El Problema de la Ética
Nietzsche critica la moral occidental fundamentada en el platonismo y el cristianismo, ya que es contranatural por ir contra la vida, debido a que restringe los instintos vitales frente a la razón. Además, promete una recompensa en un mundo trascendental que no existe, pues la metafísica y las verdades absolutas no existen (nihilismo).
La moral cristiana se conoce como «moral de los esclavos», en la que triunfan los valores apolíneos (razón, moderación, normas, represión de instintos, obediencia). No disfruta de la vida por creer que esto conlleva a un castigo en el más allá.
Por otra parte, la «moral de los señores» es la que posee valores dionisíacos (voluntad irracional, exceso, libertad, importancia del instinto, individualismo). El objetivo moral es cambiar los valores apolíneos por los dionisíacos, alcanzando este tipo de moral, que permite convertirse en el superhombre vitalista.
La transmutación de valores en la ética implica la transformación de los valores tradicionales, como el bien y el mal, que fueron impuestos por la moral cristiana. Defiende la creación de nuevos valores basados en la afirmación de la vida y la voluntad de poder.
Tras la reflexión final, llega a la defensa del nihilismo, que considera que la vida carece de significado, propósito o valor. Admite que la filosofía se había enfocado en algo que no tenía fundamento, una causa externa. Afirma que la única verdad es la vida, y esta no tiene fundamento.
El Problema del Ser Humano
La filosofía occidental hasta el momento había entendido al ser humano como un «animal racional», dando importancia a los valores apolíneos (razón, armonía, buen comportamiento…), reservando al instinto o a las pasiones un papel secundario al servicio de la razón.
Sin embargo, Nietzsche considera que es la razón humana la que está al servicio de los instintos, de la voluntad de poder (crecimiento, dominación, expansión y ascenso), que además de los valores apolíneos incluye dionisíacos (desmesura, libertad, caos), ya que el hombre posee ambos.
Por tanto, Nietzsche concibe al ser humano no como un «animal racional», sino como una manifestación de la vida y la voluntad de poder. Por eso propone otra metáfora como modelo ideal del ser humano: el superhombre, que es el estado que el hombre debe alcanzar tras una serie de transformaciones, explicadas mediante tres metáforas o estados:
- El estado del camello hace referencia al hombre occidental que vive sin rebelarse bajo la «moral de los esclavos», que rechaza la vida: es antinatural, niega el instinto y se fundamenta en Dios, la Razón, el Estado…
- El estado del león se identifica con la aceptación del nihilismo, que defiende que no hay fundamento y que la única verdad es la vida, que no debe enfocarse en una causa externa (Dios, la razón y el Estado). En este caso, el hombre cansado de la «moral de los esclavos» comienza la transmutación de esos valores por los de la «moral de los señores», que incluye valores dionisíacos.
- En el estado del niño, el hombre ha alcanzado la figura del superhombre, librándose de las cargas, siendo ahora creador de sus propios valores y dueño de su libertad individual, buscando en todo momento la satisfacción de sus instintos.
El Problema de Dios
Nietzsche, filósofo ateo, critica el cristianismo por crear la idea de Dios y una segunda realidad trascendental, restando valor a la existencia terrenal. Al igual que Platón, el cristianismo divide la realidad en dos: la vida terrenal, imperfecta y transitoria; y la vida de Dios, eterna y perfecta. Esta visión desprecia la vida y el momento presente.
Además, el cristianismo fomenta la «moral de los esclavos» (sumisión, sacrificio, humanidad…). Todo esto se resume en que el cristianismo prioriza la salvación eterna y el control de las pasiones sobre la plenitud de una vida guiada por la intuición que defiende su vitalismo.
Con la Ilustración y la razón, ha quedado claro que no puede demostrarse la existencia de Dios (Kant) y, por tanto, la creencia en Dios ha desaparecido. Este hecho es el que Nietzsche identifica con la «muerte de Dios», que ha sido «matado» por la cultura occidental, aunque no es más que otra metáfora.
Aceptar la «muerte de Dios» es el primer paso para vivir bajo la «moral de los señores» y encaminarse hacia el superhombre, lo que implica la vida, la libertad y el nihilismo.
La «muerte de Dios» tiene como consecuencia el nihilismo: la eliminación de los valores en los que se creía (lo no sensible, las ideas absolutas y las verdades inmutables). El nihilismo puede conllevar en un principio a la desesperación y al vacío existencial al aceptar que no hay ningún fundamento de la vida (nihilismo negativo).
Sin embargo, más tarde surge la necesidad de extraer consecuencias positivas de la «muerte de Dios» (nihilismo positivo), que no consiste en colocar nuevos fundamentos (nuevos dioses, ciencia, Estado…), sino estar abierto a crear nuevos valores que den importancia a la vida.