Conceptos Fundamentales en Filosofía: Marx, Nietzsche y Descartes

Filosofía Política de Karl Marx: Crítica al Capitalismo y la Revolución Proletaria

Karl Marx creía que era necesario un cambio radical porque la propiedad privada de las fábricas y empresas estaba en manos de unos pocos, mientras que los trabajadores solo podían vender su fuerza de trabajo. Para acabar con esta desigualdad, los medios de producción debían ser de toda la sociedad, eliminando el sistema capitalista que explotaba y mantenía a los trabajadores en una situación de alienación y agotamiento.

Marx sostenía que el capitalismo siempre estaría en crisis. Para cambiar esto, era necesario superar muchas resistencias, ya que en la sociedad todo gira en torno a la acumulación de dinero. Según Marx, esta dinámica llevaría a un mundo más violento, caótico y con mayor desigualdad.

Si estas ideas eran correctas, el sistema capitalista acabaría colapsando, con una creciente polarización entre capitalistas ricos y trabajadores empobrecidos. Estos últimos tomarían conciencia de su situación y se rebelarían, iniciando una revolución para eliminar la propiedad privada y devolver al trabajo su propósito original: satisfacer las necesidades humanas. La crisis social se volvería política, y los trabajadores dejarían de ser pasivos para unirse en la lucha. Primero, los trabajadores se unirían como grupo con los mismos intereses y luego crearían un partido político para organizarse mejor. La lucha de clases llevaría a una revolución del proletariado, que aprovecharía las fallas del capitalismo, como la sobreproducción, y buscaría mejorar los sueldos y las condiciones de trabajo. Así, los trabajadores tendrían más tiempo para organizarse, mientras que los ricos perderían dinero y poder, haciendo que el sistema se debilite poco a poco hasta derrumbarse.

El autor creía que el nacionalismo podía debilitar la conciencia de clase, ya que es otro tipo de pertenencia a un Estado. La solución era la educación política de los trabajadores en todo el mundo. Si lograban una conciencia de clase global, su identidad nacional sería reemplazada por su pertenencia a la misma clase social. Por eso, en el Manifiesto Comunista, Marx y Engels hicieron un llamado a una revolución mundial, concluyendo con: “¡Proletarios de todos los países, uníos!”.

La revolución debía cambiar la economía y la sociedad, eliminando las clases sociales. El partido proletario tomaría el poder, instaurando la dictadura del proletariado, donde una sola clase controlaría todo. Esto llevaría a una sociedad futura donde todos tendrían lo necesario para satisfacer sus necesidades.

Todo se lograría con una estructura institucional mínima, donde los cargos fueran temporales y delegados. La idea era una democracia popular, donde las empresas eligieran representantes para organizar la producción y, en asambleas, gestionar las relaciones necesarias.

Esto lograría una unidad política, económica y social que eliminaría el Estado tal como se conocía, acabando con la represión y la miseria de la sociedad capitalista.

La Muerte de Dios y el Nihilismo en la Filosofía de Nietzsche

Nietzsche dice que “Dios ha muerto”, lo cual no se refiere a un hecho literal, sino que Dios dejó de ser el centro del sentido de la vida y de la autoridad moral. Fue reemplazado por la razón y el progreso.

La muerte de Dios provoca el derrumbe de los valores tradicionales. Esto genera una etapa de nihilismo, donde el ser humano se queda sin un sentido claro en la vida y trata de reemplazar a Dios con nuevas ideas o valores.

Nietzsche distingue dos fases del nihilismo:

  • Nihilismo Pesimista: Al principio, el hombre se siente perdido, desorientado y afectado por la muerte de Dios.
  • Nihilismo Optimista: Después, las personas fuertes toman el control de su vida, aceptan el sufrimiento y crean sus propios valores.

A partir de esta segunda fase, se realizará la transvaloración necesaria y la afirmación de la Voluntad de Poder, una forma de vivir intensamente, sin reglas fijas ni valores absolutos, y se prepara el camino para el superhombre.

Así, el hombre se enfrenta a dos caminos: quedarse en un ateísmo superficial (el último hombre) o crear nuevos valores (el superhombre). Ya no busca un mundo más allá, sino que acepta esta vida y trata de vivirla plenamente (el eterno retorno).

Esto implica una nueva forma de entender al ser humano. El hombre actual no es el fin, sino un paso hacia algo más grande: el superhombre, quien creará nuevos valores.

La Concepción Marxista del Ser Humano: Trabajo, Historia y Alienación

Karl Marx relaciona la realidad y el ser humano en su pensamiento. Se basa en la filosofía de la historia de Hegel, pero critica su enfoque idealista y el de los jóvenes hegelianos en La ideología alemana.

Marx parte del pensamiento dialéctico de Hegel para explicar cómo cambia la historia, pero lo critica al igual que a los jóvenes hegelianos. Afirma que la transformación de la realidad no ocurre solo por el pensamiento o la crítica, sino por las condiciones materiales que la sostienen. Basándose en la “dialéctica del amo y el esclavo” de Hegel, Marx sostiene que los cambios en la historia no se dan por ideas, sino por la praxis, es decir, la actividad más esencial del ser humano sobre su entorno. Para él, transformar la naturaleza y el mundo a través del trabajo y la práctica es la actividad esencial del ser humano, ya que es el verdadero motor de los cambios históricos.

Esta es la idea central del materialismo histórico de Marx, donde invierte la dialéctica idealista de Hegel y sostiene que los cambios en la historia no los determinan las ideas, sino las condiciones materiales del pasado. Sin embargo, al analizar estas condiciones materiales, Marx señala que los cambios en cada época tienen un factor común esencial en la praxis humana: el trabajo.

No obstante, en La ideología alemana, Marx critica toda la filosofía anterior, especialmente la de Hegel y los jóvenes hegelianos, tanto de derecha como de izquierda. Afirma que la filosofía debe cambiar su método: el filósofo debe actuar y solo en la praxis encontrará nuevas verdades; no se trata solo de interpretar el mundo, sino de transformarlo a través de la acción. Para ello, Marx considera esencial analizar cómo el ser humano ha generado las condiciones de miseria en las que vivía la sociedad del siglo XIX.

Marx sostiene que para que haya historia, deben existir seres humanos que puedan vivir, y para ello, necesitan cubrir sus necesidades básicas. Los hechos históricos fundamentales son:

  1. La producción de lo necesario para sobrevivir, es decir, la “producción de la vida material”.
  2. La praxis productiva genera nuevas necesidades de forma continua, haciendo que la vida social se vuelva más compleja.
  3. Mientras se satisfacen estas necesidades, las personas se relacionan entre sí, siendo la familia la primera forma de relación social.

A partir de estos tres factores, Marx desarrolla una visión del ser humano como un ser tanto natural como social.

Cada modo de producción está ligado a un modo de organización social. La fuerza productiva (los trabajadores) y los medios de producción (riqueza, técnica, etc.) forman lo que él llama relaciones de producción. El conjunto de estas relaciones constituye la estructura económica de una sociedad. La base material o infraestructura, determinada por el trabajo humano, da forma a las relaciones sociales y a la sociedad en cada momento histórico. Esta infraestructura influye en la superestructura, que incluye las ideologías y las formas de pensamiento, mostrando cómo la historia se construye a partir del trabajo.

En la sociedad del siglo XIX, las relaciones económicas podrían basarse en la colaboración, donde los trabajadores fueran dueños de los medios de producción y de su trabajo. Sin embargo, en el capitalismo industrial, el trabajador asalariado no posee los medios de producción ni los productos que genera. Estos productos se convierten en mercancías de las que se apropia la burguesía, pagando al trabajador un salario inferior al valor real de su trabajo. Esto genera la plusvalía, el beneficio que el propietario obtiene a costa del trabajador. Además, la falta de derechos laborales y las duras condiciones de trabajo provocan la alienación del obrero, que no se siente realizado con su labor. Así, el trabajador se convierte en una mercancía más dentro de la lucha entre propietarios y proletarios. La filosofía debe actuar para que el proletariado tome conciencia de clase y comprenda que puede superar esta situación mediante la praxis.

El Superhombre y el Eterno Retorno en la Filosofía de Nietzsche

El superhombre surge cuando Dios desaparece del centro de la vida. El hombre lo crea al liberarse de la idea de Dios. El superhombre llena el vacío que quedó.

A diferencia del hombre actual, que es débil y obediente, el superhombre es libre, fuerte y fiel a sus propios instintos. Para llegar a serlo, hay que pasar por tres transformaciones espirituales:

  • El camello: el hombre sumiso que carga con los valores tradicionales (la moral de los esclavos).
  • Ha de convertirse en león: se rebela, dice “yo quiero” en lugar de “tú debes” y niega los viejos valores.
  • Y de león en niño: representa al superhombre, que es libre, creativo e inocente, y crea sus propios valores.

Este nuevo tipo de hombre necesita una nueva moral. Ya no se guía por el “bien” y el “mal” tradicionales, sino por valores ligados a la vida y a los sentidos. El superhombre defiende la desigualdad, el riesgo y el cambio, frente a la seguridad y el conformismo del rebaño (la moral cristiana). Esta última representa la debilidad.

Los que no se atreven a vivir así son los decadentes, que siguen buscando consuelo en una vida eterna como recompensa al sufrimiento actual.

La única limitación para la Voluntad de Poder sería pensar que el tiempo es lineal. Por eso, Nietzsche propone la idea del Eterno Retorno, que permite abarcar todo el tiempo como si fuera uno solo.

Con Dios, el hombre vivía pensando en el futuro y en un mundo mejor después de esta vida. Eso hacía que no pudiera disfrutar plenamente del presente. Frente a esto, Nietzsche recupera la idea del eterno retorno de los antiguos: todo lo que vivimos se repite infinitamente, y por eso cada momento tiene un valor eterno.

La vida no tiene nada que dure para siempre, pero podemos hacer que cada instante valga si lo vivimos como si fuera a repetirse siempre. Nietzsche propone una prueba: si un demonio te dijera que vivirás esta misma vida una y otra vez, exactamente igual, ¿la amarías tanto como para desear que se repita infinitamente? Esto une lo finito con lo eterno, sin necesitar un mundo más allá. Así, cada instante de la vida cobra un valor absoluto.

Conclusión: Nietzsche revela la crisis de valores de Occidente. Denuncia el nihilismo y propone una renovación desde los valores de la vida. Llama a romper con lo absoluto y a afirmar lo corporal, lo diverso y lo vital.

La Existencia de Dios en la Filosofía de Descartes

Para Descartes, la idea de Dios es innata; no proviene de la experiencia ni de la combinación de ideas. En nuestra mente, Dios es un ser infinito, eterno e inmutable, y su existencia es también una realidad externa al pensamiento. Descartes la demuestra a priori, partiendo de la idea misma, ya que el mundo exterior es dudoso y solo la idea es una certeza inicial.

El argumento ontológico de Descartes sostiene que si en nuestra mente concebimos a Dios como el ser más perfecto, entonces debe existir, porque la existencia es una perfección. Si no existiera, podríamos pensar en un ser más perfecto que sí existiera.

El argumento noológico (o de la causalidad de la idea de Dios) sostiene que la idea de un ser infinito en nuestra mente debe tener una causa proporcionada. Como la causa debe tener tanta realidad como la idea misma, debe existir un ser infinito que sea su causa.

La existencia contingente de nuestra realidad, que comienza y termina, necesita un fundamento necesario. Ese fundamento es Dios, quien no solo existe como idea, sino como una realidad exterior que da origen y sustento a todo lo que existe.

La Ética y la Búsqueda de la Felicidad en Descartes

Descartes dice que el objetivo del ser humano es alcanzar la felicidad, y para ello son necesarias dos cosas: razón y virtud. La felicidad, según él, es un contentamiento del espíritu, pero para que sea duradero, necesitamos practicar la virtud, lo que significa tener una voluntad firme de hacer lo mejor y usar bien nuestro entendimiento para tomar buenas decisiones. La razón nos ayuda a descubrir lo que es bueno o malo, y esto se encuentra en los “dictados de la razón”. Además, debemos ser virtuosos, lo que implica dominar nuestras pasiones. Las pasiones no son malas si las controlamos.

Descartes resume su ética en tres reglas:

  1. Esforzarse por conocer lo que se debe hacer y lo que no.
  2. Tener una voluntad firme de seguir lo que dicta la razón, sin dejarse llevar por pasiones o deseos.
  3. Aceptar que lo que no tenemos está fuera de nuestro control y acostumbrarnos a no desearlo.

Así, su ética tiene un enfoque intelectualista, estoico y cristiano, donde conocer lo que es bueno y practicar la virtud nos llevará a la felicidad. Para lograrla, hay que juzgar bien, aceptar lo que nos sucede y seguir los dictados de la razón.