El Conocimiento y la Experiencia en Kant
Kant expone aquí una de las ideas centrales de la Crítica de la razón pura: todo nuestro conocimiento comienza con la experiencia, pues el único modo de que nuestra capacidad de conocer comience a funcionar es que sea afectada por los objetos de los sentidos; pero los datos de los sentidos no son suficientes. Por eso dice que “no todo conocimiento procede de la experiencia”, pues, además de la experiencia, es necesario aquello que la facultad de conocer, con independencia de la experiencia, aporta por sí misma.
Kant sitúa su filosofía a medio camino entre el racionalismo y el empirismo. Como los empiristas, Kant afirma que “todo conocimiento comienza con la experiencia”, pues solo mediante la impresión que reciben los sentidos de los datos sensibles se despierta nuestra facultad de conocer. No podemos concebir el conocimiento del color de una pizarra sin que nuestros sentidos la hayan percibido. Es decir, la experiencia es fundamental para que haya conocimiento; en este sentido, la metafísica tradicional estaba equivocada, pues pretendía hablar de cosas que no conocemos a través de la experiencia.
Ahora bien, la experiencia no es suficiente para que haya conocimiento; por eso Kant afirma que “no todo conocimiento procede de la experiencia”. Es necesario que nuestra facultad de conocer añada algo a los datos de la experiencia; por ejemplo, no basta con captar determinados datos sensibles para percibir una pizarra. Es necesario, además, saber qué es una pizarra, y esto es algo que no procede de la experiencia. Es nuestra facultad de conocer la que ordena los datos inconexos de la experiencia, construyendo así el conocimiento.
El Contrato Social
El contrato social permite a los individuos salir del estado de naturaleza para entrar en el estado civil. No es un hecho histórico, sino una hipótesis que nos dice cómo debe ser administrado el Estado. El contrato social es propio de una constitución republicana si implica la igualdad y sumisión absoluta de los individuos a una autoridad, lo cual acerca el pensamiento kantiano a Hobbes y, al mismo tiempo, garantiza la libertad o que el individuo es colegislador, esto es, que ninguna ley puede ser aprobada sin su consentimiento y que, por tanto, el gobernante tiene que dictar las leyes como si emanasen de la voluntad general, lo cual aproxima el pensamiento de Kant a Rousseau.
El contrato social originario ha de respetar también el principio de ciudadanía, que implica la elección de representantes. Al contrario que Rousseau, para quien todos los hombres son ciudadanos, Kant distingue entre ciudadanos activos y pasivos siguiendo el criterio de posesión de tierras.
El Giro Copernicano
Para explicar su hipótesis, Kant afirma que es necesaria una “revolución filosófica” análoga a la que dio origen a la revolución científica. Así, Kant cree que no hay más remedio que dar a la filosofía un giro copernicano. Vamos a explicarlo despacio.
El empirismo de Hume minusvaloró el alcance de nuestro conocimiento porque afirmaba que todo nuestro conocimiento tiene su origen en la experiencia. Esta posición era para Kant análoga al geocentrismo astronómico (hipótesis falsa aunque muy intuitiva). El racionalismo cartesiano sobrevaloró el alcance de nuestro conocimiento porque creía que podía avanzar exclusivamente a partir de ideas innatas (hipótesis también falsa, pero más afín al resultado kantiano, pues es análoga al heliocentrismo).
Kant adopta una postura intermedia entre empirismo y racionalismo: El conocimiento es una síntesis entre lo dado por la experiencia y lo que aporta el sujeto que conoce. El gran descubrimiento kantiano es que el mundo es, en parte, el producto de nuestra mente. Por ese motivo podemos formular juicios a priori sobre él. El giro copernicano consiste, por tanto, en situar al sujeto y no al objeto (la experiencia) en el centro del conocimiento. Queda superado, por tanto, el escepticismo de Hume respecto a la física.
Si atendemos a que el conocimiento versa solo sobre la síntesis de lo a priori y lo dado, es decir, el fenómeno, entendemos que la metafísica es imposible, pues trata con meros conceptos (Ideas de la Razón) y aspira a conocer la cosa en sí o noúmeno. Sin embargo, esto no es tan malo como parece, porque al poner límites a la razón estamos haciendo que sea posible al menos pensar esas Ideas de la Razón a través de su uso práctico como postulados. Como dice Kant, el giro copernicano que limita el poder de la razón “suprime el saber para dejar sitio a la fe”.
Un ejemplo sencillo es la idea de libertad: si nos atenemos al fenómeno, es una idea imposible, pues todo está determinado por la categoría de causa-efecto. En cambio, si pensamos que el conocimiento llega solo hasta el fenómeno, pero que existe un noúmeno más allá, en ese ámbito es posible pensar la libertad. Kant no ejerce de ateo ilustrado como podría parecer, sino de “cristiano alevoso” como le llamará Nietzsche.
La Ilusión Trascendental
Lo primero que hay que saber sobre la tercera y última facultad del conocimiento es que la razón no conoce, sino que piensa. Conocer, según Kant, es lo que hace el entendimiento en los juicios, es decir, aplicar a los fenómenos particulares conceptos generales, algunos de ellos a priori (categorías). Hay, por tanto, en el conocimiento, dos elementos necesarios: concepto y experiencia (fenómeno).
Pues bien, pensar consiste solo en organizar los conceptos según sus relaciones lógicas, encajando unos dentro de otros según sean más o menos universales. El resultado de la actividad de la razón son los conceptos universalísimos que Kant llama Ideas de la Razón:
- Alma: El conjunto de nuestros conocimientos acerca de los fenómenos de la experiencia interna.
- Mundo: El conjunto de nuestros conocimientos acerca de los fenómenos de la experiencia externa.
- Dios: La síntesis de ambas.
La Síntesis del Conocimiento Kantiano
Todo conocimiento, por tanto, no proviene únicamente de la experiencia, como mantenía el empirismo de Hume, sino que es posible gracias también a las categorías del entendimiento, coincidiendo con el racionalismo de Descartes, que afirma la validez de la razón como única fuente de conocimiento y la existencia de ideas innatas en el individuo.
Otro filósofo, cercano a Kant, como Hume, sostiene que el origen del conocimiento está en los sentidos y la experiencia constituye el criterio de validez y límite de este. Asimismo, evidentemente para Kant el conocimiento no existe más allá de la experiencia (fenómenos), coincidiendo con Hume, quien afirma que nuestro conocimiento está limitado a las impresiones, frente a Descartes, quien defiende que el conocimiento es ilimitado.
La Filosofía de la Historia y la Guerra en Kant
La filosofía de la historia kantiana postula que la guerra es parte inevitable del progreso. Si examinamos las culturas que han permanecido apartadas de la guerra, ya sea por casualidad histórica o condiciones geográficas especiales, podremos observar que apenas han progresado en términos políticos (China) o artísticos (Suiza).
Resultan sospechosas las ideas de Kant acerca de la guerra, tal y como las expone en su opúsculo Ideas para una historia en clave cosmopolita. Kant defiende la necesidad de la guerra entre los individuos para el progreso de la Cultura y la guerra entre los Estados para alcanzar la paz perpetua. Este planteamiento, que hace depender la paz y el progreso de la guerra, es muy discutible. Una objeción evidente, por ejemplo, es la posibilidad de una guerra nuclear que no dejaría opción sino a una “paz de cementerio”.