Nietzsche: De la Verdad al Superhombre
Como hemos desarrollado previamente, en el pensamiento de Nietzsche se defiende que…
Sobre Verdad y Mentira en Sentido Extramoral
Para entender adecuadamente el lugar que ocupa esta idea en el conjunto del pensamiento de Nietzsche, es necesario comenzar conectando esta idea con una de sus primeras obras, Sobre verdad y mentira en sentido extramoral (1873). En ella, Nietzsche explica la formación de la verdad y de la ciencia, aspectos que se relacionan con las ideas expuestas.
Se compara al hombre con el resto de los animales debido a que, mientras estos aún actúan por instinto, el hombre lo hace mediante la capacidad de reflexión y creación de conceptos, lo que le permite reinterpretar la realidad.
El proceso es el siguiente: la formación de conceptos, según Nietzsche, surge de la necesidad de generalizar. Para comunicarnos, los individuos simplifican las experiencias singulares eliminando sus particularidades y creando categorías abstractas. Este proceso implica la invención de metáforas que transforman las percepciones sensoriales en representaciones compartidas; sin embargo, Nietzsche critica esta reducción, ya que oculta la riqueza de la experiencia y establece una falsa noción de verdad universal.
Los conceptos son esencias, ficciones útiles que permiten la organización social, pero también limitan nuestra comprensión directa del mundo.
Según Nietzsche, la deformación y manipulación de la realidad se ha dado de forma inconsciente, pero fue con Sócrates y Platón cuando hubo una voluntad clara de esconder la dimensión irracional y cruel de la realidad.
La Muerte de Dios y el Nihilismo
A la segunda mitad del siglo XIX es cuando se experimenta la muerte de Dios y el nihilismo. El nihilismo consiste en el reconocimiento de que los valores supremos de la tradición occidental han perdido su poder vinculante y su capacidad de otorgar sentido.
Surge de la constatación de que estos valores no tienen una base objetiva, lo que lleva a una crisis existencial que se manifiesta de dos formas principales: el nihilismo pasivo, que implica la resignación ante la falta de sentido, y el nihilismo activo, que busca destruir los valores antiguos.
La muerte de Dios es la expresión simbólica de esta situación, marcando el fin de la dependencia en fundamentos trascendentes y abriendo la posibilidad de una renovación.
La Genealogía de la Moral y la Voluntad de Poder
En La genealogía de la moral (1887), Nietzsche señala los valores como una condición necesaria para la vida y efectúa un giro copernicano en el ámbito de la moral afirmando que los valores morales no son absolutos. Nietzsche cuestiona su origen y relación con la vida, se pregunta si hay alguna forma de medirlos, compararlos o preferirlos unos a otros y propone investigarlos mediante una genealogía que revele su desarrollo histórico y su función.
Su genealogía la refina, entendiendo la moral como una expresión de la voluntad de poder, rechazando cualquier fundamento trascendente. Las fuerzas [en la voluntad de poder] se pueden clasificar según su cantidad y su calidad.
Según la cantidad, encontramos fuerzas dominantes que imponen su voluntad y fuerzas dominadas que se subordinan. Según la calidad, se distinguen entre fuerzas activas que afirman y crean, y fuerzas reactivas que niegan y se oponen.
La voluntad de poder impulsa todas las acciones y es el principio básico de la existencia. Desde Sócrates ha predominado una voluntad reactiva que glorifica la renuncia y la debilidad, instaurando valores que niegan la vida. No obstante, Nietzsche aboga por una transformación hacia la fuerza activa, donde la voluntad de poder puede manifestarse en su plenitud, generando valores que celebran la vitalidad y el potencial humano.
Amor Fati, Eterno Retorno y el Superhombre
Frente al juicio condenatorio de la vida, la posición de Nietzsche es el amor fati, la aceptación absoluta del destino, incluyendo el sufrimiento como algo necesario y valioso. Nietzsche lo complementa con el eterno retorno, una idea que invita a imaginar vivir cada instante de la vida repetidamente y sin cambios. Ambos conceptos se entrelazan para afirmar la existencia como un todo indivisible, rechazando la trascendencia.
Esta actitud del individuo transforma el sufrimiento y las dificultades en elementos esenciales de una vida plena, dotando de sentido a cada momento vivido con intensidad y creatividad.
Este nuevo hombre que ha pasado por la experiencia del nihilismo, la muerte de Dios, la voluntad de poder, el amor fati y el eterno retorno, ya no puede ser el mismo que fue cuando pensaba en la existencia de un mundo trascendente. Nietzsche se refiere a este hombre como el superhombre.
Filosofía Medieval y la Epistemología de Tomás de Aquino
Esta sección aborda el problema del conocimiento y su tratamiento en la filosofía medieval.
Seguidamente, se expondrá el tratamiento de este problema en la filosofía medieval y se confrontará una posición [implícita] con la de Tomás de Aquino en lo que respecta al conocimiento.
El Problema del Conocimiento en la Edad Media
La novedad que aparece en la filosofía medieval con respecto a la filosofía antigua es la irrupción del pensamiento cristiano. Ahora bien, las nuevas ideas cristianas no rompieron con la tradición griega anterior, sino que la asimilaron intentando hacer compatibles las ideas griegas antiguas con las nuevas ideas cristianas. Este hecho explica que la filosofía medieval se apoye en las ideas de la filosofía antigua para explicar el problema del conocimiento.
Una de esas ideas compartidas entre los filósofos medievales y los antiguos es su postura realista, pues ambos defienden que las ideas de las que está formado nuestro conocimiento se basan en los propios objetos reales subsistentes. La postura idealista surgirá más adelante con la filosofía moderna y Descartes, al sostener que la relación entre nuestro conocimiento y la realidad exterior no es segura.
Sin embargo, si bien la explicación del conocimiento en el período medieval se apoya sobre muchas de las ideas de la filosofía antigua, también aporta ideas nuevas.
Razón y Fe
Un ejemplo de ello fue el intento de conciliación entre la razón y la fe para alcanzar el conocimiento. Los filósofos antiguos se servían únicamente de la razón, junto con la experiencia, para explicar el conocimiento. Sin embargo, con la irrupción del cristianismo, la fe también pasaba a formar parte de las herramientas de conocimiento.
El problema era que algunas verdades que se conocen mediante la fe parecían contrarias a las proporcionadas por la razón y la experiencia. Para resolver esta cuestión, hubo varios intentos de conciliar ambas verdades.
Una de ellas fue la teoría de la doble verdad, defendida por los averroístas latinos, para los cuales existían verdades de fe y verdades de razón, ambas diferentes, por lo que tal contradicción era simplemente aparente. De esta forma, más que conciliar la religión y la filosofía, lo que se hizo fue separarlas.
Sin embargo, hubo otros intentos de conciliación, como la que hizo Tomás de Aquino.
La Epistemología de Tomás de Aquino
La epistemología de Tomás de Aquino parte de la idea aristotélica de que todo conocimiento comienza con los sentidos. Siguiendo a Aristóteles, Tomás afirma que los seres humanos, como animales con percepción, pueden captar las formas de los objetos sensibles a través de los sentidos externos e internos.
El conocimiento sensible es la base del conocimiento intelectual. En este proceso, interviene el intelecto, que según Tomás es inmaterial y está dividido en dos tipos: el intelecto agente y el intelecto paciente. El primero abstrae las formas universales a partir de los objetos particulares captados por los sentidos, mientras que el segundo actúa como una “tabla rasa” que recibe esas formas y las hace inteligibles.
Este planteamiento se basa en la teoría aristotélica del conocimiento, pero Tomás la adapta a su visión cristiana. Para él, el alma humana es inmortal e inmaterial, lo que permite que el conocimiento no se reduzca a lo sensible, sino que se eleve hacia lo universal y trascendente.