El Grupo del 27: Contexto, Vanguardias y la Trascendencia de Lorca

Contexto Histórico del Grupo del 27

El comienzo del siglo XX se sitúa ya en la contemporaneidad, es decir, en un momento en el que ya ha caído el Antiguo Régimen; el mundo conocido hasta el momento se ha derrumbado y, para colmo, la base que lo sustentaba, Dios, “ha muerto” (Nietzsche). Esto sume al ser humano en una constante angustia e incertidumbre por el futuro. Un caso similar ocurre con el fin de la España Imperial y el Desastre del 98, con las pérdidas de las últimas colonias. Comienza así El Problema de España para los intelectuales de la época.

A los poetas del 27 les tocó en suerte o desgracia vivir y formarse en dos décadas cruciales de la historia: los “felices años 20” y, después, los “sombríos años 30”. Maduraron en lo que se conoce como el período de entreguerras, en el paréntesis entre 1918 y 1939.

Al comenzar la década de 1920, el ambiente intelectual de Europa y España estaba marcado por el intelectualismo, el purismo y las vanguardias. Por ello, el ambiente de optimismo, lo lúdico y la despreocupación caracterizaron el primer período de los autores del 27. No obstante, en estos años 20 irrumpieron el Fascismo (Mussolini en Italia, 1922) y la dictadura de Primo de Rivera (1923-1930). De los felices años veinte se pasó a los sombríos años treinta, cuando en 1929 se produjo el crack de la Bolsa de Nueva York, hecho del que fue testigo Federico García Lorca.

Los efectos del crack fueron demoledores en América y en Europa: bancos en quiebra, millones de parados… Fue en este momento cuando los poetas se dejaron influir por las teorías liberadoras del Surrealismo (Freud, Marx) y, muchos, ya a partir de 1930, desembocaron en la militancia política y revolucionaria.

En 1933, Hitler ascendió al poder en Alemania, se desató la violencia institucional y la persecución de los adversarios políticos. Proliferaron las asociaciones de intelectuales contra el fascismo y en defensa de la cultura. En este contexto hay que entender también la Revolución de 1934 en Asturias y la cruel represión subsiguiente, hechos que influyeron en estos poetas.

En 1931 se proclamó la II República como esperanza del surgimiento de una nueva España. Se comenzaron a crear frentes defensivos contra el fascismo y el nazismo con la formación de los Frentes Populares, que llegaron a ganar en 1936. Sin embargo, el 18 de julio de ese mismo año, el golpe del General Franco y la subsiguiente Guerra Civil marcaron para siempre la vida y la obra de los autores del 27. La muerte, el exilio o el exilio interior condicionaron a la intelectualidad no solo europea, sino también la del Estado español.

Contexto Literario del Grupo del 27

Las Vanguardias Europeas

Cuando los poetas del 27 se aproximaron a las primeras creaciones, el contexto literario estaba dominado en ese momento por los movimientos de vanguardia europeos. La vanguardia supuso una ruptura frontal con la estética anterior y la tradición, en busca de la innovación radical.

El Futurismo fue el primero de los ismos que lanzó el mensaje iconoclasta, desde Italia, en 1909, de la mano del poeta Marinetti. Su propuesta de temática poética era la civilización mecánica, los avances de la ciencia y el canto a la máquina, todo bajo el mito de la modernidad y el rechazo de la tradición. Estos temas de la modernidad calaron en toda la poesía del momento y llegaron a los autores del 27. En cuanto al lenguaje, los futuristas lanzaron los primeros experimentos, como la abolición de nexos, la violentación de la sintaxis y comenzaron las innovaciones tipográficas.

El Cubismo en literatura fue mucho más influyente. Surgió en Francia y su creador fue Guillaume Apollinaire, a partir de 1913. Sus rasgos principales fueron la defensa de la autonomía del arte, la eliminación de lo accesorio, el rechazo de la lógica y la visión humorística. Las innovaciones tipográficas dieron un paso más con el Cubismo. Apollinaire, con su libro Caligramas, puso de moda la expresividad tipográfica y la falta de puntuación.

El Dadaísmo fue el movimiento vanguardista más radical y extravagante, llegando a propugnar el anti-arte y la anti-literatura. Históricamente correspondía a la quiebra de valores que supuso la Primera Guerra Mundial (1914-1918). Surgió de la mano de Tristán Tzara. Sus rasgos principales fueron la rebeldía contra la lógica, contra las convenciones estéticas y sociales, además de otros rasgos que ya anunciaban el Surrealismo: la liberación de la fantasía del individuo, la superación de las inhibiciones y la creación de un lenguaje incoherente.

El Creacionismo surgió en París en 1917, por impulso de Pierre Reverdy y, más aún, por el chileno Vicente Huidobro. Fue el movimiento que más influyó en España. El rasgo principal de este movimiento fue la defensa radical de la teoría de la autonomía del arte (divorcio total entre el arte y la realidad). Junto a ello, las innovaciones tipográficas, como la ausencia de puntuación.

Estos movimientos de vanguardia sirvieron como marco literario que los autores del 27 pudieron observar como influencias externas. El Ultraísmo y el Surrealismo fueron ya movimientos intensa y directamente vividos por ellos.

Contexto Literario Español

El panorama que los poetas del 27 encontraron en España, aparte de las influencias vanguardistas ya citadas, era muy heterogéneo; además, pervivía la Generación del 98, con el prestigio de autores consagrados (Unamuno, Machado…). La obra de estos maestros nunca fue puesta en entredicho por los jóvenes autores. En cuanto al Modernismo, si bien el movimiento se encontraba agotado, Rubén Darío seguía siendo un referente obligado.

Mucha mayor afinidad con la renovación artística de los años veinte tuvo el Novecentismo de Ortega y Gasset. Los criterios estéticos de esta corriente apuntaban a las nuevas corrientes innovadoras que Ortega supo captar antes que otros muchos. La deshumanización del arte (1925) supuso el triunfo de un espíritu de renovación. La Revista de Occidente, fundada por Ortega, fue un trampolín para algunos autores del 27.

También cabe señalar a Ramón Gómez de la Serna, quien desde su revista Prometeo o su tertulia en el Café Pombo, proclamaba la necesidad de los cambios. La creación de las greguerías (combinación de metáfora + humor) supuso un avance en la renovación del lenguaje literario.

Por último, Juan Ramón Jiménez (poesía pura) fue otro de los maestros del grupo.

Denominación y Autores del Grupo del 27

Han sido varias las denominaciones que ha recibido este grupo de excelentes poetas. Se trata de una promoción literaria excepcional que entró en escena en los años 20.

La fecha de 1927 es la más idónea para aunarlos: por ser la del centenario de la muerte de Góngora; porque en ese año empezaron a publicarse las revistas más significativas del grupo y también algunas de las mejores obras definitorias de estos poetas.

En cuanto a la nómina de autores que cabrían bajo ese grupo tampoco ha existido unanimidad. No hay duda para la crítica de que deben incluirse Pedro Salinas, Jorge Guillén, Gerardo Diego, Dámaso Alonso, Luis Cernuda, Federico García Lorca, Rafael Alberti y Vicente Aleixandre. También se suelen añadir los nombres de Emilio Prados y Manuel Altolaguirre, además de un importante grupo de mujeres, Las Sinsombrero, y, según Dámaso Alonso, al “genial epígono”, Miguel Hernández.

Etapas del Grupo del 27

Se suelen señalar dos etapas básicas en la evolución del grupo. La primera se extiende desde 1922 hasta 1928, y estuvo marcada por el dominio de la poesía pura. La irrupción del Surrealismo, dentro de una estética de signo neorromántico, determinó el nacimiento de la segunda etapa que se extiende hasta la Guerra Civil.

Los rasgos fundamentales de la primera etapa fueron la identificación entre realidad poética y realidad objetiva, la tendencia al poema breve, la eliminación del sentimentalismo, la efusión personal y el retorno a la estrofa clásica. Por supuesto, la poesía pura de Juan Ramón Jiménez.

El Surrealismo español fue bastante heterodoxo en sus actitudes, por ello se llegó a decir que en España no hubo propiamente surrealismo, sino escritores surrealistas, cada uno de los cuales se apropió de aquello que le interesaba. Los únicos surrealistas españoles puros fueron el pintor Salvador Dalí y el cineasta Luis Buñuel. No obstante, hubo puntos comunes: la rebeldía y el cultivo del verso libre. Los libros poéticos marcados por el Surrealismo contienen claras llamadas a la transgresión y a la sublevación. Así, Luis Cernuda en Los placeres prohibidos reivindica la homosexualidad, igual que Lorca en Poeta en Nueva York, uniéndola a una crítica del capitalismo.

Sobre 1931, muchos de ellos evolucionaron hacia posiciones políticamente revolucionarias, coincidiendo con la adopción de una poesía realista de denuncia social y de combate, que se encontraba prefigurada en algunos versos de Poeta en Nueva York de Lorca. Con la llegada de la guerra, sobrevinieron la muerte, la dispersión y el exilio. Los poetas que sobrevivieron evolucionaron en direcciones distintas.

El Teatro Anterior a 1936

Durante el primer tercio de siglo, existía una clara dicotomía: un teatro que triunfaba porque gozaba del favor del público burgués (comedia benaventina o el teatro cómico costumbrista de un Carlos Arniches o de los hermanos Álvarez Quintero); y otro teatro de renovación de nuevas formas dramáticas con hondos problemas existenciales, donde destacan Valle-Inclán (y sus esperpentos como Luces de Bohemia) y Federico García Lorca.

Federico García Lorca: Vida y Obra

Uno de los escritores más célebres del siglo XX. Su asesinato influyó en esta difusión, pero con el tiempo su vigencia y su prestigio siguen siendo enormes.

Hijo de una familia muy acomodada, estudió música con Manuel de Falla y se trasladó a Madrid, donde vivió en la célebre Residencia de Estudiantes y compartió con Dalí, Buñuel y tantos otros, momentos cruciales para el arte del siglo XX. Viajó a EE. UU. y a Cuba en el curso 1929-1930, donde fue testigo del crack de la Bolsa de 1929. De vuelta a España, escribió tragedias y dramas de gran éxito. Fue director del teatro universitario La Barraca, con el que recorrió numerosos lugares del Estado español (apoyando al gobierno de la República) llevando lo mejor de su dramaturgia. Su republicanismo de izquierda y su condición de figura prominente lo convirtieron en una víctima fatal en Granada al estallar la guerra.

El universo lorquiano se caracteriza por un palpable sistematismo: la poesía, el drama, la prosa se alimentan de obsesiones y claves estilísticas constantes. La variedad de forma nunca atentó contra esa unidad de fondo. Un clasicismo de fondo, barroco, gongorino, nutre la imaginería lorquiana. En el centro de ese sistema expresivo alienta un poderoso código simbólico, cuyos elementos dorsales son la luna, el agua, la sangre, el caballo, la hierba y los metales, unidos al tema de la muerte y el destino trágico.

La carrera literaria de Lorca duró dieciocho años, desde su primer libro de poemas hasta las primeras obras de madurez como Poema del Cante Jondo o Romancero Gitano (1928). A estas le siguieron Poeta en Nueva York y Diván del Tamarit, el magistral Llanto por la muerte de Ignacio Sánchez Mejías y los Sonetos del Amor Oscuro.

La lírica de Lorca es una feliz mezcla de poesía popular y renovación. Los temas y ritmos tradicionales conviven con imágenes atrevidas y sugerentes de cuño vanguardista. Sus versos nos transportan a un mundo dominado por misteriosas fuerzas atávicas o instintos ancestrales. El universo poético de Lorca, presidido por la muerte, que acecha a cada paso, es trágico y violento. Las pasiones se desencadenan con intensidad y abocan al individuo a un destino fatal. El amor y el sexo se presentan como un impulso dionisíaco al que no cabe resistirse, una fuerza vital que se entrelaza inevitablemente con la muerte.

La fusión de imágenes surreales con la vena popular logra sus mejores momentos en Romancero Gitano (1928). El poeta se ocupa de una raza marginada y manifiesta sus simpatías hacia ella; toma partido frente a la represión institucionalizada que representa la Guardia Civil.

A raíz de una crisis íntima, Lorca viajó a EE. UU. El resultado fue Poeta en Nueva York (1929-1930), denuncia de una sociedad materialista que oprime al débil y margina al negro; trabajó en esta obra hasta el final de su vida. Usó el verso libre y se valió de imágenes oníricas, irracionales, para transmitir la angustia que le produce esa ciudad monstruosa e inhumana. Alzó su voz contra la técnica que domina al hombre y contra el dinero que destruye a los seres indefensos. En su etapa final compuso más teatro que poesía.

Trayectoria Teatral de Lorca

Lorca se nutrió de diversas tradiciones teatrales. Tuvo en cuenta el drama rural de épocas anteriores, leyó a los clásicos españoles (Lope de Vega y Calderón de la Barca) y no olvidó los ecos de la tragedia griega o a Shakespeare. Igualmente, cultivó en su teatro la prosa y el verso, así como diversidad de géneros y formas.

Obras suyas son Mariana Pineda (1925) y La zapatera prodigiosa (1926), sobre una hermosa joven casada con un zapatero viejo. Pero fue ya en la década de los treinta, tras su crisis personal que coincidió con su viaje a Nueva York, y con La Barraca, cuando declaró su ansia de una comunicación más amplia con el público y su orientación social. Son palabras suyas las siguientes:

En nuestra época, el poeta debe abrirse las venas por los demás. Por eso yo (…) me he entregado a lo dramático, que permite un contacto más directo con las masas.

En las tragedias y dramas que compuso entonces, la mujer ocupó un puesto central; junto a los gitanos (Romancero Gitano) y los negros (Poeta en Nueva York), era una figura marginada con la que el autor, en su obra, se sentía identificado profundamente porque él era otro marginado social, probablemente a causa de su homosexualidad.

En Bodas de Sangre (1933), una novia se escapa con su amante el mismo día de su boda, reflejando en la historia una pasión que desborda barreras sociales y morales, pero que desembocó en la muerte.

Yerma (1934) es el drama de la mujer condenada a la infecundidad. De un lado, el ansia insatisfecha de la maternidad; de otro, la fidelidad a su marido… Todo ello se une al anhelo de la mujer por realizarse frente a la sumisión que se debe a la moral recibida de la honra. De ese choque surge la tragedia.

Doña Rosita la soltera o el lenguaje de las flores (1935) es el drama de la mujer soltera en la burguesía que se marchita como flor toda su vida.

La Casa de Bernarda Alba (1936) es la auténtica culminación del teatro lorquiano.