El Teatro Anterior a 1939: Tendencias, Autores y Obras Principales

El Teatro de Principios de Siglo

En las primeras décadas del siglo XX la escena teatral española estaba pasando por un periodo de decadencia. Desconectada de las tendencias innovadoras que empezaban a despuntar en Europa, en ella se seguían representando las formas heredadas del siglo anterior, pensadas para complacer a un público burgués decimonónico. Sin embargo, a partir de 1920, ese teatro comercial y continuista comienza a convivir con algunos intentos de renovación dramática. Autores de la generación del 98 (Ramón María del Valle-Inclán) y de la del 27 (Federico García Lorca) ofrecen propuestas innovadoras que dan lugar a grandes creaciones teatrales, que, si bien no fueron demasiado exitosas en su momento, han traspasado nuestras fronteras y han triunfado en la posteridad.

El Teatro Comercial

Son varias las tendencias que gozan del favor de los espectadores a comienzos del siglo pasado y que, por tanto, pueden agruparse bajo el marbete del teatro comercial. La primera de ellas está representada por un autor, Jacinto Benavente, cuyo éxito entre el público lo llevó incluso a obtener el premio Nobel de Literatura en 1922. Otra importante tendencia es la del teatro humorístico, que evoluciona de los sainetes al astracán, pasando por la tragedia grotesca. Por último, podemos encontrar los dramas poéticos, otro de los géneros más exitosos en esas décadas iniciales del siglo XX.

Jacinto Benavente (1866-1954)

Sus primeras obras se aproximan a la estética modernista, de la que acabará diferenciándose, para adaptarse cada vez más a los gustos del público. Aunque en su teatro lleva a cabo una crítica superficial de las hipocresías y convencionalismos burgueses, nunca traspasa lo que se considera admisible y de buen tono. Sus obras poseen una buena construcción dramática y un lenguaje elegante y cuidado, que incorpora giros y recursos característicos del habla conversacional. Cultivó, especialmente, dos géneros: el drama rural (La malquerida) y la alta comedia (Rosas de otoño, El nido ajeno). La obra más destacada de su vasta producción dramática es Los intereses creados, una pieza difícil de clasificar que retoma los personajes de la comedia del arte italiana. España.

Teatro Humorístico

Triunfan en este momento un tipo de piezas cómicas y costumbristas protagonizadas por personajes populares que encarnan los estereotipos de distintas regiones españolas. Destacan en esta tendencia los hermanos Álvarez Quintero, que recrean el mundo andaluz arquetípico, y Carlos Arniches, creador de los sainetes: piezas breves que exaltan los valores locales del Madrid más castizo y en los que, para acentuar el tono cómico, deforma el lenguaje popular. Cuando el sainete empieza a decaer hacia 1910 se impone un cambio de rumbo en la obra de Arniches, que comienza a cultivar la tragedia grotesca (La señorita de Trevélez), en la que el humor y el costumbrismo se combinan con la crítica social, dando lugar a situaciones que, pese a su comicidad caricaturesca, acaban siendo dramáticas. Unos años después se cultiva un nuevo subgénero cómico, el astracán, creado por Pedro Muñoz Seca (La venganza de don Mendo).

Drama Poético

Otra de las grandes modas de la época consiste en la aproximación del género dramático a la poesía lírica. Triunfa un teatro histórico en verso al más puro modo casticista, que reivindica una vuelta a la tradición teatral española. Destacan autores como Eduardo Marquina (Las hijas del Cid) o los hermanos Machado (La Lola se va a los puertos).

El Teatro Renovador

En paralelo a este teatro continuista y comercial, empiezan a surgir antes del estallido de la Guerra Civil una serie de tendencias renovadoras que buscan innovar el lenguaje escénico, aunque ello suponga, en muchos casos, un fracaso comercial para sus autores. Veremos cómo estas propuestas surgen en el seno de las principales generaciones de escritores de inicios del siglo pasado, cada una de las cuales cuenta con un exponente principal: en el caso de la generación del 98 este papel recaerá sobre Valle-Inclán, mientras que Lorca será la figura teatral más destacada de la generación del 27.

Valle-Inclán y la Dramaturgia Noventayochista

Varios de los escritores modernistas y de la generación del 98 contribuyen a la renovación del género dramático:

  • Miguel de Unamuno cultiva un teatro intelectual, que él mismo denomina “tragedia desnuda”, muy sobria desde el punto de vista escénico, pero cargada de conflictos existenciales (El otro, Fedra, El hermano Juan).
  • Azorín inicia en torno a 1926 una tendencia “superrealista”, que pretendía superar la realidad y dar cabida a la presencia del subconsciente, muy bien representada en su trilogía Lo invisible.
  • Jacinto Grau se aleja del teatro de su tiempo, que considera falto de originalidad, recurriendo a técnicas expresionistas y simbolistas (El señor de Pigmalión, El caballero Varona).

Por encima de todos ellos destaca Ramón María del Valle-Inclán, una de las figuras más singulares de la literatura española de comienzos del siglo XX. Sus planteamientos audaces, la expresividad de su lenguaje y lo original de sus temas explican que sus obras quedaran fuera de los escenarios, relegadas solo a la lectura. Sin embargo, hoy se le considera como un autor que supo ver más allá de su tiempo. Su extensa producción dramática puede agruparse en tres grandes ciclos: el ciclo mítico, el de la farsa y el del esperpento.

Ciclo Mítico

En este ciclo se presenta un mundo anclado en una Galicia intemporal, arcaica y supersticiosa. Sus personajes están dominados por la violencia, la irracionalidad y las pasiones humanas. Pertenecen a él la trilogía de las Comedias bárbaras, que narra la historia de la familia Montenegro, y una tragicomedia rural, Divinas palabras, cuyo protagonista es un enano con hidrocefalia, exhibido por su familia para ganar dinero.

Ciclo de la Farsa

Forman parte de este ciclo una serie de piezas fuertemente influidas por formas teatrales como el guiñol, en las que se plantea una visión crítica de la realidad a partir de elementos carnavalescos y paródicos. La Farsa italiana de la enamorada del Rey y Farsa y licencia de la reina castiza pintan un retablo satírico y despiadado de la España isabelina.

Ciclo del Esperpento

En 1920, Valle encuentra la fórmula en la que cuajan las líneas anteriores: el esperpento. Es la máxima aportación de este autor, un género literario propio basado en la distorsión sistemática de la realidad, con el fin de ofrecer una visión deformada y crítica de esta. Muy influenciado tanto por el expresionismo europeo como por las pinturas negras de Goya, emplea recursos como la caricaturización, la degradación y animalización de personajes humanos, el retrato de situaciones sórdidas o macabras o la mezcla grotesca de tragedia y comedia. También ofrece un importante trabajo con el lenguaje, en el que la forma más refinada y hasta pedante convive con las expresiones más vulgares, propias del habla tabernaria, de la delincuencia o el prostíbulo.

El Teatro de Federico García Lorca

Lorca no fue el único de la generación del 27 en aproximarse al género dramático, como veremos en el tema dedicado al teatro posterior a la Guerra Civil, pero sí que su obra teatral es, junto con la de Valle-Inclán, uno de los mayores intentos renovadores de la escena española del primer tercio del siglo XX. Como dramaturgo, defendió además la importancia social del teatro, para lo que fundó en 1931 La Barraca, un grupo universitario que perseguía llevar los clásicos teatrales a las zonas más desfavorecidas del territorio español.

El afán de renovación de Lorca se centra en la búsqueda de un lenguaje que devuelva al teatro su esencia poética y su dimensión trágica, dentro de un código estilístico alejado del prosaísmo y del costumbrismo que triunfaba entre el público burgués. Al igual que en su poesía, combinó en su producción dramática la revitalización de géneros tradicionales con la escritura de obras de vanguardia. El teatro lorquiano puede, por tanto, agruparse en diversos géneros: las farsas, las tragedias y el llamado “teatro imposible” o vanguardista

Farsas

Aunque su carrera dramática comienza con un drama simbolista con poco éxito, El maleficio de la mariposa, las primeras obras que escribe son farsas creadas bien para guiñoles o marionetas (Tragicomedia de don Cristóbal y la señá Rosita), bien para actores (La zapatera prodigiosa, Amor de don Perlimplín con Belisa en su jardín). El tema central en todas ellas es el amor desigual entre una mujer joven y un hombre mucho mayor, que, tratado de forma deformada y caricaturesca, provoca la risa amarga

Tragedias

Aunque su primer gran éxito llegó con Mariana Pineda (1927), un drama histórico centrado en la figura de esta heroína liberal condenada a muerte durante el reinado de Fernando VII, las obras más conocidas de Lorca son sus tres tragedias, protagonizadas todas ellas por personajes femeninos, que luchan frente a un medio hostil. En todas ellas se abordan los temas de la libertad y de la identidad a partir de ese conflicto que acaba llevando a las protagonistas a un final desgraciado: el amor y la muerte son las dos fuerzas que dominan la acción. Muchos de sus personajes poseen, además, una dimensión mítica y simbólica, que se ve reforzada por el lenguaje densamente poético de sus intervenciones dramáticas.

“Teatro Imposible”

Así llamó Lorca a su teatro de vanguardia, una serie de piezas de influencia surrealista en las que rompe la linealidad de la historia y se adentra con expresión metafórica en el subconsciente de sus personajes. En El público plantea una reflexión metateatral: el protagonista es un director de teatro que expone un conflicto artístico (la lucha entre el ”teatro bajo la arena” y el “teatro al aire libre” o, en otras palabras, entre el teatro verdadero y el comercial) y un conflicto personal (su homosexualidad reprimida). Otras de estas obras imposibles son Así que pasen cinco años y la inacabada Comedia sin título

La Poesía de la Generación del 27

Contexto Histórico y Cultural

En 1923 Miguel Primo de Rivera encabezó un golpe de Estado que contó con el vistobueno del monarca Alfonso XIII. Tras siete años de dictadura, la creciente oposición acabó forzando su dimisión en 1930 y la consiguiente vuelta a la monarquía. Sin embargo, el apoyo del rey a Primo de Rivera le acabará costando el trono: la convocatoria de elecciones el 12 de abril de 1931 se planteó como un plebiscito a favor o en contra de la monarquía y dos días más tarde, el 14 de abril, se proclamará la Segunda República.

El nuevo gobierno de Manuel Azaña emprendió un ambicioso programa político, que incluía reformas en la agricultura y el ejército, así como la reducción de la influencia social de la Iglesia. La Constitución de 1931 trajo consigo, además, derechos como la aprobación del voto de las mujeres, el matrimonio civil o el divorcio, que suponían un gran avance social.

Todo ello le granjeó la enemistad de los sectores más poderosos, sin olvidar la bipolarización ideológica que se vivía en toda Europa. El auge de los fascismos europeos y la crisis económica del 29 fortalecieron la hostilidad de los contrarios a la República. En 1933 la CEDA (Confederación Española de Derechas Autónomas) gana las elecciones y paraliza las reformas. La izquierda radical catalana y asturiana protagoniza revueltas en 1934, duramente reprimidas. Ante esta inestabilidad, se convocan elecciones en 1936, que gana el Frente Popular, que promete la reactivación de las reformas y la amnistía para los represaliados. Se gesta entonces una conspiración militar en contra del Gobierno, que desemboca en el golpe de Estado de julio de 1936, con el que comenzó la Guerra Civil.

La Constitución del Grupo o Generación del 27

Se conoce como generación o grupo poético del 27 a un conjunto de escritores nacidos en torno a 1900 entre los que existieron vínculos de amistad y compañerismo. Aunque procedían de una variada geografía, muchos de ellos se trasladaron a la capital o viajaban a ella con frecuencia. Por lo general, pertenecían a una burguesía acomodada, que les daba la oportunidad de acceder a una sólida formación cultural, y muchos fueron también profesores. Políticamente se situaban próximos al ideario progresista de la Segunda República, a favor de la cual tomaron partido en una abrumadora mayoría.

El nombre generacional guarda relación con un hecho histórico: en 1927 se celebró en el Ateneo de Sevilla un homenaje al poeta Luis de Góngora en el tricentenario de su muerte, al que muchos de ellos acudieron. Este acontecimiento también tiene algo de simbólico, pues se vincula con el profundo respeto que todos estos poetas manifestaron en su poesía hacia la tradición literaria española, que supieron combinar de manera tan respetuosa como original con las novedosas tendencias de los movimientos de vanguardia.

En el nacimiento y evolución de la generación del 27 destacan:


La Residencia de Estudiantes. Fundada en Madrid en 1910 a partir de las ideas de la Institución Libre de Enseñanza, allí coincidieron creadores como Federico García Lorca, Salvador Dalí o Luis Buñuel, que trabaron una compleja amistad. Un organismo femenino similar fue la Residencia de Señoritas, que abriría sus puertas en 1915 en la calle Fortuny, dirigida por María de Maeztu, y donde acudieron conferenciantes como Marie Curie, Gabriela Mistral o Clara Campoamor.
Las revistas literarias. Publicaciones como Litoral (fundada por los malagueños Emilio Prados y Manuel Altolaguirre), Verso y prosa o Caballo verde para la poesía propiciaron la relación entre los escritores y les permitieron divulgar su obra. En esta labor de difusión es esencial la antología Poesía española que Gerardo Diego publica en 1932, en la que figuran muchos de estos jóvenes poetas.
Las fronteras de esta generación poética no están del todo bien delimitadas. Un núcleo central, comúnmente aceptado por la historiografía literaria, incluye siete autores: Pedro Salinas, Jorge Guillén, Gerardo Diego, Vicente Aleixandre, Luis Cernuda, Federico García Lorca y Rafael Alberti. La nómina no estaría completa, sin embargo, sin las mujeres que integraron también el grupo, apodadas como “las Sinsombrero”, entre las que cabe
destacar a Concha Méndez, Josefina de la Torre y Ernestina de Champourcín.

3. RASGOSY ETAPAS DE LA POESÍA DEL 27
A pesar de que los motivos para agrupar a los y las poetas anteriormente mencionados son más extraliterarios que intrínsecamente poéticos, en su obra podemos distinguir algunas afinidades estéticas:
● Depuración estilística. Influidos por las ideas de Juan Ramon Jiménez acerca de la poesía pura, rechazan el sentimentalismo retórico y optan por la esencialidad.
● Importancia de la metáfora. En su búsqueda de un lenguaje propio y alejado de lugares comunes, la metáfora se convierte en la principal herramienta de la expresión poética. La influencia del surrealismo da lugar a la creación de imágenes novedosas y sorprendentes que no permiten una traducción lógica.
● Respeto a la tradición. Pese a su clara conciencia de modernidad y renovación, estos poetas no renegarán del pasado. Admiran, como ya hemos visto, a Juan Ramón Jiménez, con quien coinciden en la Residencia de Estudiantes. Ortega y Gasset, a través de sus ensayos y de la Revista de Occidente, y el vanguardista Gómez de la Serna, también influirán en ellos notablemente. Pero, además, recuperarán en gran medida a los clásicos españoles, como Góngora, cuyas audaces metáforas admiran.
Estudiarán también a Lope, San Juan, Manrique, Garcilaso o Bécquer, convirtiendo así su poesía en una digna heredera de la tradición poética hispana.
● Neopopularismo. Asumen las nuevas corrientes, como el cubismo, el creacionismo y, en particular, el surrealismo, pero no abandonan, según decíamos, la tradición. Su interés por la lírica popular los lleva a cultivar estrofas tradicionales y formas como el romance. Esta síntesis de tradición y vanguardia es uno de sus mayores hallazgos.


Tabla   Etapas de la poesía del 27
La poesía pura (1922-1928)
■ Predominio de la poesía pura, que Jorge Guillén definió del siguiente modo: “Poesía pura es todo lo que permanece en el poema después de haber eliminado de él todo lo que no es poesía”.
■ Junto con esa perfección formal, les influye la lírica neopopular (Romancero gitano, de Federico García Lorca, o Marinero en tierra, de Rafael Alberti).
La irrupción del surrealismo (1928-1936)
■ El surrealismo rehumaniza su poesía, la hace “impura”. Pasan a primer término nuevos temas: el amor, el deseo de plenitud, las frustraciones, las inquietudes sociales o existenciales…
■ Gran influencia del contexto: nace en estos años una poesía combativa a favor de la República.
Tras la guerra (desde 1936)
Con el inicio de la contienda bélica el grupo se dispersa:
■ Federico García Lorca es fusilado el 18 de agosto de 1936.
■ Muchos de ellos se ven abocados al exilio (Pedro Salinas, Luis Cernuda, Ernestina de Champourcín, Rafael Alberti, Jorge Guillén) y su poesía refleja el tema de la patria perdida.
■ En España quedarán solo Gerardo Diego, Dámaso Alonso, Josefina de la Torre y Vicente Aleixandre.