La Filosofía Ética de Nietzsche: De la Genealogía a la Creación de Valores

La Crítica de Nietzsche a los Valores Absolutos

Friedrich Nietzsche, en su profunda exploración de la moral, emprende una crítica radical a los valores absolutos. El método que emplea para esta deconstrucción se denomina genealogía, un estudio crítico que busca desentrañar el origen de todas nuestras valoraciones morales y explicar la razón de la dominación de unos valores sobre otros.

Para Nietzsche, no existen valores morales absolutos. La moral es, en su visión, una herramienta utilizada por los poderosos para preservar la comunidad de los intereses de los disgregadores. Para que el individuo adapte sus intereses a los del conjunto, se utiliza la coacción, luego la costumbre; finalmente, esto se transforma en la conciencia individual, logrando que los individuos se autodisciplinen.

La Decadencia de la Moral Occidental

Según Nietzsche, esta decadencia de los valores comenzó con Sócrates; más tarde, el cristianismo contribuyó significativamente con la anulación de los instintos y la pasión. Platón, al crear dos mundos (el sensible y el inteligible), también negaba la vida terrenal en favor de una realidad superior.

Nietzsche acusa a la moral platónico-cristiana de ser antinatural por ir en contra de los instintos inherentes al ser humano. Esta moral no gira en torno al hombre, sino en torno a Dios. El ser humano acaba por rechazar su propia naturaleza y se resigna a una vida triste en el «más acá» en pos de una vida en el «más allá», negando así la plenitud de la existencia terrenal.

Esta perspectiva surge, según Nietzsche, del resentimiento de los débiles, quienes son incapaces de aceptar la vida tal y como es. La moral cristiana nos inculca un complejo de culpa que nos incapacita para exigir aquello que deseamos, una situación que no se observa en la religión de los griegos, que celebraba la vida y la fuerza. La religión cristiana pretende la domesticación del ser humano, facilitando su adaptación «al rebaño».

Nietzsche la denomina «moral de esclavos», refiriéndose a los individuos incapaces de darse libremente sus propias normas de actuación y que, en cambio, asumen los códigos morales que les son impuestos. Para esta moral, lo «malo» es todo aquello que nos impide vivir plenamente.

La Muerte de Dios y el Nihilismo

Nietzsche lleva a cabo un examen profundo del devenir de la cultura occidental, del que extrae una conclusión trascendental: «Dios ha muerto, nosotros lo hemos matado». De esta afirmación, extrae diversas consecuencias.

La muerte de Dios representa la disolución de la idea de una única verdad absoluta, y con ella, la desaparición de todo lo objetivo y absoluto en este mundo. Implica, por tanto, que no existen valores absolutos.

La consecuencia inmediata de esta «muerte» es la pérdida de referencias, el no saber a qué atenerse. Sin embargo, esto también representa un reto para las nuevas generaciones, que deben encontrar nuevos referentes. Este ateísmo inicial conduce al nihilismo.

El nihilismo es el proceso de pérdida de valores que conduce al ser humano a la desorientación más absoluta. Una vez perdidas todas las referencias, la tarea es crear nuevos principios acordes con la vida. Estos dos momentos se corresponden con dos tipos de nihilismo:

  • Nihilismo pesimista o negativo: Es el primer momento, caracterizado por la consternación y el vacío ante la muerte de Dios y la ausencia de valores.
  • Nihilismo optimista o positivo: Los seres humanos asumen la muerte de Dios sin resentimiento, como una oportunidad para la creación. Es propio de aquellos que se rigen por la moral de los señores.

La Triple Metamorfosis: Hacia el Superhombre

Este es el momento propicio para construir una nueva filosofía. Nietzsche presenta tres figuras metafóricas para representar este cambio y la evolución del espíritu humano:

  • El Camello: Representa al hombre-esclavo que carga con una moral que le debilita y le hace sentirse pecador. Se inclina ante la omnipotencia de Dios y la frase que le caracteriza es «tú debes».
  • El León: Cuando el ser humano tiene conciencia plena de la muerte de Dios, el león simboliza la audacia y arremete contra la vieja moral. El león se enfrenta a los antiguos ídolos. La frase que le representa es «yo quiero». Sin embargo, su libertad es aún negativa, una libertad de algo, no una libertad para crear.
  • El Niño: El ser humano se percibe a sí mismo como responsable de la muerte de Dios, descubriendo a la vez el poder de la voluntad creadora. Se reconcilia con la vida y es capaz de originar nuevos valores. El niño ignora el pasado y no depende de él; los nuevos valores no se verán influidos por lo que ha sido destruido, sino que surgirán de la afirmación de la vida.

En este punto, el ser humano ya puede empezar a crear valores nuevos, asumiendo plenamente la voluntad de poder y el eterno retorno.

La Voluntad de Poder

Nietzsche identifica la voluntad con la búsqueda de poder, una fuerza inherente a la vida que el cristianismo pretendía apagar. La moral cristiana, al predicar la humildad, la compasión y la sumisión, contrarresta la voluntad de poder, frenando la tendencia natural de la vida a afirmarse y superarse.

Con «poder» nos referimos a todo aquello que puede llegar a ser, a la capacidad de auto-superación y crecimiento. La voluntad de poder es patente en la naturaleza y en su devenir constante; se encuentra presente en todos los seres vivos como impulso de afirmación y expansión.

El Eterno Retorno de lo Mismo

Solo quien asume totalmente la vida de este mundo cambiante es capaz de soportar la idea del eterno retorno. Este concepto implica que puedes hacer lo que desees, pero lo que hagas, has de hacerlo de verdad, con plena responsabilidad, como si cada instante se fuera a repetir infinitamente. Amar la vida es querer que se repita, incluso con su dimensión trágica y dolorosa.

Soportar este pensamiento es una muestra de fuerza interior. No se trata de ejercer un dominio sobre los demás, sino de un crecimiento personal y una auto-superación. El señor de sí mismo es capaz de gobernarse a sí mismo. La voluntad de poder es, en esencia, la voluntad de poder sobre uno mismo.

El Superhombre: Creador de Nuevos Valores

Esta nueva moral exige un nuevo tipo de hombre: el «superhombre» (Übermensch), quien es capaz de soportar la idea del eterno retorno y amar la vida en todas sus dimensiones. El ser humano crea al superhombre al asumir la «muerte de Dios» y la responsabilidad de la creación de valores.

Para alcanzar esta etapa, el ser humano actual debe experimentar una triple metamorfosis: de camello a león, y finalmente a niño.

La nueva moral propia del superhombre se caracteriza por la transvaloración de los valores, donde la vida importa más que la verdad abstracta. El objetivo es crear nuevos valores que pongan a la vida y al ser humano como centro. Las nociones morales tradicionales de «bien» y «mal» son sustituidas por valores vitales y sensibles. El superhombre se enorgullece de su diferencia, representando el orgullo de sí mismo (la moral de los señores), en contraste con la renuncia, la igualdad y la sumisión propias de la moral del rebaño.