La Segunda República: Del Bienio Conservador al Frente Popular
Elecciones de 1933 y el Bienio Derechista
Las elecciones generales del 19 de noviembre de 1933 se celebraron con una nueva ley electoral que favorecía las alianzas y permitió el voto femenino. La derecha, representada por la CEDA, presentó un programa que incluía la supresión de la legislación del bienio anterior, la reforma de la Constitución y la amnistía para delitos políticos. La izquierda se presentó dividida: los socialistas solos, los republicanos divididos y los anarquistas en abstención. La campaña fue de fuerte confrontación y gran despliegue de propaganda.
El resultado fue el triunfo de las derechas, con predominio de la CEDA y el Partido Radical, y la derrota de los republicanos y socialistas. Los partidos de derecha se unieron en coalición, mientras que la izquierda se dividió. Esto provocó un desplazamiento del electorado a la derecha, llevando a un Parlamento fragmentado y polarizado. Comenzó el Bienio Derechista, dividido en dos períodos: el período radical (noviembre 1933-mayo 1934) y el radical-cedista (mayo 1934-febrero 1936).
El presidente Niceto Alcalá-Zamora encargó al Partido Radical formar gobierno tras las elecciones de 1933, aunque la CEDA había ganado. Para mantenerse en el poder, el Partido Radical aceptó los planteamientos ideológicos de la CEDA, que pedía frenar las reformas del primer bienio. Se revisó la legislación religiosa y laboral, y se devolvieron tierras a la aristocracia latifundista. En lo militar, se aprobó una ley de amnistía para los generales implicados en la Sanjurjada. Esto provocó la escisión del Partido Radical y el fortalecimiento de los republicanos de izquierda.
La Insurrección de Octubre de 1934
Entre 1934 y 1935, los conflictos sociales y autonómicos aumentaron: huelgas en el campo y tensiones con Cataluña y el País Vasco. Los antecedentes de la insurrección de octubre de 1934 se encuentran en el cambio de estrategia del socialismo, con la UGT aprobando un programa revolucionario. En mayo, el PSOE y la UGT formaron una alianza para luchar contra el fascismo y establecer una república federal socialista, pero la CNT se negó a unirse.
En octubre, la CEDA exigió entrar al gobierno, lo que fue visto por la izquierda como una traición. Los socialistas, liderados por Largo Caballero, promovieron la insurrección, convocando una huelga general el 5 de octubre con el apoyo de la Generalitat, el PCE y la CNT. La revuelta se limitó a Cataluña y Asturias, siendo Cataluña un levantamiento político por las tensiones autonómicas, mientras que en Asturias fue una revolución social impulsada por la UGT, la CNT y los comunistas.
El gobierno declaró el estado de guerra y utilizó fuerzas militares para reprimir brutalmente, resultando en más de mil muertos y miles de detenidos. Tras los hechos, la CEDA intensificó la represión, encarcelando a líderes del PSOE, incluidos Azaña y Largo Caballero. Este ambiente de represión llevó a la crisis de gobierno, con la formación de un nuevo gobierno radical-cedista. En este contexto, se desmantelaron las reformas republicanas y se modificaron los mandos militares, lo que contribuyó a la radicalización del panorama político.
Hacia las Elecciones de 1936
La crisis interna del Partido Radical y los escándalos de corrupción llevaron a la disolución de las Cortes y la convocatoria de nuevas elecciones para febrero de 1936. En febrero de 1936 se celebraron las últimas elecciones libres de la Segunda República, con una campaña tensa y elevada participación. La CNT cambió su postura y recomendó votar.
A nivel europeo, el comunismo adoptó una nueva estrategia, priorizando la lucha contra el fascismo y promoviendo los Frentes Populares, alianzas entre partidos socialistas, comunistas y burgueses antifascistas. Así, en enero de 1936, los partidos de izquierda formaron el Frente Popular, un acuerdo electoral con un programa moderado que incluía la amnistía general para los encarcelados por los sucesos de octubre de 1934 y la recuperación de las reformas del primer bienio. Frente a esto, las derechas y el centro se presentaron desunidos, con la CEDA fracasando en su intento de coalición.
El Gobierno del Frente Popular y la Radicalización
El Frente Popular consiguió la mayoría absoluta y Azaña formó un gobierno de izquierda, adoptando medidas urgentes como la amnistía general y la readmisión de los trabajadores despedidos. Se reanudaron las reformas agrarias y militares, pero los conflictos sociales, especialmente en el mundo rural, aumentaron. La reforma agraria de 1932 fue intensificada, lo que generó una ocupación masiva de tierras. Estos cambios fueron percibidos por la derecha como medidas subversivas que amenazaban el orden social, y la confrontación entre la Iglesia y la República volvió a primer plano.
A pesar de la voluntad de Azaña, la vida política estaba marcada por el radicalismo proletario y el caos público. Conventos e iglesias ardían, mientras aumentaba el pistolerismo y muchos miembros de organizaciones legales de derechas se unían a movimientos extremistas. La Falange, apoyada por los fascistas italianos, intensificaba sus actos violentos. Los rumores de golpe de Estado fomentaban el antimilitarismo en la prensa de izquierda, exacerbando el clima de violencia.
Las Cortes destituyeron a Alcalá Zamora, y en mayo Azaña fue elegido presidente, pero perdió poder ejecutivo. Intentó formar un gobierno de coalición con los socialistas, pero fracasó, y Casares Quiroga formó un gobierno de izquierda. Las posiciones revolucionarias de los anarquistas y la UGT se afianzaron, mientras la derecha, liderada por Calvo Sotelo, abogaba por la sublevación. En junio y julio, se produjo una agitación revolucionaria, con campesinos ocupando tierras y una oleada huelguística en Madrid. Los militares golpistas fueron desplazados, y tras una creciente violencia callejera entre ambos bandos, se produjeron asesinatos políticos, como el de José Calvo Sotelo, lo que aceleró la sublevación.
El nuevo gobierno enfrentó una grave crisis económica, con un aumento de precios, desempleo y caída de la producción. La conspiración militar, liderada por Mola, Sanjurjo y Franco, se organizó tras el triunfo del Frente Popular. El 17 de julio de 1936 comenzó la sublevación en Melilla, extendiéndose rápidamente a otras guarniciones, y el gobierno de Casares Quiroga reaccionó tarde. El fracaso del levantamiento en las principales ciudades dio inicio a la Guerra Civil que duró tres años y en la que el general Franco adquirió un protagonismo decisivo.
El Régimen Franquista (1939-1975)
Características Fundamentales del Franquismo
El franquismo fue el régimen establecido por Franco tras su victoria en la Guerra Civil, caracterizado por una dictadura personal, autoritaria y militar. Franco concentró todo el poder, siendo visto como un líder providencial. Su régimen impuso un Estado centralista y católico, apoyado por el Movimiento Nacional, que fue influenciado por la Falange.
La ideología franquista combinaba principios falangistas, militarismo autoritario, corporativismo católico y tradicionalismo, rechazando la sociedad burguesa y la democracia, mientras promovía el nacionalismo centralista y el catolicismo como pilares fundamentales. Además, el régimen se distinguió por un estilo militar, que se reflejaba en la educación y los valores castrenses inculcados en la sociedad.
Las instituciones clave del régimen fueron el Ejército, la Falange y la Iglesia. El Ejército fue fundamental en el mantenimiento del régimen, aunque hubo diferencias internas, y la Falange, aunque perdió influencia después de 1945, continuó siendo relevante. La Iglesia, por su parte, se alió con Franco, formando el llamado nacionalcatolicismo, que legitimó al régimen y reforzó su carácter autoritario. El franquismo contó con el apoyo de las élites económicas y sociales, así como con una mayoría silenciosa de las clases medias y bajas. El régimen estuvo compuesto por distintas “familias” políticas que competían por el poder, como los monárquicos, los tecnócratas y los franquistas puros. Sin embargo, fue Franco quien, aprovechando las rivalidades entre estos grupos, mantuvo el control absoluto del poder.
Evolución Política del Franquismo
El Primer Franquismo (1939-1959)
Durante el primer franquismo (1939-1959), el régimen comenzó con una etapa azul (1939-1945), donde se instauró un sistema totalitario de inspiración fascista, dominado por falangistas y militares. España inicialmente se declaró neutral en la Segunda Guerra Mundial, pero luego apoyó al Eje sin involucrarse directamente en los combates. A partir de 1942, el régimen se institucionalizó con la promulgación de la Ley de Cortes y la “democracia orgánica”, que consolidaba el poder absoluto de Franco.
Tras la derrota del Eje en 1945, el régimen se adaptó a la nueva situación internacional. En 1942, España volvió a la neutralidad y retiró la División Azul. Con la victoria de los aliados, el régimen franquista perdió apoyo internacional y sufrió un aislamiento diplomático. Entre 1945 y 1951, el régimen experimentó un crecimiento de la influencia de las asociaciones católicas, y Franco adoptó una postura más neutral en la Guerra Fría, sin dejar de ser abiertamente anticomunista.
El Fin del Aislamiento y la Apertura (1951-1959)
El periodo de fin del aislamiento (1951-1959) comenzó cuando España recuperó relaciones diplomáticas, especialmente tras la Guerra Fría. En 1953, España firmó el Concordato con la Santa Sede, que legitimaba al régimen y regulaba las relaciones entre la Iglesia y el Estado. En el mismo año, se firmaron los Pactos de Madrid con Estados Unidos, lo que mejoró la situación económica y política del país. A lo largo de la década de 1950, se produjeron transformaciones en la economía, con la creciente influencia de los tecnócratas y la apertura hacia el exterior, aunque el régimen siguió siendo represivo en lo social y político.
En la década de 1950, España franquista se caracterizó por la creciente influencia de los católicos, el acceso al poder de los tecnócratas, la apertura al exterior y la independencia de Marruecos. A pesar de estos cambios, el régimen mantuvo una línea represiva en los ámbitos social y político. Los católicos, representados por la ACNP, tuvieron una mayor influencia, y Franco, para contrarrestar reformas, nombró al falangista Gabriel Arias-Salgado como ministro de Información e impuso severa censura. En 1958, la Ley de Principios del Movimiento Nacional consolidó la institucionalización del régimen, definiéndolo como una “monarquía tradicional, católica, social y representativa”.
El acceso al poder de los tecnócratas, especialmente los miembros del Opus Dei, tuvo lugar tras protestas universitarias en 1956. Laureano López Rodó, uno de los tecnócratas más destacados, diseñó el Plan de Estabilización de 1959, que liberalizó la economía y abrió el país al capital extranjero. En cuanto a Marruecos, en 1956, el país se independizó de Francia, pero reclamó territorios como Ifni y el Sahara Occidental, generando enfrentamientos con España.
El Desarrollismo y la Crisis Final (Años 60 y 70)
En los años 60, el franquismo experimentó un crecimiento económico vertiginoso, conocido como “desarrollismo”, pero también se mantuvo el inmovilismo político. La apertura política fue limitada, con algunas reformas como la Ley de Prensa (1966) y la Ley Orgánica del Estado (1967), que separaba la jefatura del Estado y del Gobierno. Franco designó a Juan Carlos de Borbón como su sucesor en 1969. En política exterior, España continuó con los acuerdos con Estados Unidos, pero fracasó en su intento de ingresar a la CEE.
En la década de 1970, el régimen sufrió crisis internas debido a los enfrentamientos entre las distintas “familias” franquistas. La corrupción, como el caso Matesa, y la tensión entre tecnócratas y falangistas contribuyeron a la inestabilidad. En 1973, el asesinato de Carrero Blanco por ETA aceleró la crisis del régimen. La política continuista de su sucesor, Carlos Arias Navarro, no logró responder a las crecientes movilizaciones sociales y la oposición interna. En el ámbito exterior, el régimen fracasó en mantener el Sahara español, cediéndolo a Marruecos en 1975.
Finalmente, la avanzada edad de Franco y su deteriorada salud impidieron que ejerciera un liderazgo efectivo. En noviembre de 1975, tras su muerte, el régimen franquista llegó a su fin, y con él, el proyecto político e ideológico que lo sustentaba.