Régimen de la Restauración: Características y Consolidación
El término Restauración en España se utiliza para designar un largo periodo que comienza con la vuelta al poder de los Borbones tras los fallidos intentos democráticos durante el Sexenio Democrático.
La situación de inestabilidad creada tras el golpe de Estado del general Pavía a fines de la Primera República será aprovechada por los monárquicos alfonsinos, dirigidos por Antonio Cánovas del Castillo, quienes desde finales de 1874 pensaban en la Restauración de los Borbones en la persona del infante D. Alfonso de Borbón, hijo de Isabel II, a favor de quien esta abdicó en su hijo en 1870. Alfonso de Borbón ya había firmado el Manifiesto de Sandhurst, redactado por Cánovas, donde se declaraba buen católico y partidario del liberalismo y las libertades.
Fue el general Martínez Campos quien precipitó los acontecimientos, pues, al margen de Cánovas, dio un pronunciamiento en Sagunto (Valencia) en 1874 a favor de la restauración de la monarquía. Tras el pronunciamiento, Cánovas del Castillo asumió la regencia hasta que Alfonso XII accedió al trono en enero de 1875.
La Restauración se inicia con el pronunciamiento de Martínez Campos en 1874. Podemos dividirla en fases, siendo las dos primeras las que corresponden estrictamente al periodo de la Restauración:
- De 1875 a 1885: Coincide con el reinado de Alfonso XII.
- De 1885 a 1902: Periodo en el que ejerce la regencia María Cristina de Habsburgo durante la minoría de edad de su hijo Alfonso XIII.
- Una tercera fase que coincide con el reinado de Alfonso XIII y en la que el sistema canovista estaba ya en crisis hasta su disolución en 1923 con la Dictadura de Primo de Rivera.
En esta etapa se buscaba principalmente consolidar la monarquía y la estabilidad institucional, reparando los daños que las luchas internas de los años del llamado Sexenio Revolucionario habían dejado tras de sí.
- Se puso fin a la Tercera Guerra Carlista en 1876, lo que supuso la desaparición definitiva del régimen foral; los vascos quedaron sujetos a los mismos impuestos que el resto de españoles y al servicio militar, aunque conservaron cierto grado de autonomía fiscal. El carlismo quedaría fragmentado: algunos carlistas eran partidarios de mantener las esencias del viejo programa y siguieron a Cándido Nocedal en su facción integrista, mientras que otros se incorporaron al Partido Conservador de Cánovas.
- Se terminó la Guerra de Cuba (la acción militar y la negociación permitieron la firma de la Paz de Zanjón, que incluía amnistía, abolición de la esclavitud en 1888 y promesas de reformas políticas y administrativas). El retraso en el cumplimiento de estas medidas provocaría el resurgir del conflicto en 1879 (la Guerra Chiquita) y la posterior insurrección de 1895, hasta la pérdida de las colonias en 1898.
Implantación y Afianzamiento del Sistema Político (1874-1902)
Se procuró un consenso con dos poderes importantes de la nación:
- El Ejército: Abandonó la práctica del pronunciamiento y se retiró de la vida política. Es decir, el poder civil (civilismo) se impuso al poder militar (militarismo). El Rey era el jefe supremo del Ejército.
- La Iglesia: Al restablecerse la confesionalidad del Estado, la Iglesia recobró su antiguo prestigio. El Papa apoyó la consolidación de la Restauración, aunque el anticlericalismo se intensificó en ocasiones.
La principal característica de España en estos años fue la estabilidad constitucional y la modernización económica, lo cual contrasta con la etapa anterior, caracterizada por el desorden y la anarquía. Sin embargo, apareció un problema político de fondo: el nacimiento de fuerzas políticas emergentes como el republicanismo, el movimiento obrero y los nacionalismos, que pusieron de manifiesto la incapacidad de adaptación de los políticos de la Restauración para integrarlos dentro del sistema. A esto hay que añadir el desastre que supuso la pérdida, en 1898, de las últimas colonias del imperio español, lo que dio lugar a la crisis del 98.
Cánovas: Características y Funcionamiento del Sistema
Fundamentos Doctrinales de la Restauración
El sistema político de la Restauración fue ideado y ejecutado por Antonio Cánovas del Castillo.
Este sistema político se basaba en cuatro pilares:
- El Rey: La monarquía es una institución incuestionable que actúa como elemento de unión y concordia.
- Las Cortes: Constituyen, junto al Rey, la columna vertebral de España.
- Una Constitución escrita: Es una de las exigencias del liberalismo. Debe ser lo más ambigua posible para que sirva a todos los partidos y no sea necesario cambiarla continuamente.
- Bipartidismo y turnismo de los partidos políticos: Cánovas se inspiró en el parlamentarismo de Inglaterra, país que había conocido con este sistema una gran estabilidad política e institucional. Lo ideal era que solo hubiera dos partidos, uno en el poder y otro en la oposición, que se turnarían pacíficamente en el ejercicio del poder y que renunciarían a los pronunciamientos como forma de acceder al gobierno.
Son los llamados “partidos dinásticos”, que coincidían en lo fundamental: defensa de la monarquía, la Constitución, la propiedad privada, el sistema capitalista y un Estado liberal, unitario y centralista. Había ciertas diferencias entre ellos, pero su actuación no difería mucho, ya que existía un acuerdo de no promulgar una ley que forzara al otro partido a abolirla cuando regresara al poder, en cumplimiento del turno.
Los dos partidos del sistema eran:
- Partido Conservador, dirigido por Cánovas: Formado por los antiguos moderados y unionistas. Lo integraban los sectores más conservadores: aristócratas, terratenientes y burgueses enriquecidos. Eran defensores del sufragio censitario, de la confesionalidad católica del Estado y de un sistema económico proteccionista.
- Partido Liberal, de Sagasta: Integrado por antiguos progresistas y demócratas. Lo componían comerciantes e industriales. Eran partidarios del sufragio universal, de la libertad de cultos (laicismo) y del librecambismo.
La dinámica del turnismo implicaba que, de los dos partidos, el que lograra la mayoría gobernaba y el otro formaba la oposición. Al desgastarse uno de ellos por el ejercicio del poder, perder la confianza de las Cortes y las elecciones, el poder pasaba al otro.
Funcionamiento del Sistema Político
En la práctica, el sistema canovista era una falsificación de lo previsto en la Constitución a causa de un grave defecto: el fraude electoral. Antes de celebrarse las elecciones, ya se sabía el resultado, pues el partido encargado por el rey de convocarlas resultaba siempre ganador.
En este sistema electoral había unos instrumentos fundamentales:
- La oligarquía: La formaban los dirigentes políticos de ambos partidos, que ocupaban los ministerios, el Senado, el Congreso y los gobiernos civiles, siempre muy bien relacionados con los terratenientes, la burguesía de dinero y la aristocracia.
- El caciquismo: Era la institución que, a escala local y comarcal, aseguraba el resultado electoral que convenía en cada caso. El cacique formaba parte de la oligarquía política y económica de una zona; es decir, eran individuos o familias que, por su poder económico o por sus influencias políticas, controlaban una determinada circunscripción electoral. Valiéndose de su posición económica, de su cultura y del cargo que desempeñaba o de su influencia ante la oligarquía, ejercía un especial control sobre los habitantes de su zona de influencia, quienes se sometían incondicionalmente a sus órdenes políticas a cambio de “favores”.
Oligarcas y caciques ponían en práctica recursos básicos para el falseamiento de elecciones, como la compra de votos, la falsificación de actas y las coacciones. Esto tuvo lugar sobre todo en el campo, donde el analfabetismo y la dependencia económica de una población muy pobre hicieron posible el funcionamiento de este sistema. En las ciudades, sobre todo con la implantación del sufragio universal en 1890, no se dependía tanto del cacique y fue donde los republicanos encontraron más representación.
- El encasillado: El ministro de Gobernación controlaba el proceso electoral, pues elaboraba las listas electorales de aquellos candidatos que debían ser elegidos. Los gobernadores civiles transmitían las listas a los alcaldes caciques. El sistema iba desde arriba hacia abajo y no al revés, como debía ser en unas elecciones democráticas.
- El “pucherazo”: Si era necesario, se usaba lo que se conocía como “el pucherazo”, entendido como todo tipo de trampa electoral, como falsificar el censo (haciendo votar a los muertos o impidiendo que votaran los vivos), manipular actas electorales o amenazar al electorado.
Las consecuencias de la corrupción del sistema serían la falsificación de la democracia, el control político ejercido por la oligarquía, la marginación de la gran masa del país que, al no sentirse representada, no votaba (la abstención llegó a representar el 80% de la población) y el descontento de las fuerzas de la oposición por participar en esta farsa política. Por ello, a fines del siglo XIX, hubo políticos que defendieron una regeneración del sistema. Son los regeneracionistas.
Oposición al Sistema de la Restauración
Aunque la Restauración supuso un periodo de estabilidad política y prosperidad económica, dejó fuera a la mayoría del país y, cuando la crisis del 98 puso de manifiesto la fragilidad del sistema, la oposición tomó fuerzas para poner contra las cuerdas todo el sistema.
El Republicanismo
Tras la experiencia de la Primera República, el republicanismo se encontraba dividido y muy debilitado. Las principales corrientes republicanas estaban representadas por Castelar, que acabó integrándose en el Partido Liberal de Sagasta cuando este aprobó el sufragio universal masculino en 1890; Ruiz Zorrilla, que hizo del pronunciamiento militar su seña de identidad; los federales de Pi i Margall; y los centralistas de Salmerón, el de mejores resultados electorales. Habría que esperar a la crisis de la Restauración, tras el desastre del 98, para que los republicanos adquirieran fuerza y respaldo social.
El Movimiento Obrero
Tras haber sentado sus bases durante el Sexenio Revolucionario, momento en el que llegaron a España las corrientes internacionalistas (anarquismo y marxismo), el movimiento obrero español tuvo que pasar a la clandestinidad y, de algún modo, refundarse durante los primeros años de la Restauración.
El PSOE, de tendencia marxista, había sido fundado por Pablo Iglesias en 1879, en la clandestinidad. La legalización del asociacionismo permitió presentarse a las elecciones desde 1887; un año después (1888) fundaron su sindicato, la UGT. Pablo Iglesias fue el primer diputado socialista en 1910. El socialismo, que no fue la corriente mayoritaria en España, se extendió fundamentalmente por el interior (esencialmente, Madrid) y el norte peninsular (entre los mineros de Asturias, León y Vizcaya). El anarquismo había sido la corriente obrerista más difundida entre las clases populares españolas desde el Sexenio. La refundación de la Federación de Trabajadores de la Región Española se produjo en Barcelona en 1881. El anarquismo, que rechaza la participación política, se centró en la lucha sindical, sobre todo en Cataluña, donde se crearía en 1911 la CNT, el sindicato más importante en España hasta la Guerra Civil. Entre los jornaleros andaluces, por el contrario, predominó la acción violenta, partidaria de utilizar la fuerza para acabar con el capitalismo.
Nacionalismo y Regionalismo
El nacionalismo surgió a finales del siglo XIX como reacción al modelo de Estado liberal, centralizado y uniforme. En algunas regiones, basándose en sus peculiaridades lingüísticas, culturales e históricas, surgieron reivindicaciones políticas de autogobierno. En otras (Galicia, Valencia), no pasó de un regionalismo más cultural que político. El nacionalismo con mayor respaldo fue el catalán, con Prat de la Riba como ideólogo y fundador de la Lliga Regionalista en 1901. El nacionalismo vasco, independentista, antiliberal y antiespañol, fue obra de Sabino Arana, fundador del PNV (1895), quien diseñó un nacionalismo basado en la raza, la lengua y la religiosidad como señas de identidad del vasquismo.