Ideología, Alienación y Capitalismo en el Marxismo
¿Por qué no se producen revoluciones constantes? ¿Por qué, si observamos la existencia de grupos con intereses opuestos, no se desencadena una revolución? Para responder a estas interrogantes, Marx introduce un concepto clave en su filosofía: la ideología. Ante la toma de conciencia de la injusticia inherente al sistema, la superestructura genera un mecanismo de defensa conocido como Ideología.
La Ideología es una falsa conciencia, un conjunto de ideas que justifican y buscan mantener el status quo, impidiendo su transformación. Es una forma de autoengaño que perpetúa el sistema y nos impide percibir las estructuras de opresión, obstaculizando nuestra capacidad de rebelión. Una manifestación significativa de la ideología, aunque no la única, es la religión. Según Marx, se produce una alienación religiosa cuando el ser humano proyecta en Dios y en un “otro mundo” (creaciones humanas) aquello que debería ser y realizar por sí mismo, encontrando así consuelo para su existencia sin intentar transformar el mundo real. La religión, además, crea una promesa, una esperanza: el cielo. Para Marx, esto genera pasividad, consuelo e impide la revolución, ya que la “vida mejor” se sitúa en otro mundo. Marx señala la religión como una de las ideologías más influyentes, pero también incluye el fútbol, el nacionalismo, entre otras.
Crítica al Capitalismo y la Alienación del Trabajo
Para Marx, la tarea de la filosofía consiste en analizar la realidad social concreta. Por ello, se dedica a estudiar la forma social de su tiempo, que persiste en la actualidad: el Capitalismo. Marx argumenta que, bajo este sistema, el ser humano no puede desarrollar libremente su praxis y, por ende, llevar una vida digna y feliz. La sociedad capitalista se divide en clases sociales, y Marx identifica una contradicción fundamental entre las dos principales: burguesía y proletariado. La burguesía detenta la propiedad privada de los medios de producción, mientras que el proletariado solo posee su fuerza de trabajo, su praxis, que debe vender a la burguesía para sobrevivir. Esto da lugar a la explotación de una clase por otra y, consecuentemente, a la lucha de clases. Como se observa, los intereses de ambas clases son irreconciliables y entran en contradicción, lo que revela los elementos de una posible revolución. Esta explotación en el capitalismo se basa en la Alienación en el trabajo.
La alienación en el trabajo implica que el valor del producto creado por el trabajador, que debería reflejar el valor aportado por el trabajador y los medios de producción utilizados, no pertenece al obrero ni contribuye a mejorar el mundo. En cambio, este valor es determinado, pertenece y beneficia al capitalista. El salario no remunera el trabajo realizado, sino únicamente la fuerza de trabajo, la cantidad necesaria para que el obrero pueda volver a trabajar y ser explotado nuevamente. De esta manera, la praxis del trabajador, y con ella su propia humanidad, se utiliza como un “medio” para generar un beneficio para el capitalista, la plusvalía, en lugar de crear un mundo más humano. La alienación se produce porque la capacidad de transformación del mundo del trabajador, su praxis, no se utiliza para humanizar el mundo y convertirlo en un lugar mejor y más racional, sino para mantener el capitalismo y su propia explotación y opresión. El proletario, con su trabajo, aumenta el capital y, por lo tanto, fortalece el mismo sistema que lo explota.
La Revolución y la Superación del Capitalismo
Es, por tanto, necesaria la superación del capitalismo y el final de la sociedad de clases, es necesaria la Revolución. Efectivamente, la única forma para poder emanciparse es hacer la revolución y superar con ella el capitalismo, que impide el desarrollo de la humanidad. El interés del proletariado es, por tanto, universal porque si se libera él también libera a todos pues implica el final de la sociedad de clases y de la explotación del hombre por el hombre. Para que la realización de la revolución sea posible, el proletariado deberá adquirir una conciencia de clase que le haga comprender su propia condición de explotados. El proletariado cuando se libere no solo liberará a su clase, sino que también liberará a la burguesía. En el capitalismo el burgués también está sometido a las reglas de este, la burguesía no puede actuar de otro modo que como actúa. Si un burgués decide no generar plusvalía, en un medio capitalista, se hundiría y se convertiría en proletario. La culpa de esto no es de la clase burguesa, sino el sistema capitalista. Si el proletariado se libera, por tanto, libera a toda la humanidad. El objetivo de la revolución será socializar los medios de producción. Conseguir que los dueños de los medios de producción sea la sociedad en su conjunto. Con la revolución serán socializados los medios de producción y comenzará tras lo que Marx llamó la “prehistoria de la humanidad”, una nueva era, donde los sujetos podrán desarrollar su praxis y ser realmente libres. Esta nueva etapa será lo que Marx llamará comunismo.
Teoría Liberal y la Propiedad Privada
La teoría liberal, fundada por Locke (s. XVII, Segundo tratado sobre el gobierno civil) y desarrollada por Adam Smith (s, XVIII, La Riqueza de las Naciones), considera que los individuos, a través de su trabajo, otorgan valor a los recursos naturales. Defiende el derecho a la venta de la propia fuerza, tiempo y habilidades por un salario para adquirir otros bienes y recursos. Concibe la propiedad privada como un incentivo para la inversión y la producción de riqueza, y sostiene que la competencia y la libre interacción en el mercado conducen a beneficios colectivos y al crecimiento económico. Su concepto de la “mano invisible” (Adam Smith) sugiere que las decisiones individuales buscando ganancias conducen al bienestar general.