Sociedad ilustrada

El teatro español posterior a la Guerra Civil presenta Limitaciones debidas a los condicionamientos políticos o culturales de la época (intereses empresariales, preferencias del público y las limitaciones impuestas Por la censura). En el terreno teatral de esta época pueden reconocerse etapas Y tendencias paralelas a las que se dieron en la novela y en la poesía.

El teatro de la primera posguerra tiene como rasgos Compartidos la preferencia por la comedia y su carácter evasivo o escapista. Así se negaron las aportaciones más relevantes de la preguerra, como el teatro De Valle o Lorca; se estrenaron obras que exaltaban los valores de los Vencedores y se programaron autores clásicos como Calderón, Lope o Zorrilla. Se Establecíó un férreo control sobre las obras, ocasionando la autocensura de los Dramaturgos. Pese a ello, la actividad teatral fue muy abundante.
Durante los años 40 domina la escena la comedia Burguesa, heredera de la “alta comedia” de Jacinto Benavente, dramaturgo de Principios de siglo. Son obras bien construidas, con diálogos de gran calidad Literaria y una intriga que mantiene el interés del espectador en todo momento. Sus protagonistas pertenecen a la clase media burguesa, cuyas costumbres Retrata. Dramaturgos representativos de este teatro de entretenimiento, con final Feliz y siempre alejado de la crueldad de la vida, son José María Pemán, Ignacio Luca de Tena, Edgar Neville, Joaquín Calvo Sotelo o Víctor Ruiz Iriarte.

Durante los años anteriores a la Guerra Civil había Cuajado una fórmula dramática denominada comedia Del disparate, que se siguió cultivando durante la primera posguerra. Sus Principales representantes son los dramaturgos Enrique Jardiel Poncela y Miguel Mihura.
El primero combina el humor verbal con el de situación con el Objetivo de romper con las formas tradicionales de lo cómico. Algunas de sus Obras más recordadas son Eloísa está debajo de un almendro y Cuatro Corazones con freno y marcha atrás. Miguel Mihura también fue un renovador del Teatro de humor. Distorsiona la realidad proponiendo situaciones disparatadas y Diálogos absurdos para denunciar los convencionalismos sociales. Su obra más Conocida es Tres sombreros de copa.

Paralelamente, en estos años, siguen escribiendo Teatro los grandes dramaturgos Españoles en el exilio:

Rafael Alberti (El adefesio, Noche de guerra En el Museo del Prado), Max Aub Y Alejandro Casona, que habían Iniciado un teatro renovador antes del conflicto bélico. El teatro de Casona se caracteriza por el conflicto entre realidad y fantasía (La sirena Varada). En el exilio estrenará La dama del alba.

En los Años cincuenta surge un teatro comprometido con la realidad social y Política del país que oscila entre dos polos:
el posibilismo de Antonio Buero Vallejo y el teatro de agitación de Alfonso Sastre.
El hito que marca el comienzo De esta nueva tendencia es Historia de una escalera, de Buero, estrenada En 1949. Con esta obra y Escuadra hacia la muerte (1953), de Sastre, Arranca este tipo de teatro realista de protesta y denuncia, disconforme con la Situación sociopolítica, que se extenderá hasta principios de los años 70. En Las obras de Buero, predomina la búsqueda de la verdad de un personaje inmerso En un malestar que sirve para criticar la mediocridad de la vida cotidiana y de La sociedad, recurriendo para ello a alegorías, de modo que sus obras puedan Sortear la censura de la época. En su dilatada carrera se inscriben tragedias Caracterizadas por el uso de personajes históricos para reflexionar sobre el Presente (Goya, en El sueño de la razón), La presencia de elementos simbólicos (la ceguera en En la ardiente oscuridad) y efectos de inmersión (que sitúan al Espectador en la conciencia de los personajes, como en La Fundación), que pretenden que el espectador tome conciencia de La trágica condición del ser humano, así como de la realidad de la época. Sin Embargo, Alfonso Sastre pretendíó reflejar de modo más directo el malestar del Individuo, que siempre acaba derrotado (La mordaza, Guillermo Tell tiene los Ojos tristes). Su intención fue concienciar a los ciudadanos y transformar La sociedad con su teatro comprometido de signo antifranquista. Por la Progresiva radicalización de sus tesis revolucionarias, la censura prohibirá Dos de sus mejores obras, La sangre y la ceniza y La taberna Fantástica, que serán estrenadas tras el fin de la dictadura.

En los años sesenta, Influidos por Buero y Sastre, un grupo de dramaturgos continúa el teatro realista Y social que da testimonio de la situación injusta de la época con un tono desgarrado Y una visión cercana al esperpento valleinclanesco. Sus obras ponen de manifiesto La alienación del individuo. Temas frecuentes en estos dramas son la Intolerancia, la insolidaridad, la explotación de los trabajadores, la pobreza O el desarraigo de un personaje angustiado dentro de una atmósfera social Opresiva. Algunas de las obras más representativas de este grupo son: Los inocentes de la Moncloa, de Rodríguez Méndez;
La madriguera, de Rodríguez Buded;
El tintero, de Carlos Muñiz;
La camisa, de Lauro Olmo, y Las salvajes en Puente San Gil, de José Martín Recuerda.
Este teatro tuvo muchas dificultades para ser Representado a causa de la censura y la falta de apoyo de los empresarios Teatrales y los espectadores, que preferían un teatro comercial. Dentro del Teatro comercial hay que destacar a Alfonso Paso, que abandona la crítica social de sus obras iniciales para escribir Comedias ligeras y divertidas, como ¡Cómo está el servicio!, que lo Convirtieron en el dramaturgo de más éxito comercial durante los sesenta. En Este decenio también comienza a estrenar Antonio Gala (Anillos para una dama). La soledad, el amor y la libertad son Los temas principales de su teatro, caracterizado por el tono poético, el simbolismo Y cierta propensión al mensaje moral.

En estos años surge un teatro renovador y experimental en el que pierde importancia la Acción y el texto literario en favor de otros elementos del lenguaje escénico. Influidos Por el Surrealismo, el teatro del absurdo y el teatro de la crueldad, Fernando Arrabal y Francisco Nieva son los dos autores fundamentales. El teatro de Fernando Arrabal, fundador del Movimiento Pánico, tiene carácter Simbólico, concede especial importancia a los signos no verbales, presenta Diálogos poéticos o incoherentes que se apartan de la lengua cotidiana y aspira A escandalizar al espectador mediante la violencia, el sexo o la locura (Pic-nic, El cementerio de automóviles, El Laberinto).
Francisco Nieva Cultiva un teatro de raíz vanguardista donde da cabida a lo onírico, lo dadaísta Y lo simbólico con la intención de mostrar la esencia del hombre y provocar la Catarsis liberadora en el espectador. De su amplia producción teatral destacan Aquellas obras que el propio autor agrupa bajo la denominación de “teatro furioso”. Muchas de ellas fueron Escritas en los años sesenta, pero no pudieron ser estrenadas hasta después de La muerte de Franco (Pelo de tormenta, Nosferatu). El tema central de su Obra es la crítica a la España tradicional, a través de un lenguaje dramático Caracterizado por el erotismo y la desinhibición verbal, con elementos del Carnaval y el esperpento.

El teatro en Democracia está condicionado por dos factores: el apoyo institucional y la Pérdida de importancia del dramaturgo y del texto dramático. Este último factor Tiene como consecuencias la importancia que cobra el director de escena y la aparición de grupos de teatro Independientes (Els Joglars, La Fura del Baus, Teatro Universitario de Murcia…) con tendencia a la creación colectiva y al teatro no verbal. Pervive, No obstante, un teatro de texto, con un renovado vigor en los últimos años. En el teatro de los ochenta destacan José Luis Alonso de Santos (Bajarse al moro) o José Sanchis Sinisterra (¡Ay, Carmela!). En los últimos años Estrenan sus obras los autores de la llamada generación Bradomín, con dos tendencias fundamentales: un teatro de la palabra, representado por Juan Mayorga, cuyas obras reflexionan sobre las distintas formas de opresión y Dominación; y un teatro de Experimentación radical, con autores como Angélica Liddell y Rodrigo García.