La novela después de la Guerra Civil

ÚLTIMAS TENDENCIAS POÉTICAS El panorama poético de las últimas décadas del siglo XX es de una gran complejidad debido a la convivencia literaria de poetas procedentes de distintas generaciones y a la multiplicidad de tendencias que se suceden. Por un lado continúan su obra muchos poetas ya consagrados de generaciones anteriores y empiezan a publicar en revistas y antologías otros más jóvenes que se abren paso en la lírica española contemporánea. Cabe destacar la irrupción con fuerza de las mujeres en la poesía de finales del Siglo XX e inicios del XXI. En los años 80 aparece una nueva generación de poetas, nacidos en torno a los años sesenta. A pesar de la pluralidad de tendencias entre ellos, podemos citar algunas carácterísticas comunes: • Toman como modelos a autores anteriores: Jaime Gil de Biedma, José Ángel Valente o Luis Cernuda. • Recuperan formas métricas tradicionales. • Vuelven a la poesía narrativa con un lenguaje coloquial. Se cuentan historias a partir de una anécdota, se introducen términos cotidianos y del lenguaje publicitario. Se descarta lo conceptual y lo abstracto. • Abordan temas subjetivos, relacionados con la propia experiencia: el paso del tiempo, las relaciones personales, conflictos urbanos y cotidianos. • Emplean el humor, la parodia o la ironía como elementos distanciadores. • Siguen dos tendencias: la poesía del silencio y la poesía de la experiencia. La poesía del silencio se trata de una poesía minimalista, que reivindica las vanguardias. Se compone de poemas breves en los que se elimina la anécdota y lo circunstancial. Es, también, una poesía reflexiva, filosófica, de raíz intelectual. En ella se depura el lenguaje hasta alcanzar lo esencial. En definitiva, es la búsqueda de la “poesía pura”. Esta tendencia cuanta con autores como Andrés Sánchez Robayna (Palmas sobre la losa fría) y Clara Janés (Rosas de fuego). 


. La poesía de la experiencia es la tendencia más representativa de esta época y domina el panorama poético, hasta mediados de los noventa. Es una poesía de corte realista, que habla de la vida y de la realidad cotidiana, el desengaño amoroso, el fracaso, el desencanto y conflictos generacionales como la droga, la incomunicación y el consumismo. En lo formal destaca el uso de la narratividad, el monólogo y el diálogo dramático, las expresiones coloquiales y el sentido del humor. El protagonista absoluto de esta poesía es el yo recreado con una clara vocación de comunicación con los lectores, por lo que se hace uso de un lenguaje poético accesible. Luis García Montero (El jardín extranjero, 1983; Habitaciones separadas, 1994) es el poeta más destacado de este grupo. Al finalizar el Siglo XX, entre los poetas se empieza a manifestar un rechazo al relativismo moral de las tendencias predominantes, en favor de un mayor compromiso social del poeta frente a un mundo injusto e insolidario. Los nuevos poetas abordan temas como la globalización, la ecología, el subdesarrollo o el neoliberalismo. Consideran que la poesía es un espacio de la resistencia, y el Realismo el instrumento de indagación y vigilancia que pretende la transformación del hombre y del mundo. Es una poesía rehumanizada, reflexiva, que manifiesta ciertas preocupaciones existenciales: la incertidumbre y la desubicación espacial y temporal del individuo. Entre los poetas destacan: Jorge Riechmann (El día que dejé de leer El País) y Ana Merino (La voz de los relojes).


LA POESÍA DE LOS AÑOS 70 Los Novísimos, también llamados Generación del 68 son presentados como un movimiento de ruptura vanguardista con la poesía social e indagador de un nuevo lenguaje que llega al experimentalismo formal. El nombre de Novísimos procede de una antología (Nueve novísimos poetas españoles) que publica el crítico José María Castellet en 1970 y en la que aparecen los integrantes de esta nueva generación. Los nuevos autores no creen que la poesía pueda cambiar la realidad y rechazan conceptos tan extendidos como compromiso, testimonio y solidaridad, adoptando, por tanto, una actitud formalista. Entre las carácterísticas de esta nueva generación sobresalen: • Todos ellos han nacido después de la Guerra Civil. Son disidentes en lo político y críticos con la sociedad de consumo. • Tienen una rica formación literaria. Rechazan la tradición española y admiran a los poetas T.S.Elliot, Ezra Pound, Rimbaud, Cavafis o los hispanoamericanos Neruda y Octavio Paz. • Creen en la autonomía del arte y en la autosuficiencia del poema. La poesía es entendida como símbolo, no como transmisora de ideas o sentimientos. • En los contenidos utilizan la mitología frívolá y procedente del cine, de la música popular o del cómic, y vuelven a temas y asuntos de otras épocas, de origen cultural e histórico, como el arte y la música, por lo que también han recibido el nombre de culturalistas. Son también frecuentes algunos temas de contenido político, como la guerra de Vietnam o los conflictos raciales de la época. • En lo formal recogen aspectos de las vanguardias del Siglo XX, en especial del Surrealismo, a través de Vicente Aleixandre y el postismo, y usan un lenguaje exuberante de imágenes opacas, tienden al automatismo en la escritura, utilizan el versículo y algunos de sus textos son auténticos caligramas o collages en los que insertan mensajes de otros géneros como la publicidad o el cine. Sus representantes más significativos son: Pere Gimferrer (Arde el mar), Antonio Colinas (Sepulcro de Tarquinia) y Luis Alberto de Cuenca (Elsinore).


El teatro desde 1975 Tras la muerte de Francisco Franco, cambia el panorama social y cultural en España. Desaparece la censura, se incrementan los premios literarios y los festivales de teatro. Las subvenciones a los espectáculos teatrales crecen, todo lo cual contribuye a una mejora sustancial del espectáculo teatral. En general se huye del experimentalismo y se vuelve a la tradición teatral. En los años ochenta y noventa conviven espectáculos de grupos independientes, autores experimentales como Francisco Nieva y los nuevos autores dramáticos que se inclinan hacia la comedia neorrealista. El teatro se concibe como un espectáculo, el director cobra gran relevancia y se rescatan obras prohibidas españolas y de autores europeos. Entre los autores más destacados: Fernando Fernán Gómez. Su obra más representada es Las bicicletas son para el verano (1978), en la que expuso la huella profunda que el estallido de la Guerra Civil imprimíó en la existencia de una humilde familia de Madrid. José Luis Alonso de Santos. Es uno de los autores más importantes del último tercio del Siglo XX, con una amplia trayectoria. Su teatro parte de un conflicto existencial del hombre entre la realidad y el deseo, y contiene un enfoque crítico hacia la sociedad en el que sobresalen el humorismo y la ternura. Bajarse al moro es su obra más destacada y que mayor éxito ha alcanzado: es la crónica del Madrid de los ochenta, con personajes humildes, perdedores y fracasados que se expresan con un lenguaje callejero y urbano. José Sanchís Sinisterra. Con influencias de Brecht, pretende hacer un teatro revolucionario en el que se mezcla un compromiso ético y político con preocupaciones estéticas. Entre sus obras destaca ¡Ay, Carmela! En esta obra se aborda el tema del teatro durante la Guerra Civil y en ella los protagonista, Carmela y Paulino, deben representar una obra para celebrar la victoria del Ejército nacional ante los brigadistas republicanos que van a ser fusilados al día siguiente.


 Entre los dramaturgos de la última hornada destaca especialmente Juan Mayorga, el más representativo de esta generación. Sus obras suelen recurrir a los personajes de la historia reciente, que se utilizan para entender mejor el presente en que vivimos. Predomina la reflexión sobre la construcción de la identidad, que propicia la aparición de monólogos y la dificultad de comunicación entre los personajes, manifestada mediante diálogos truncados o faltos de respuesta. No se ofrece una interpretación sobre los hechos que se representan, sino las perspectivas de diferentes personajes a través del diálogo. Algunas obras representativas de su trayectoria son: El jardín quemado, sobre la Guerra Civil y la manipulación de la historia; Cartas de amor a Stalin, pieza sobre la censura y la libertad creadora, o El chico de la última fila, drama sobre la observación de la vida de los otros y las relaciones entre la ficción y la realidad.La década de los setenta En los años setenta se produjo una renovación teatral que liquidó definitivamente el Realismo y se lanzó a la experimentación de nuevas formas dramáticas. Esa evolución iba ligada al teatro independiente, a las compañías de actores y directores que se constituían para hacer un teatro claramente diferenciado del comercial. Los nuevos grupos se inclinaban por el teatro concebido como un espectáculo vanguardista y experimental, que recogía la influencia de los dramaturgos europeos de la segunda mitad del Siglo XX, como Bertold Brecht, Beckett y E. Ionesco. En este tipo de teatro pierde protagonismo el texto literario en beneficio de la escenografía. Se desdibujan los personajes y la acción dramática; se emplea un lenguaje alegórico y abstracto. En algunos casos se incorporan importantes innovaciones en los efectos especiales y se difuminan los límites entre ciertos géneros, como el circo, el musical o el espectáculo festivo. Junto a los grupos teatrales destacan varios dramaturgos vanguardistas. Muchos de ellos no consiguieron el apoyo del público, como Francisco Nieva, José Ruibal y Martínez Mediero. Mención aparte merece la figura de Fernando Arrabal, quien desde su exilio voluntario en París destacó y triunfó con su teatro pánico, de corte netamente vanguardista y provocador. Sobresale en él una actitud de rebeldía ante lo absurdo y la sinrazón del mundo. Un pesimismo existencial planea sobre todas sus obras, entre las que destacan Pic-nic y El cementerio de automóviles.  


▪ Novelas policíacas y de intriga. Rescatadas en los setenta por Manuel Vázquez Montalbán, este género da importancia a la construcción del relato, al suspense y a la intriga, y mezcla esquemas policíacos con aspectos políticos e históricos. Destaca Eduardo Mendoza con la novela citada, La verdad sobre el caso Savolta (1975). Esta obra significa la vuelta al placer de contar ya que conjuga hábilmente el interés de la intriga con diversas técnicas de novelar desde el folletín a la novela policíaca, y con diferentes registros estilísticos. Otros autores que cultivan este género son Manuel Vázquez Montalbán (Los mares del sur, 1979) y Antonio Muñoz Molina (El invierno en Lisboa, 1987). ▪ Novela histórica. Se recrean distintos episodios de la historia española, situados en diferentes épocas: la conquista de América en La orilla oscura (2000) de José María Merino; la España del Siglo de Oro en todo el ciclo de novelas de Las aventuras del capitán Alatriste (1996-1998) de Arturo Pérez Reverté. En las últimas décadas son numerosas las obras que novelan la Guerra Civil española y la inmediata posguerra desde diferentes perspectivas: Los girasoles ciegos (2004) de Alberto Méndez, Luna de lobos (1985) de Julio Llamazares o Beatus ille (1986) de Antonio Muñoz Molina. ▪ Novelas de reflexión intimista. Alejadas de las preocupaciones colectivas, estas novelas se adentran en la interioridad del ser humano, se centran en la búsqueda personal y en la reflexión sobre la propia existencia. Son novelas psicológicas, novelas de aprendizaje y crónicas generacionales: Mortal y rosa (1975) de Francisco Umbral, Historia de una maestra (1990) de Josefina Aldecoa y La lluvia amarilla (1988) de Julio Llamazares. ▪ Novela culturalista y estilística. Estas novelas eruditas, reflexivas, con elementos intimistas, se recrean en el barroquismo lingüístico, por lo que se dirigen a un lector minoritario. Destacan Javier Marías con obras como Corazón tan blanco (1992), o Álvaro Pombo con El metro de platino irisado (1990). ▪ Novela erótica. En los años ochenta y noventa triunfa una novela de contenido erótico, propiciada por el Premio La sonrisa vertical: Las edades de Lulú (1989) de Almudena Grandes. ▪ Novela alegórica, mítica y fantástica. Incorpora lo irracional, lo fantástico, lo soñado y lo simbólico. Obras de Luis Mateo Díez (La fuente de la edad, 1986) y José María Merino (El oro de los sueños, 2010). ▪ Novela de aventuras. Utilizan muchos de los ingredientes citados: intriga, suspense, sentimentalidad, ambientación histórica, etc.: Arturo Pérez Reverté (El maestro de esgrima, 1988) y Carlos Ruiz Zafón (La sombra del viento, 2001).