Reinos cristianos de la península

Evolución política de Al-Ándalus: conquista, emirato y califato de Córdoba


La rápida invasión y conquista musulmana de la Península (711-714), liderada por el gobernador de Ifriqiya Tariq y su general Muza, comenzó tras la derrota de los visigodos y la caída del rey Rodrigo en la batalla de Guadalete. Excepto algunas plazas (como la ciudad de Sevilla) la mayor parte del territorio se rindió sin oponer resistencia (sistema de capitulación). La Península se transforma en un Emirato DEPENDIENTE de Damasco (714-755). Este periodo se define por la inestabilidad (rebelión bereber del 740) fruto del continuo cambio de gobernantes y las luchas de poder, con dos límites en la expansión (Covagonda 722, y Poitiers 732). En este periodo Al Ándalus era una provincia gobernada por un valí delegado por el califa. Le sigue el Emirato INDEPENDIENTE de Córdoba (755-929), periodo de consolidación del estado musulmán en la Península. Comienza con el liderazgo de Abd Al Rahman I, miembro de la familia omeya asesinada por los abasidas, que se hace con el poder tras derrotar al emir Yusuf en Al Musara. Pese a su extensión, el emirato sufrirá las incursiones de los francos, los hostigamientos por el norte de los núcleos cristianos, o la propia disidencia interna (como las rebeliones muladíes). Con Abd Al Rahman III el Emirato se transforma en un Califato (el líder político también es el líder religioso). Durante el CALIFATO DE CÓRDOBA (929-1031) se centraliza el poder del estado, consolidando las fronteras y eliminando resistencias (fatimíes). Al Ándalus se divide en coras con un gobernador al frente y un potente ejército que aseguraba la estabilidad. Las ciudades eran el centro de decisión política, económica y cultural de los territorios, y el cobro de impuestos garantizaba el mantenimiento del estado. Con su sucesor, Hakam II, se alcanza el máximo esplendor cultural. La crisis y desaparición del estado califal tiene lugar entre el 1008 y el 1031, cuando facciones partidarias de la familia omeya y del visir Almanzor, caudillo que llegó a ostentar el poder, se enfrentan, desintegrando el califato en los reinos taifas.

Al-Ándalus: Reinos de taifas. Reino Nazarí

En el año 1008 comenzaba la crisis del Califato (fitna), con la lucha de las facciones partidarias del caudillo Almanzor y las de la familia Omeya. Con la caída del Califato en 1031 y el destierro del último califa, Hisham III, los distintos gobernadores se proclamaron independientes, dando lugar a los reinos de taifas. Los enfrentamientos entre ellos propiciarían el avance cristiano (Reconquista). Las primeras taifas presentaban rasgos comunes: distribuidas por familias y etnias, aglutinándose las más frágiles en torno a las más poderosas (Sevilla, Zaragoza o Valencia). Políticamente debilitadas dada su desuníón, pagaban parias a los cristianos a cambio de protección militar. A pesar de esto, fue una etapa de esplendor cultural. A finales del XI las taifas se ven incapaces de frenar el avance cristiano (Alfonso VI de Castilla conquista Toledo en 1085), pidiendo ayuda a los almorávides, guerreros bereberes que habían consolidado un Imperio norteafricano. Estos derrotaron a Alfonso VI en Sagrajas y Uclés y lograron reunificar Al-Ándalus (1090-1144). En 1144 los almorávides sucumbieron. Las taifas recibirán entonces otra invasión, la de los almohades (1144-1248), de gran rigor religioso que, tras victorias como la de Alarcos, fueron derrotados por los cristianos (castellanos, aragoneses y navarros principalmente) en las Navas de Tolosa (1212), replegándose al norte de África. Las taifas surgidas irían siendo conquistadas y se evitó la invasión de los benemerines en 1340. El reino nazarí (1248-1492) fue el último reino islámico que pervive. Su primer rey, Muhammad I, controla Jaén, Córdoba, Málaga, Granada y Almería. El reino consigue sostenerse mediante el pago de tributos a los cristianos, llegando a colaborar con Castilla en la conquista de Sevilla. En el S. XIV entra en crisis sucesorias. En 1482 se inicia la guerra contra Castilla, que culmina con la toma de la capital y exilio de Boabdil en 1492 y con esta, el último dominio musulmán en la Península.


Al-Ándalus. Economía, sociedad y cultura

La economía andalusí era fundamentalmente agrícola. Los musulmanes extendieron el uso del regadío mediante sistemas como la noria o las acequias. Introdujeron nuevos cultivos (algodón, arroz, azafrán, cítricos) que unieron a la tríada mediterránea (cereal, vid y olivo). En la ganadería, retrocedíó la porcina por motivos religiosos, desarrollándose más la ovina y equina. La minería se revitalizó, destacando el hierro, cobre y plomo. La producción artesanal fue prolija, destacando el textil (seda, lana y lino) y productos de lujo (pedrería, orfebrería, trabajo del cuero, vidrio). El comercio interior que se realizaba en los zocos urbanos, y el comercio exterior a través de sus puertos (Málaga y Almería) con el Magreb, norte de África y Oriente; utilizándose dos monedas, el dinar (oro) y el dírhem (plata). La ciudad se revitalizó, como centro de consumo y riqueza, surgiendo expresiones arquitectónicas como la mezquita de Córdoba o el palacio de la Alhambra. La sociedad andalusí era muy heterogénea, por su gran diversidad étnica y religiosa. La principal división era de tipo religiosos, con mayoría musulmana (árabes, bereberes y muladíes) que no estuvo exenta de fricciones. Esta sociedad se estructuraba en: grupo nobiliario o jassa (nobleza de sangre y de servicio), burguésía urbana o ayan (funcionarios, artesanos y comerciantes), plebe y esclavos. Junto a ellos las minorías religiosas (dimmies) de mozárabes y judíos. Su cultura estuvo marcada por el Islam y su libro sagrado, el Corán, con periodos más aperturistas (Califato de córdoba, Taifas) y otros más rigurosos (almorávides y almohades). Su influencia en Occidente se produjo en varios órdenes: arte (mezquita de Córdoba, Alhambra de Granada), filosofía (Averroes, Maimónides), literatura (El collar de la paloma, las moaxajas y el zéjel) y ciencia (álgebra, medicina, astronomía).