Evolución de la novela española del siglo XX

La producción literaria durante la guerra civil es escasa y panfletaria, maniqueísta y tendenciosa, al servicio de los intereses de cada bando. Son obras de urgencia y de escasa calidad. Al acabar la guerra, buena parte de los intelectuales españoles que habían luchado al lado de la República tienen que marchar al exilio o han muerto. Y no olvidemos la censura, no sólo para los jóvenes creadores, sino para cualquier obra del pasado o del presente que pudiese difundir ideología desafecta al régimen. Es una época marcada por la desorientación, los múltiples tanteos en busca de un cauce por el que pueda transcurrir una literatura acorde con los momentos que se viven.

LA NOVELA EN LOS AÑOS 40: NOVELA NACIONALISTA Y NOVELA EXISTENCIAL Y TREMENDISTA

Dadas las dramáticas circunstancias de la primera posguerra, no sirven de modelo ni la novela «deshumanizada» novecentista ni las formas vanguardistas de autores como Ayala o Gómez de la Serna. Sin incluir la narrativa del exilio, que refleja el mundo peculiar del expatriado, con autores como Arturo Barea o Ramón J. Dentro del realismo convencional y nacionalista podemos citar a Juan Antonio de Zunzunegui, con novelas que pretenden ser «trozos de vida», donde no rehúye aspectos sórdidos y descarnados. En un primer momento se acogen a las técnicas del realismo tradicional, pero luego evolucionarán a formas más innovadoras autores como Miguel Delibes o Gonzalo Torrente Ballester. Antecedentes son la picaresca, Quevedo, el naturalismo decimonónico, el esperpento o las novelas expresionistas de principios de siglo. Se desarrolla paralelamente al tremendismo el realismo existencial. Son novelas sobre la incertidumbre de los destinos humanos y la ausencia o dificultad de comunicación personal, desde una postura negativa, como un reflejo amargo de la vida cotidiana. Sus temas son la soledad, la inadaptación, la frustración, la muerte. Las pueblan personajes marginales, desarraigados, desorientados, angustiados. Es el suyo un malestar de raíz social que en estas novelas se muestra desde la perspectiva existencial, no como testimonio directo de la España de la época, si bien su raíz está en el desconcierto que provocan la guerra y sus secuelas. La mayoría de los autores derivan luego hacia un enfoque social. Obras clave son Nada, de Carmen Laforet y Algo pasa en la calle, de Elena Quiroga.

LA NOVELA DE LOS AÑOS CINCUENTA: NOVELA DEL REALISMO SOCIAL

«Hacia 1951 la literatura española, andadas ya las trochas del tremendismo, dio un giro a su intención y empezó a marchar por la senda del realismo objetivo», dirá Cela. Camilo José Cela toma de nuevo la iniciativa con La colmena, 1951, germen de una actitud crítica que luego desarrollarán muchos novelistas. En ella Cela documenta la España de los primeros años 40 con sus secuelas de pobreza, miseria, desigualdades sociales, explotación, hipocresía y represión sexual.

Prohibida por la censura, se trata de una novela de protagonista colectivo, cuya unidad proviene del ambiente de miseria en que viven los personajes. Este tipo de novela social y neorrealista refleja, pues, la realidad española y sirve como instrumento de denuncia de las injusticias sociales. Aún así, hay una inevitable selección de los hechos, ambientes y personajes, por lo que la objetividad no puede ser total. En relación con lo anterior, predomina el diálogo. Como mucho, habrá alguno más representativo de un grupo social. Se da un desarrollo breve de la acción y en reducidos espacios. Incluso la tremenda sencillez del uso coloquial en El Jarama requiere un trabajo cuidadoso. Estas novelas pretenden reflejar fielmente la realidad. Con esa intención utilizan a menudo la técnica cinematográfica y se detienen más en las conductas de los personajes que en su psicología. El deseo de transformación social, más que inculcarse se deja entrever de modo que sea el lector quien extraiga conclusiones. La burguesía deteriorada y superficial, frívola, es analizada, entre otros, por Delibes o Juan Marsé. La visión crítica del pensamiento y la cultura de la época. Aunque es un tema común a todos los autores sobresale El Jarama, de Rafael Sánchez Ferlosio. El objetivismo tiene como modelo la narrativa conductista americana y como referente más próximo el nouveau roman francés del que toman técnicas como el objetivismo en las descripciones, la narración en tiempos simultáneos, la importancia del entorno y los objetos.

LA NOVELA DE LOS SESENTA Y PRINCIPIOS DE LOS SETENTA

Durante los años sesenta se produce de manera paulatina la decadencia del realismo social de la década anterior y su progresiva sustitución por nuevos modos expresivos, una renovación de estructuras, forma, lenguaje y estilo, la llamada renovación formal de los sesenta. Se ha denominado a este conjunto de textos literatura experimental e incluso neovanguardismo. Con todo, no supone un cambio generalizado ni un abandono del propósito social, aunque sí se produce un alejamiento de la concepción de la literatura como arma de lucha política. Los novelistas ya no creen –como en el periodo anterior- que sus obras vayan a tener repercusión social directa. Robbe-Grillet, etc., de los que extraen técnicas novedosas y una ruptura con la narrativa tradicional.

Autores y obras significativas

La obra recorre diversos ambientes y lugares de Madrid, deteniéndose y ampliando los sucesos objetivos con los monólogos interiores de los personajes, descripciones, reflexiones del narrador, referencias intertextuales y culturales. En estos años Miguel Delibes llega a su cumbre narrativa con Cinco horas con Mario, largo monólogo interior en que una mujer vela a su marido recién fallecido durante una noche en la que salen a relucir las frustraciones y culpabilidades que compusieron sus vidas. Posteriormente parodiará la vanguardia literaria, volverá a una narrativa más convencional, recuperará el tono social con Los santos inocentes y, entre otros caminos, abordará el de la novela histórica con El hereje. Autores dignos de mención son también Juan Benet, Torrente Ballester o Juan Goytisolo.