El Superhombre de Nietzsche: Voluntad de Poder y Creación de Valores
Nietzsche critica la moral tradicional que fomenta la sumisión, la debilidad y la negación de la vida. Frente a esta moral de esclavos, plantea la idea del Superhombre (Übermensch), que representa a aquel ser capaz de crear sus propios valores y vivir de manera auténtica, afirmando la vida tal como es, con el dolor y el caos. El Superhombre no se deja guiar por normas impuestas ni por religiones que condenan los instintos vitales. Su fuerza radica en la voluntad de poder, en su capacidad para superar los límites humanos y construir un nuevo sentido para la existencia.
El Conductismo: Comportamiento Observable y Refuerzos
Corriente de la psicología, el conductismo considera que el único objeto de estudio es el comportamiento observable. Deja de lado los pensamientos, sentimientos o motivaciones internas porque no se pueden medir de manera objetiva. Según los conductistas, las personas aprenden conductas a través de la interacción con el ambiente, especialmente mediante refuerzos: premios que aumentan una conducta o castigos que la disminuyen. Para esta corriente, somos, en gran parte, el producto de nuestro entorno y de nuestras experiencias de aprendizaje.
El Psicoanálisis de Freud: El Inconsciente y las Instancias Psíquicas
Sigmund Freud desarrolla el psicoanálisis para explicar que el inconsciente tiene un papel crucial en nuestra vida. Muchas de nuestras acciones, miedos o deseos no son conscientes, sino que surgen de conflictos internos reprimidos. Freud describe la mente como dividida en tres instancias:
- El Ello: Representa nuestros impulsos y deseos más básicos.
- El Yo: Es la parte racional que trata de equilibrar los deseos con la realidad.
- El Superyó: Constituye la conciencia moral que nos dicta normas y prohibiciones.
El objetivo del psicoanálisis es sacar a la luz esos conflictos inconscientes para que la persona pueda entenderlos y resolverlos.
Éticas Teleológicas vs. Deontológicas: Consecuencias y Deber
Las éticas teleológicas o consecuencialistas valoran las acciones según sus consecuencias: una acción es correcta si produce buenos resultados (por ejemplo, más felicidad o menos sufrimiento). En cambio, las éticas categóricas o deontológicas sostienen que una acción es buena o correcta por sí misma, si cumple con un deber o principio moral, independientemente de sus resultados. Un ejemplo claro de ética deontológica es la propuesta por Kant, que prioriza el cumplimiento del deber antes que cualquier beneficio que pueda obtenerse.
La Ética Aristotélica: Eudaimonía y el Justo Término Medio
Aristóteles afirma que el fin último del ser humano es alcanzar la felicidad (eudaimonía), entendida como una vida de plena realización y virtud. Esta felicidad no es un placer momentáneo, sino un estado de equilibrio y armonía que se consigue viviendo racionalmente y actuando conforme a las virtudes. Para Aristóteles, la virtud consiste en encontrar el justo término medio entre dos extremos viciosos (como la cobardía y la temeridad). Además, considera que la felicidad se alcanza a través del hábito: siendo constantes en nuestras buenas acciones y cultivando nuestras capacidades racionales.
Escuelas Helenísticas: Cinismo, Estoicismo y Epicureísmo en la Búsqueda de la Felicidad
Después de Aristóteles, surgieron en el mundo griego varias escuelas filosóficas que ofrecían diferentes caminos hacia la felicidad:
Cinismo
Defendía una vida en conformidad con la naturaleza, rechazando todas las convenciones sociales, las riquezas y los lujos, por considerarlos obstáculos para la verdadera libertad. Los cínicos buscaban la autosuficiencia y despreciaban la opinión pública.
Estoicismo
Enseñaba que la felicidad reside en vivir según la razón y aceptar con serenidad el destino y los acontecimientos que no podemos controlar. El sabio estoico mantiene su paz interior, independientemente de lo que ocurra.
Epicureísmo
Proponía buscar el placer, pero no cualquier placer, sino aquellos que son duraderos y conducen a la tranquilidad del alma (ataraxia). Epicuro aconsejaba evitar los placeres intensos que provocan dolor a largo plazo, y vivir de manera sencilla, disfrutando de la amistad, el conocimiento y la moderación.
El Emotivismo Moral: Juicios como Expresiones Emocionales
El emotivismo moral sostiene que los juicios morales no describen hechos objetivos del mundo, sino que son simplemente expresiones emocionales. Decir «mentir está mal» no sería afirmar un hecho comprobable, sino expresar desaprobación emocional hacia la mentira. Según esta postura, los desacuerdos morales no se resuelven demostrando quién tiene razón, porque en realidad son diferencias de sentimientos, no de hechos.
El Formalismo Kantiano: Deber y el Imperativo Categórico
Kant propuso un modelo de ética basado en el deber y en la universalidad de las normas. Según Kant, una acción solo es moral si se realiza por respeto al deber, no por interés ni por inclinaciones personales. Su principio fundamental es el imperativo categórico, que exige actuar solo de acuerdo con aquellas normas que quisiéramos que se convirtieran en leyes universales. Así, antes de actuar, debemos preguntarnos: ¿podría querer que todos los demás actuaran de la misma manera?
El Utilitarismo: Maximización de la Felicidad Colectiva
El utilitarismo es una teoría ética que mide la bondad de una acción por su capacidad de generar felicidad o bienestar para el mayor número de personas. No importa tanto la intención del que actúa, sino los resultados prácticos de la acción. Si una decisión produce más beneficios que perjuicios para la mayoría, será considerada la mejor elección. Esta perspectiva busca maximizar la felicidad colectiva y minimizar el sufrimiento.