Platón: Fundamentos de la Filosofía Occidental
Teoría de las Ideas
Platón desarrolló su teoría de las Ideas como respuesta al relativismo sofista, defendiendo que existen verdades absolutas como la justicia o el Bien. Estas Ideas son realidades eternas, perfectas e inmutables, accesibles solo por la razón. Distingue dos mundos: el sensible, percibido por los sentidos y cambiante; y el inteligible, formado por las Ideas, que son los modelos perfectos de todo lo que existe. En el Fedón, Platón afirma que las Ideas son la esencia y causa de la realidad. En el Timeo, introduce al Demiurgo, un dios que crea el mundo usando las Ideas como modelo. La Idea del Bien es la más elevada, iluminando a las demás, como muestra el Mito de la Caverna. Conocer es ascender de lo sensible a lo inteligible mediante la razón.
La Dialéctica
Para Platón, la dialéctica es el método más alto para alcanzar el conocimiento verdadero, en contraste con la retórica sofista, que busca persuadir sin buscar la verdad. Se basa en el diálogo racional que elimina opiniones falsas (doxa) y conduce al saber universal (episteme). Comienza con la mayéutica socrática, continúa con la reminiscencia del alma de las Ideas, y culmina en la abstracción hacia lo universal. El punto máximo es la contemplación de la Idea del Bien, representada por el sol en el Mito de la Caverna. Platón critica a los sofistas por manipular el lenguaje y sostiene que solo los filósofos formados en dialéctica deben gobernar. En La República, defiende que los filósofos-reyes, al conocer el Bien, pueden dirigir la polis con justicia.
Teoría del Alma
Platón concibe el alma como inmortal y superior al cuerpo, que es una cárcel. En los diálogos Fedón y Fedro, divide el alma en tres partes: racional (pensamiento), irascible (emociones nobles) y concupiscible (deseos). En el Mito del Carro Alado, la razón guía a las otras dos, buscando armonía. La virtud surge cuando cada parte cumple su función: sabiduría, fortaleza y templanza, generando justicia interior. Sin alma inmortal, la justicia carecería de sentido. En La República, esta división se refleja en la sociedad: gobernantes (razón), guardianes (valentía) y productores (deseo). El equilibrio del alma es la base de la justicia social, uniendo ética individual y política ideal.
Las Virtudes y la Ciudad Ideal
En La República, Platón plantea una sociedad ideal basada en la justicia y el orden, donde cada clase cumple su función: productores (templanza), guardianes (fortaleza) y gobernantes (prudencia). Tras la condena de Sócrates, rechazó la democracia y defendió una aristocracia del conocimiento, con filósofos gobernando por conocer la Idea del Bien. La justicia es que cada clase actúe según su virtud sin interferir. Para mantener el equilibrio, propone educación común, eliminación de la propiedad privada para gobernantes y guardianes, igualdad de género y control estatal de matrimonios. Critica regímenes como la timocracia, oligarquía, democracia y tiranía por ser desordenados o injustos. Su modelo busca el bien común.
Los Sofistas: Escepticismo, Relativismo y Convencionalismo
En la Atenas del siglo V a.C., los sofistas eran maestros de oratoria que enseñaban a jóvenes aristócratas. Su pensamiento se basaba en el escepticismo, relativismo y convencionalismo, negando verdades absolutas y afirmando que cada individuo percibe la realidad de forma distinta, como dijo Protágoras: «el hombre es la medida de todas las cosas». En moral, consideraban que valores como la justicia son relativos y dependen de la cultura o el interés; Trasímaco afirmó que «la justicia es lo que conviene al más fuerte». Defendían que las leyes son convenciones humanas, no naturales. Platón los criticó por usar el lenguaje sin buscar la verdad, aunque reconoció que impulsaron el pensamiento crítico y la reflexión moral.
La Ley y el Bien Común (Platón)
El texto señala que la ley no busca la felicidad de un grupo particular, sino el bienestar de toda la ciudad, promoviendo la armonía entre los ciudadanos mediante la persuasión o la fuerza. Su objetivo es que todos contribuyan al beneficio común y que el Estado utilice sus capacidades para la unidad colectiva, sin permitir intereses individuales que desvíen este fin.
El texto afirma que la Idea del Bien, aunque difícil de alcanzar en el mundo inteligible, es el fundamento de todo lo recto y bello. En el ámbito visible genera la luz y su soberano, mientras que en el inteligible rige la verdad y el conocimiento. Quien aspire a actuar con sabiduría, tanto en lo privado como en lo público, debe contemplarla.
San Agustín: Fe, Razón y la Búsqueda de la Verdad
La Existencia de Dios y las Ideas Ejemplares
San Agustín considera a Dios como un ser absoluto, eterno, perfecto e inmutable, fundamento de toda verdad. Aunque la razón no puede demostrar completamente su existencia, el alma lo conoce mediante la introspección y la revelación. Argumenta que las verdades eternas no pueden venir de seres humanos cambiantes, sino solo de Dios. Su argumento cosmológico sostiene que el deseo humano de felicidad apunta a una realidad trascendente, Dios, fuente de plenitud. Además, afirma que existen ideas perfectas como justicia y belleza solo en el entendimiento divino, y que concebirlas indica un ser superior. Así, San Agustín concluye que las verdades universales confirman la existencia de un Dios perfecto, base de verdad y felicidad.
La Libertad y el Problema del Mal
San Agustín basa su filosofía en la existencia de Dios y de ideas ejemplares. Dios es un ser eterno, perfecto, justo e inmutable. Aunque la razón humana no puede demostrarlo completamente, el alma puede conocer a Dios mediante la introspección y la revelación. San Agustín defiende un argumento epistemológico: si existen verdades eternas e inmutables, estas no pueden depender del ser humano, por lo que deben tener su origen en un ser eterno, es decir, Dios. También plantea un argumento cosmológico: el deseo humano de felicidad no se satisface con lo material, lo que indica la existencia de una realidad trascendente. Además, afirma que las ideas perfectas como la justicia o la belleza deben existir en Dios.
La Felicidad y la Posesión de Dios
San Agustín busca no solo conocer la verdad, sino hallar una que satisfaga el corazón humano. Para él, la felicidad es el fin último de la vida y solo se logra con el conocimiento y amor de Dios, la Verdad absoluta, lo que hace su pensamiento eudemonista. Los bienes materiales y placeres son pasajeros y no conducen a la verdadera felicidad. Solo quien conoce a Dios alcanza la verdad y la felicidad, mientras que los demás permanecen en la ignorancia. Frente al escepticismo griego, Agustín argumenta que negar el conocimiento es contradictorio y que dudar implica conciencia de uno mismo, anticipando a Descartes. En resumen, solo en Dios se encuentra la verdad y la auténtica felicidad.
Fe y Razón: Creer para Conocer
San Agustín sostiene que fe y razón se complementan en la búsqueda de la verdad. Su frase «creo para entender, entiendo para creer» refleja que primero se cree y luego se razona para comprender mejor. Para él, la verdad no es solo racional, sino también espiritual, y solo se encuentra plenamente en Dios, por lo que la fe es necesaria junto a la razón. Desconfía de los sentidos y busca la verdad en el alma, donde está Dios. Influido por Platón, afirma que el amor impulsa el conocimiento: amar la verdad acerca a ella. La razón guía hacia la fe, y la fe nutre a la razón, fortaleciéndose mutuamente. La unión de fe y razón permite alcanzar el conocimiento verdadero y la felicidad.
La Ciudad de Dios
San Agustín escribió La Ciudad de Dios tras el saqueo de Roma en el 410 d.C., defendiendo que la caída del Imperio fue por la decadencia moral de Roma pagana, no por el cristianismo. Propone una filosofía cristiana de la historia, con sentido dentro del plan divino y una concepción lineal guiada por la providencia de Dios. Describe la lucha entre dos ciudades espirituales: la Ciudad de Dios, formada por quienes aman a Dios, y la Ciudad Terrena, por quienes se aman a sí mismos y rechazan a Dios. Aunque conviven, solo la Ciudad de Dios ofrece felicidad eterna. Para Agustín, la verdadera esperanza está en la vida eterna, donde fe, política y razón se integran en el plan divino.
La Verdadera Felicidad (San Agustín)
El texto critica la creencia común de que la felicidad consiste en vivir como uno desea. Señala que desear lo que no conviene es peor que no alcanzar lo deseado, pues una voluntad desordenada causa más daño que los infortunios externos. Además, elogia a la madre por haber alcanzado la verdadera filosofía, aunque le falten las palabras para expresarla como Cicerón.
El texto sostiene que quien no alcanza lo que desea no puede ser feliz. Como los académicos buscan la verdad pero no la encuentran, fracasan en su intento y no son felices. Por lo tanto, no pueden ser sabios, ya que la sabiduría implica verdadera felicidad.
Immanuel Kant: Razón, Moral y la Ilustración
¿Qué Debo Conocer? ¿Qué Debo Hacer?
Kant plantea dos grandes preguntas: ¿Qué puedo conocer? y ¿Qué debo hacer? En su Crítica de la Razón Pura delimita el conocimiento, afirmando que este surge de la sensibilidad (datos externos), el entendimiento (organiza datos con conceptos) y la razón (ideas como Dios o alma). Sin embargo, esas ideas no aplican fuera de la experiencia, por lo que la metafísica no es ciencia. En la Crítica de la Razón Práctica, Kant sostiene que una acción es buena solo si se hace por deber, guiada por el imperativo categórico, que obliga a actuar según máximas universales. Así, Kant defiende usar la razón tanto para conocer el mundo como para orientar la moral.
Influencia del Racionalismo y el Empirismo
Durante la Ilustración surgieron dos posturas opuestas sobre el conocimiento: el racionalismo, que afirmaba que la razón es la fuente principal y que existen ideas innatas (Descartes), y el empirismo, que sostenía que todo conocimiento proviene de la experiencia y negaba las ideas innatas (Hume). Kant, en su Crítica de la Razón Pura, propuso una síntesis entre ambas posturas. Según él, todo conocimiento comienza con la experiencia, pero no todo proviene de ella. Es necesario combinar los datos sensibles con estructuras mentales innatas.
Kant distingue entre la materia del conocimiento (lo que recibimos del mundo exterior) y las formas que nuestra mente aporta para organizarla (espacio, tiempo y categorías como causalidad). Estas formas son a priori, no vienen de la experiencia, pero solo se aplican a ella. Así, Kant supera el dogmatismo racionalista y el escepticismo empirista, mostrando que el conocimiento científico es posible gracias a la unión entre razón y experiencia. Su pensamiento marcó un antes y un después en la filosofía moderna.
Características del Racionalismo
El racionalismo, corriente filosófica del siglo XVII con pensadores como Descartes, Leibniz y Spinoza, sostiene que la razón es la principal fuente de conocimiento, más fiable que los sentidos. Defiende la existencia de ideas innatas, como las matemáticas o la perfección, presentes desde el nacimiento y no derivadas de la experiencia. Los racionalistas desconfían de los sentidos, que pueden engañar, y consideran el conocimiento sensible poco seguro. Creen que la ciencia debe fundamentarse en principios racionales universales y necesarios, y que conocer implica deducir a partir de esos principios claros. Además, sostienen que el mundo es racional y ordenado, y que la razón puede descubrir las causas de todo.
Características del Empirismo
El empirismo, corriente filosófica inglesa de los siglos XVII y XVIII con autores como Locke, Berkeley y Hume, sostiene que todo conocimiento proviene de la experiencia, rechazando las ideas innatas del racionalismo. Según Locke, la mente es una «tabula rasa» al nacer, y aprendemos a través de los sentidos y la reflexión interna. La experiencia marca el límite del conocimiento; temas como el alma, Dios o el origen del universo son especulativos y carecen de base empírica. Aunque valora la razón, el empirismo sostiene que esta solo organiza y analiza lo que la experiencia ofrece, sin crear ideas por sí misma. En resumen, conocer es experimentar, y nada llega al entendimiento sin pasar antes por los sentidos.
Características de la Ilustración
La Ilustración del siglo XVIII impulsó el uso de la razón para enfrentar la ignorancia, superstición y tiranía. Su lema, «sapere aude» («atrévete a pensar por ti mismo»), refleja la defensa de la autonomía, es decir, que el ser humano use su razón para decidir, en contraste con la heteronomía, que sigue normas sin cuestionar. Creía que todos pueden razonar y deben acceder a la educación para superar la ignorancia o «minoría de edad». Además, confiaba en el progreso a través del pensamiento crítico para mejorar la sociedad, ciencia y política. Criticaba la religión dogmática y la monarquía absoluta, apoyando la tolerancia, libertad y derechos humanos, marcando el inicio del pensamiento autónomo.
«Caesar non est supra grammaticos»: La Supremacía de la Ley Moral
La expresión «Caesar non est supra grammaticos» refleja la idea central de Kant: ni el poder ni la autoridad están por encima de la ley moral, que debe ser universal, racional y autónoma. Para Kant, la razón práctica guía nuestras acciones, y distingue entre actuar por legalidad (obligación externa) y por moralidad (reconocimiento racional), siendo esta última ética verdadera. Su ética se basa en el imperativo categórico, una ley moral a priori, categórica y autónoma, que obliga sin condiciones. La fórmula más conocida es: «Actúa según una máxima que puedas querer universal». Kant sostiene que la moral requiere libertad y la fe en la inmortalidad del alma y en Dios, como garantías para la unión de virtud y felicidad. Así, nadie está por encima de la ley moral.
Uso Público y Privado de la Razón
Kant distingue entre el uso público y privado de la razón en su texto «Respuesta a la pregunta: ¿Qué es la Ilustración?». El uso público es cuando una persona, como ciudadano libre, expresa sus ideas en público, criticando y proponiendo cambios sin restricciones, y es esencial para el progreso de la Ilustración. En cambio, el uso privado ocurre dentro de un rol u organización, como el ejército o la Iglesia, donde debe cumplirse con obligaciones y puede haber límites, por ejemplo, un soldado debe obedecer órdenes. Kant sostiene que la Ilustración avanza siempre que exista libertad para el uso público de la razón, incluso si hay restricciones en el uso privado, porque expresar ideas libremente en público impulsa el progreso social.
La Esencia de la Ilustración (Kant)
La Ilustración consiste en liberarse de la dependencia intelectual y atreverse a pensar por uno mismo. Esta incapacidad es culpable porque no se debe a la falta de inteligencia, sino a la falta de valor para usarla sin depender de otros. Su lema es: «¡Atrévete a pensar!».
La verdadera ilustración implica liberarse de la tutela, especialmente en lo religioso, ya que es la más perjudicial. Un Estado ilustrado permite a sus ciudadanos usar públicamente la razón, incluso para criticar y proponer mejoras en las leyes, sin que esto represente una amenaza para el orden.
Karl Marx: Crítica Social y Transformación Histórica
Alienación Religiosa
Karl Marx veía la alienación religiosa como una separación del ser humano de su esencia. La religión crea una división entre el mundo real y un ideal prometido, llevando a las personas a evadir su realidad y refugiarse en la esperanza de una vida mejor tras la muerte. La llamó el «opio del pueblo» porque calma el sufrimiento de los oprimidos sin resolver sus problemas, manteniéndolos pasivos y sin luchar por el cambio. Además, la religión beneficiaba a las clases dominantes al promover obediencia y dependencia, sugiriendo que la salvación depende de un ser superior y no del esfuerzo humano. Marx defendía que para alcanzar la verdadera libertad, era necesario superar la religión y transformar la realidad concreta.
Alienación Económica
Karl Marx consideraba la alienación económica la más profunda, pues afecta al trabajo, esencial para el ser humano. Para Marx, las personas se realizan produciendo, expresándose y transformando el mundo a través del trabajo. En el capitalismo, el trabajador se siente ajeno a lo que produce, porque el fruto de su esfuerzo pertenece al capitalista, dueño de los medios de producción. Esta separación es la alienación: el trabajador vende su fuerza de trabajo como mercancía y pierde su libertad, convirtiéndose en un objeto. La relación capitalista-trabajador es de explotación, con la burguesía acumulando riqueza y el proletariado sobreviviendo. Marx veía la lucha de clases como motor histórico y creía que solo el socialismo podría acabar con la alienación y devolver la libertad y humanidad al ser humano.
Influencias del Marxismo en el Mundo Posterior
El marxismo ha influido profundamente en la historia y el pensamiento moderno, dando origen a diversas corrientes filosóficas, políticas y sociales. Aunque suele asociarse solo con el comunismo, su base es el materialismo histórico, que analiza cómo las condiciones económicas determinan la organización social y política. El marxismo humanista, con autores como Lukács o Bloch, destaca el papel del ser humano y su libertad. Para ellos, la economía debe servir al desarrollo pleno de las personas, resaltando el lado ético y emancipador del marxismo. En cambio, Althusser defendía un marxismo científico, centrado en el análisis de las estructuras sociales más que en el individuo, basándose en obras como El Capital.
La Sociedad Comunista
Karl Marx imaginaba una sociedad comunista sin clases sociales ni propiedad privada, basada en la cooperación y el desarrollo pleno de cada individuo. Para llegar a ella, proponía una etapa de transición llamada dictadura del proletariado, en la que los trabajadores tomarían el poder y controlarían los medios de producción, eliminando el capitalismo y la opresión. Marx sostenía que el Estado no era neutral, sino un instrumento de la clase dominante. Por eso, una vez en el poder, el proletariado debía desmantelar las instituciones burguesas como el Parlamento, el ejército y la burocracia, sin sustituirlas por estructuras similares.
La Lucha de Clases y el Materialismo Histórico (Marx)
La historia de la humanidad es una constante lucha entre clases sociales opresoras y oprimidas, conflicto que, en cada etapa, provoca transformaciones revolucionarias del orden social o la destrucción de ambas clases enfrentadas.
El desarrollo de los medios de producción y transporte surgidos en el feudalismo acabó por chocar con las estructuras feudales, que ya no podían sostener el progreso. Estas estructuras se volvieron un obstáculo para el desarrollo económico y tuvieron que ser superadas para permitir el avance de las fuerzas productivas.
Conceptos Filosóficos Contemporáneos
La Banalidad del Mal (Hannah Arendt)
Eichmann no era un estúpido, sino un hombre marcado por una irreflexión extrema que lo llevó a cometer graves crímenes. Esta «banalidad del mal» demuestra que la falta de pensamiento crítico puede causar más daño que los malos instintos humanos, según lo revelado en el juicio de Jerusalén.
La banalidad del mal se refiere a que Eichmann no era un villano intencional, sino alguien que actuaba por ambición personal y falta de reflexión. Aunque conocía las normas nazis, carecía de imaginación y no comprendía plenamente las consecuencias de sus actos, lo que lo llevó a participar en crímenes sin malicia consciente.
La Construcción Social del Género (Simone de Beauvoir)
La diferencia entre mujeres y hombres no es natural ni biológica, sino producto de la sociedad y la cultura. La mujer es una construcción social que depende de cómo las demás conciencias perciben su cuerpo y su rol, por lo que cambiar las condiciones sociales puede transformar esa identidad.
El drama entre sexos no se basa en la sexualidad ni en diferencias anatómicas, sino que la lucha entre lo femenino y lo masculino es una construcción histórica que varía según las épocas, y no un enfrentamiento eterno e inmutable de esencias.