Características Fundamentales del Régimen Franquista
Tras la experiencia de la guerra, la política aplicada por Franco se caracterizó por la adaptación pragmática a los cambios del contexto internacional y de la sociedad española. Franco basó su régimen en el apoyo de varias instituciones: el Ejército, la Falange, la Iglesia, los tradicionalistas y los monárquicos, conocidos como las familias políticas del régimen. Aunque adoptó medidas prácticas según las circunstancias, su dictadura se sustentó siempre en unos principios fundamentales que dieron identidad al régimen: el nacionalpatriotismo, el nacionalsindicalismo y el nacionalcatolicismo.
El Ejército y el Nacionalpatriotismo
La principal aportación ideológica de los militares al régimen fue el nacionalpatriotismo, una visión unitaria, conservadora y centralista de España, que Franco, por su formación militar, asumió plenamente. La prioridad era preservar la integridad territorial, considerando cualquier manifestación de identidad regional como un acto de separatismo. Por ello, se prohibió el uso público de lenguas distintas del castellano. El Ejército fue la columna vertebral del nuevo Estado y, salvo algunas excepciones, apoyó sin reservas a Franco como Generalísimo, ocupando también posiciones clave dentro de la administración.
La Falange y el Nacionalsindicalismo
La Falange Española Tradicionalista y de las JONS aportó al franquismo el nacionalsindicalismo, una ideología antiliberal, antimarxista y antidemocrática, inspirada en el fascismo italiano. Defendía un Estado totalitario organizado a través de un partido único y sindicatos verticales que pretendían eliminar la lucha de clases en favor de la unidad nacional. Además, la Falange promovió el culto a la figura de José Antonio Primo de Rivera, ejecutado al comienzo de la guerra, convirtiéndolo en un mito del régimen. A través de organizaciones como la Sección Femenina, el Frente de Juventudes o la Organización Juvenil Española (OJE), la Falange desempeñó una labor intensa de adoctrinamiento. Durante los primeros años del franquismo, ocupó un importante número de altos cargos, aunque siempre bajo el control de Franco mediante figuras afines como su cuñado Ramón Serrano Suñer. Tras la derrota del Eje en la Segunda Guerra Mundial, Franco optó por disminuir el peso de los falangistas más radicales para suavizar la imagen exterior del régimen.
La Iglesia y el Nacionalcatolicismo
La Iglesia apoyó el levantamiento militar de 1936, presentándolo como una cruzada religiosa. Una vez terminada la guerra, el franquismo instauró una relación estrecha con la Iglesia, basada en principios casi teocráticos. Esto se concretó en el Concordato de 1953, que otorgaba al Estado el derecho a intervenir en los nombramientos eclesiásticos. El régimen suprimió toda la legislación laica de la República, haciendo confesional al Estado y prohibiendo prácticas como el matrimonio civil, el divorcio o el aborto. La enseñanza religiosa quedó bajo control clerical y se impulsó una red de centros escolares regidos por órdenes religiosas. La participación en rituales católicos se volvió casi obligatoria, y la falta de asistencia podía ser interpretada como una muestra de oposición política. El nacionalcatolicismo, que identificaba el ser español con la fe católica, fue uno de los pilares del régimen y sirvió para justificar la represión de ideologías consideradas enemigas, como la masonería y el comunismo.
Evolución y Fin del Franquismo
Tras la victoria en la Guerra Civil, Franco instauró un sistema autoritario en España, con un régimen basado en las Leyes Fundamentales que definían sus principios, como el nacionalismo, el control de la Iglesia y la antidemocracia. Franco se mostró muy crítico con la democracia liberal y consideraba que la partidocracia era un sistema que enfrentaba a los ciudadanos. Por ello, suprimió todos los partidos políticos, tanto los de izquierda como los de derecha, y reemplazó la estructura política por el Movimiento Nacional, un conglomerado que representaba a los sectores que lo habían apoyado en la guerra, como el Ejército, la Falange, la Iglesia y los monárquicos. Este régimen, al que Franco denominó “democracia orgánica”, fue una mezcla de autoritarismo y control absoluto del poder político, que nunca adoptó un sistema constitucional que diera espacio a la pluralidad política.
Relaciones Internacionales
En el ámbito internacional, tras la victoria franquista, España estableció buenas relaciones con las potencias fascistas de la Alemania nazi e Italia fascista. Sin embargo, con la llegada de la Segunda Guerra Mundial, Franco optó por la neutralidad, aunque no dejó de colaborar en secreto con los nazis. A partir de 1940, adoptó una postura de “no beligerancia”, lo que le permitió mantener abiertas las puertas para participar en la guerra a favor del Eje. España, sin embargo, no se unió oficialmente al conflicto, aunque facilitó el trabajo de espionaje de la Alemania nazi contra el Reino Unido y suministró materiales estratégicos para la fabricación de armamento. El punto álgido de la colaboración fue el envío de la División Azul al frente ruso en 1941, aunque con el paso del tiempo y tras las derrotas alemanas, Franco retiró sus tropas y volvió a una política de neutralidad en 1943.
En el periodo posterior a la Segunda Guerra Mundial, la dictadura franquista enfrentó un aislamiento internacional debido a su relación con los regímenes totalitarios y su falta de democracia. La ONU negó la admisión de España, y muchos países europeos boicotearon políticamente al régimen. A pesar de este rechazo, el franquismo trató de suavizar su imagen y posicionarse como un aliado en la lucha contra el comunismo, especialmente con el inicio de la Guerra Fría. Esto le permitió comenzar a forjar relaciones con Estados Unidos, lo que se tradujo en la firma de los Pactos de Madrid en 1953, que permitió a las fuerzas militares estadounidenses establecer bases en territorio español a cambio de ayuda económica y de defensa.
Evolución Interna y Desarrollismo
A nivel interno, España experimentó un cambio económico durante los años 50 y 60, conocido como el “desarrollismo”. Este fue impulsado por una serie de medidas liberalizadoras de la economía, que impulsaron el crecimiento industrial, aunque sin un cambio político que permitiera la democratización del régimen. Durante este periodo, se promovieron algunas reformas, como la Ley de Bases de la Seguridad Social (1963), que introdujo mejoras en las prestaciones sociales, y la Ley de Prensa (1966), que permitió una leve relajación de la censura, aunque bajo un control gubernamental estricto. Además, en 1967 se aprobó la Ley Orgánica del Estado, que reafirmaba el sistema de “democracia orgánica”, introduciendo un sufragio muy limitado que solo permitía elegir a una parte de las Cortes, controladas por el régimen. Durante este tiempo también se firmaron importantes acuerdos con la Iglesia, destacando el Concordato de 1953, que fortaleció la alianza entre el régimen franquista y la Iglesia Católica. Sin embargo, a pesar de estas reformas económicas y de imagen, el régimen seguía siendo totalitario y no permitió avances democráticos. La falta de apertura política y las restricciones en las libertades seguían marcando la vida política en España, a pesar del crecimiento económico.
Los Últimos Años y el Fin del Régimen
Con la llegada de la década de 1970, el franquismo comenzó a mostrar señales de agotamiento. La salud de Franco se deterioró y las tensiones internas y externas aumentaron. En 1973, Franco designó a Luis Carrero Blanco como presidente del Gobierno para garantizar la continuidad del régimen tras su muerte, pero su asesinato en un atentado de ETA ese mismo año trastocó los planes de sucesión. A pesar de los esfuerzos del régimen por mantener la estabilidad, la crisis económica internacional del petróleo de 1973 agravó aún más la situación, contribuyendo al descontento social y político. Finalmente, con la muerte de Franco en 1975, se dio paso a un período de incertidumbre política, pero también de esperanza para muchos que buscaban un cambio. La transición a la democracia fue un proceso complejo, pero la apertura del régimen franquista hacia una nueva etapa política permitió el inicio de la democratización de España.