragón y auditor de Rota, que vivía en la calle de las Fuentes, segundo piso, en una sala reservada del interior de la vivienda, donde se reunían a partir de las ocho de la noche entre veinte y veintidós personas. El alma de la conspiración era Rosales, suplido por Jerónimo Castillón, que llegó a ser obispo de Tarazona e Inquisidor General. El destino del texto es privado y fue preparado inicialmente para justificar un acto de fuerza, antes de adaptarlo para su presentación al propio monarca, a quien va dirigida su versión definitiva con vistas a servir de pretexto y programa de un golpe de estado efectuado con el apoyo del rey. Los conspiradores madrileños enviaron representantes a Valencia donde el rey había entrado el 16 de abril, Mozo de Rosales llevaba consigo el Manifiesto de los Persas.

2. ANÁLISIS Y COMENTARIO

El Manifiesto de los Persas, de 12 de abril de 1814, es un largo documento que comenzaba así “Era costumbre de los antiguos persas”, esta cita erudita dio nombre al documento que tiene una amplia parte dedicada a criticar a las Cortes, el movimiento liberal y todos los cambios ocurridos en España desde 1808. Su teoría política se fundamenta en la subordinación moral del poder al bien común, pero sin instituciones que limiten el ejercicio de dicho poder, como idea fundamental puede considerarse la justificación de la monarquía absoluta como “obra de la razón y la inteligencia”, terminando con la exposición de tres peticiones significativas: la primera, “que se suspendan los efectos de la



Constitución, y decretos dictados en Cádiz”, en segundo lugar “que se proceda a celebrar Cortes con la solemnidad, y en la forma que se celebraron las antiguas”, esto es la petición de celebración de Cortes tradicionales del Antiguo Régimen y por último el “mantenimiento de leyes y fueros seculares de España. Desde el final de la Guerra de la Independencia se hizo patente el enfrentamiento entre liberales y defensores del Antiguo Régimen. Ambos grupos se hallan representados en las Cortes ordinarias que se reunieron en Madrid el 1 de octubre de 1813. Poco después de diciembre de 1813, se firmaba el tratado de Valençay por el que Fernando VII recobraba la Corona. El rey Fernando, autorizado a regresar, cruzaba la frontera por Gerona el 22 de Marzo de 1814. Las Cortes reunidas en Madrid, habían declarado que Fernando VII no podría ejercer el poder real hasta haber jurado la Constitución. Así se fragua la conspiración absolutista, cuyo objetivo era regresar al Antiguo Régimen. Fernando VII contó con el apoyo de los realistas, del clero y de un sector del ejército, a lo que se añadió el malestar social en la España rural a causa del aumento de la presión fiscal que suponían las contribuciones directas decretadas por las Cortes en 1813. En esta marcha hacia el retorno del absolutismo se inscribe este texto. Finalmente el proceso concluye con el golpe de Estado del día 4 de mayo de 1808, haciéndose público un Real Decreto en el que el rey afirmaba que las Cortes le habían despojado de su soberanía, que por tanto sus actos eran “nulos y de ningún valor ni efecto”, con un lenguaje idéntico al del “Manifiesto de los Persas”, se prometía reunión de Cortes, se declaraban inviolables los derechos del pueblo y se prometía libertad de prensa.

VALORACIÓN: Se trata de un manifiesto que entregan al rey, Fernando VII, un grupo de diputados de las cortes ordinarias en el que le dicen que durante los seis años de “su cautividad” se ha cambiado el sistema político y que el Congreso del que forman parte decreta lo contrario de lo que ellos y sus provincias desean. Pasa después a defender la monarquía absoluta como “obra de la razón y de la inteligencia” para concluir pidiendo a Fernando VII que “estime siempre sin valor esa Constitución de Cádiz” y la dé por no aprobada. Finaliza pidiéndole que se celebren unas Cortes, pero “con arreglo en todo a las antiguas leyes”, es decir, estamentales, de Antiguo Régimen. El documento ha sido valorado desde diversos enfoques, la historiografía tradicional, representada por F. Suárez, lo califica como “una renovación, dentro de la tradición”, mientras para J. Tusell “este manifiesto no encerraba un programa propio ni una tercera vía” aunque “podía haberse deducido un programa intermedio o modestamente renovador”. M. Artola lo califica como “una imagen en negativo del pensamiento y programa de los absolutistas”. La valoración de la historiografía renovadora en palabras de J. Fontana es rotunda: “Es perfectamente sabido que el manifiesto no sirvió más que para cohonestar(justificar) el golpe de estado de mayo de 1814 (…) no merece, por tanto, el trabajo de analizarlo ni de tomárselo en serio”.