Epistemología, Antropología, Ética, Dios y Política en el pensamiento de San Agustín

EPISTEMOLOGÍA

San Agustín considera que es posible alcanzar un conocimiento verdadero, es decir, un conocimiento sobre ideas o conceptos universales. Y a este conocimiento se puede llegar por dos vías: por la vía de la fe y por la de la razón. La fe es un don de Dios y la razón humana es imagen de Dios, por lo tanto, deben complementarse en esa búsqueda. La razón debe colaborar con la fe, debe ayudar al hombre en su camino hacia la fe para hallar la verdad. Pero la fe no sustituye a la razón ni la elimina sino que la eleva a un orden superior, la refuerza y clarifica (Intellige ut credas. Crede ut intelligas = Comprende para creer y cree para comprender). Pero, ¿cómo operan la fe y la razón en el proceso de adquisición de conocimiento?



ANTROPOLOGÍA

Siguiendo el pensamiento platónico, para San Agustín el ser humano es un compuesto de dos sustancias diferentes: cuerpo y alma. Y coincide en que el cuerpo constituye la parte inferior del ser humano, por ser una parte material, pero no es algo negativo, como pensaba Platón, sino que es también bueno porque ha sido creado por Dios y por tanto no puede ser malo. El alma necesita del cuerpo para constituir la esencia del ser humano. El alma es espiritual, indivisible (no tiene partes) e inmortal. Es creada por Dios, por tanto, no puede ser eterna, porque no existía antes de ser creada. Y es principio de conocimiento, porque es el lugar que Dios ilumina con las ideas que contiene su propia mente, para que el ser humano pueda llegar a conocerlas. Además, el alma tiene tres facultades:

  • Memoria: para preservar los recuerdos y por tanto nuestra identidad.
  • Entendimiento: para poder llegar a alcanzar la verdad que Dios ha puesto en nuestra alma.
  • Voluntad: para poder decidir entre hacer el bien o el mal.



ÉTICA

La ética de San Agustín gira en torno a dos conceptos: el problema del mal y la libertad. Respecto al mal, la cuestión es ¿por qué Dios, que es pura bondad, crea y permite el mal en el mundo? Para empezar, San Agustín entiende que el mal carece de entidad propia, es un defecto o privación de ser: el mal es “ausencia de bien”, porque Dios no puede crear cosas malas. Y para tratar de saber en qué consiste el mal, distingue entre dos tipos de males:

  • El mal físico: es el mal que sufre el ser humano (por ejemplo una enfermedad) y procede de la justicia divina, que por medio de él castiga el pecado original y los pecados particulares de cada persona.
  • El mal moral: es el mal que comete el ser humano libremente. Es el verdadero mal y consiste en la actuación voluntaria de un individuo en contra de la ley de Dios, anteponiendo bienes inferiores a aquellos que son más elevados.

Así pues, el mal procede de la voluntad de los seres humanos. En concreto, procede de lo que San Agustín llamó “libre albedrío”, y que distinguió de “libertad”. El libre albedrío es la capacidad de elección del bien o del mal: si el ser humano no es libre para decidir cómo actuar, no tendría sentido calificar sus acciones como buenas o malas pues la ausencia de libertad las despojaría de toda intención moral. Por el pecado original, el hombre siente la debilidad de las pasiones y es capaz del mal; por la gracia que Dios le otorga, es capaz del bien. La libertad es esa elección del bien con la ayuda de la gracia. Con esta doctrina del libre albedrío, San Agustín se apartó del intelectualismo moral platónico que culpaba de la falta de virtud a la ignorancia y defendió la primacía de la voluntad libre. Ella es el motor de nuestras acciones y de ella depende su bondad o maldad en la medida en que acepta o rechaza la ley divina.



DIOS

Dios ocupa un lugar central en el pensamiento de San Agustín, porque en Él se halla la verdad a la que aspira el ser humano y la felicidad a la que tiende y que, con ayuda de la gracia divina, se alcanzará en la otra vida. Aunque no pretende demostrar la existencia de Dios de manera racional, sí aporta diversos argumentos para tratar de probarla, por ejemplo:

  • Por el orden y la belleza del mundo: el universo en su conjunto manifiesta un equilibrio y una disposición que evidencian que no se ha hecho a sí mismo, sino que una inteligencia superior lo ha creado.
  • Por las ideas o verdades eternas que encontramos en nuestra mente: las ideas universales e inmutables que descubrimos en el intelecto no pueden provenir de nosotros mismos, únicamente pueden tener su origen en el mismo Dios, ya que solo Él es eterno e inmutable.

No podemos llegar a conocer la esencia de Dios, pero sí podemos conocer alguno de sus atributos: Dios es inmutable, es perfección pura, es el sumo Bien (el bien sin restricciones de donde procede todo bien creado), es eterno, es uno y único…. Además, es el creador del universo: Dios creó todas las cosas a partir de la nada, libremente y de acuerdo con unas ideas contenidas en la inteligencia divina: las esencias de todas las cosas están en la mente divina antes de crearlas.



POLÍTICA

La política de San Agustín se basa en la idea de que el ser humano solo puede hallar la salvación en la visión beatífica de Dios, pero esta contemplación solo es posible en la otra vida. Establece por tanto una separación entre el mundo terrenal y el mundo celestial, que se aplicará también al plano político. Igual que a nivel individual se pueden encontrar dos tipos de personas, las que optan por el amor propio (el pecado), o las que optan por el amor a Dios (la beatitud), las sociedades se pueden fundar siguiendo uno de estos dos criterios. Son estos dos tipos de amores los que fundan dos ciudades contrapuestas: ciudad terrenal (fundamentada en el amor propio) y ciudad celestial (fundamentada en el amor a Dios). Estas dos ciudades conviven en el seno de una misma sociedad ya que son una manera metafórica de referirse a su conjunto y no una separación real de la sociedad en dos ciudades distintas. La ciudad celestial espera su culminación en el más allá. Mientras se da ese tránsito definitivo, convive con la ciudad terrenal, obedeciendo las leyes propias de los seres humanos siempre que estas no se opongan a las verdades de la fe. Ciudad terrenal y ciudad celestial conviven a lo largo de la historia y no se separan hasta el triunfo definitivo de la ciudad celestial sobre la ciudad terrenal, que llegará de manera inevitable porque la historia de la humanidad se desarrolla bajo los designios de Dios. La historia, en definitiva, es la intervención amorosa de Dios en favor de los seres humanos y en pro de su salvación. Esta cohabitación de ciudades tiene importantes repercusiones políticas: ninguna forma de gobierno puede ofrecer modelos de perfección porque esta solo es alcanzable en el cielo. Los Estados se deben limitar a procurar la paz y no contradecir las leyes eternas de Dios.