Karl Marx y el Ser Humano
Karl Marx plantea una visión materialista del ser humano, rompiendo con las tradiciones filosóficas anteriores que concebían al hombre principalmente como un ser racional o espiritual. Para Marx, el ser humano no se define primariamente por su capacidad de razonar, sino por su actividad práctica, por su capacidad para transformar la naturaleza a través del trabajo. Así, el trabajo no es una mera actividad económica: es el medio esencial mediante el cual el hombre se objetiva, se realiza y expresa su esencia en el mundo.
El trabajo, en su sentido originario, es una actividad libre, creativa y consciente. A través del trabajo, los seres humanos modifican la realidad externa pero también se modifican a sí mismos, desarrollando sus capacidades y necesidades. Sin embargo, bajo las condiciones históricas de las sociedades de clases, y especialmente en el capitalismo, el trabajo pierde su carácter emancipador y se convierte en fuente de alienación.
La Alienación en Marx
Marx desarrolla el concepto de alienación principalmente en sus Manuscritos económico-filosóficos de 1844. El trabajador se encuentra alienado de varios modos: primero, del producto de su trabajo, que no le pertenece sino que es apropiado por el capitalista; segundo, del proceso de trabajo mismo, que se convierte en una actividad impuesta y no libre; tercero, de su propia esencia como ser humano, pues el trabajo, que debería ser la expresión de su naturaleza, se convierte en una actividad deshumanizadora; y, por último, de otros seres humanos, ya que las relaciones sociales quedan mediadas por relaciones de mercado y competencia.
Además de esta alienación económica, Marx señala la existencia de una alienación ideológica. A través de la religión, la moral tradicional, el derecho burgués y otras instituciones, las ideas dominantes refuerzan el orden establecido, haciendo que los explotados acepten su situación como natural o inevitable. Así, la “falsa conciencia” impide que los trabajadores comprendan su verdadera condición histórica y el carácter construido de las relaciones de dominación. Para Marx, esta situación de alienación no es un accidente, sino una característica estructural de las sociedades divididas en clases.
Materialismo Histórico y Superación del Capitalismo
A lo largo de la historia, desde el esclavismo hasta el capitalismo, siempre ha existido una clase dominante que posee los medios de producción y una clase explotada que produce bajo su control. La historia humana, según el materialismo histórico, es en esencia la historia de la lucha de clases.
En el capitalismo, la alienación alcanza su máximo grado. El trabajador no sólo es explotado mediante la extracción de plusvalía, sino que su propia existencia se cosifica: la fuerza de trabajo se convierte en mercancía, su actividad se despoja de toda creatividad y se ajusta a los ritmos y necesidades del capital. Además, el fetichismo de la mercancía oculta las relaciones sociales que subyacen a los productos, presentándolos como realidades autónomas.
No obstante, Marx considera que el capitalismo lleva en sí mismo las semillas de su superación. La creciente concentración de capital y la agudización de las contradicciones internas del sistema generan las condiciones para la toma de conciencia del proletariado. Esta clase, al ser explotada colectivamente y estar privada de propiedad, no tiene más intereses que los de la humanidad misma. Su emancipación, mediante la abolición de la propiedad privada de los medios de producción, significará la emancipación universal.
En una sociedad comunista, el trabajo recuperaría su carácter originario como actividad libre y creadora. Se superaría la alienación, no mediante el rechazo del trabajo, sino mediante su transformación en una actividad autoexpresiva y socialmente significativa. Así, la naturaleza humana, entendida no como algo dado de una vez por todas, sino como un proyecto abierto de autorrealización histórica, encontraría su plena expresión.
La Ética de Kant
La ética de Kant se fundamenta en la búsqueda de un principio moral universal y necesario. Frente a las éticas anteriores, basadas en fines empíricos como la felicidad, Kant propone una ética formal, fundada en la razón pura práctica. Su objetivo es descubrir el contenido a priori de la moralidad, es decir, una ley que obligue a todo ser racional independientemente de su inclinación o interés particular.
Los Imperativos Categóricos
Kant distingue entre imperativos hipotéticos e imperativos categóricos. Los primeros ordenan acciones como medios para alcanzar un fin deseado, por tanto, son contingentes y carecen de valor moral absoluto. En cambio, el imperativo categórico ordena la acción como un fin en sí mismo, con carácter absoluto y universal. La primera formulación de este imperativo es la “fórmula de la ley universal”: obra sólo según una máxima tal que puedas querer que se convierta en ley universal. El criterio de universalización permite identificar deberes perfectos (prohibiciones absolutas, como no mentir) y deberes imperfectos (deberes de ayuda a otros).
La segunda formulación del imperativo categórico es la “fórmula de la humanidad”: trata a la humanidad, tanto en tu persona como en la de los demás, siempre como un fin y nunca sólo como un medio. El ser humano tiene dignidad porque posee la capacidad de autolegislarse moralmente, de darse fines racionales, y por ello debe ser respetado siempre.
La tercera formulación es la “fórmula de la autonomía”: obra como si por tu máxima fueras legislador en un reino de fines. Aquí Kant establece la idea de la libertad moral: actuar no por imposiciones externas, sino siguiendo una ley que la propia razón impone. La voluntad autónoma es aquella que actúa por respeto a la ley moral, mientras que la voluntad heterónoma actúa movida por inclinaciones externas.
La Obligatoriedad Moral y los Postulados
La deducción de la obligatoriedad moral se basa en la identificación entre libertad y autonomía. Aunque empíricamente no podamos conocer nuestra libertad (porque pertenecemos al mundo de los fenómenos), la conciencia moral nos obliga a pensar en nosotros mismos como libres. Este hecho de la razón —la conciencia de la obligación moral— nos lleva a postular nuestra libertad como pertenecientes al mundo nouménico.
Finalmente, Kant introduce el concepto de bien supremo: la unión de virtud y felicidad. Dado que en este mundo no siempre la felicidad acompaña a la virtud, Kant postula tres ideas prácticas: la libertad, la inmortalidad del alma (para que la virtud pueda alcanzar la felicidad completa) y la existencia de Dios (como garante moral de este orden).
Friedrich Nietzsche y la Muerte de Dios
El texto pertenece a Friedrich Nietzsche (1844–1900), filósofo clave del pensamiento contemporáneo y uno de los grandes críticos de la metafísica occidental, el cristianismo y la moral tradicional. El fragmento está tomado de La gaya ciencia (1882), y trata una de sus tesis más célebres: la muerte de Dios. Este acontecimiento marca, para Nietzsche, la ruptura definitiva con los valores absolutos que han sustentado la cultura europea durante siglos. La tesis principal del texto es que la desaparición de la creencia en Dios provoca una transformación radical en los fundamentos morales y existenciales de Europa. La pérdida de esta fe no solo implica una crisis religiosa, sino que desestabiliza toda la estructura de pensamiento y valores que dependía de ella: especialmente, la moral tradicional. Nietzsche describe esta situación como un proceso aún incomprendido por la mayoría, pues sus efectos más profundos todavía no se han manifestado plenamente. No obstante, para los “espíritus libres”, es decir, los filósofos y pensadores críticos, esta muerte no es motivo de desesperación, sino una oportunidad de renovación. Lo que otros perciben como oscuridad, ellos lo viven como una aurora: se abren nuevos horizontes de pensamiento y conocimiento. Sin un Dios que limite o imponga normas trascendentes, el pensamiento se emancipa: “el mar, nuestra alta mar, se abre de nuevo a nosotros”.
Consecuencias y Estructura Argumentativa
Desde el punto de vista argumentativo, el texto sigue una estructura en tres momentos: en primer lugar, el anuncio del acontecimiento (la muerte de Dios); en segundo, las consecuencias todavía invisibles o mal comprendidas por la mayoría (la moral se hunde con Dios); y finalmente, la reacción positiva de los filósofos, que descubren en ello un nuevo espacio de libertad y creación. El texto combina afirmaciones expositivas, interrogaciones retóricas y metáforas que refuerzan la intensidad emocional y simbólica del cambio descrito.
Base Teórica y el Nihilismo
La base teórica del texto está en la crítica al platonismo y al cristianismo, que para Nietzsche representan una misma tendencia: negar la vida y el devenir en nombre de un mundo ideal, eterno, perfecto. La creencia en Dios es el fundamento último de esta visión, y su caída deja al ser humano frente al abismo del nihilismo: la ausencia de sentido objetivo. No obstante, Nietzsche plantea que este nihilismo puede ser superado activamente mediante la creación de nuevos valores, idea que se desarrollará en conceptos como el superhombre y el eterno retorno.
Relación con Otros Filósofos
La crítica de Nietzsche puede ponerse en diálogo con Søren Kierkegaard, filósofo danés del siglo XIX y uno de los padres del existencialismo. Aunque ambos parten del diagnóstico del vacío de sentido en la modernidad, su respuesta es opuesta: Kierkegaard defiende un salto de fe hacia lo absoluto (Dios), mientras que Nietzsche lo rechaza como evasión. Donde Kierkegaard ve angustia y necesidad de redención, Nietzsche ve una oportunidad para la autoafirmación y la creación de nuevos valores. También se puede contrastar con Platón, quien afirmaba la existencia de un mundo inteligible y eterno como garantía de la verdad y el bien: exactamente lo que Nietzsche critica como negación de la vida.