Texto 1: “¿Me pregunta usted qué cosas son idiosincrasia en los filósofos?”
Tesis
La tesis fundamental del texto es la crítica a la actitud de los filósofos tradicionales, a quienes Nietzsche acusa de no tener sentido histórico y de rechazar el devenir, la vida, el cuerpo y el cambio. Los filósofos, dice, convierten la realidad en “momias conceptuales“, sustituyen lo vivo por conceptos muertos y eternos. De este modo, niegan la vida, que es esencialmente devenir, transformación. En lugar de aceptar el cambio, lo condenan y crean un “mundo verdadero” basado en la negación del mundo sensible. Nietzsche denuncia que esta actitud nace del miedo, del resentimiento hacia la vida real.
Relación
El texto es una expresión clara del nihilismo pasivo que Nietzsche diagnostica en la cultura occidental: la negación de la vida en favor de valores ficticios y trascendentes. La actitud de los filósofos es nihilista porque niega lo que existe (el devenir, la multiplicidad, el cuerpo) y valora lo inexistente (la esencia, la eternidad, el alma). Este tipo de nihilismo lleva al vacío de sentido. Pero Nietzsche no se detiene en la crítica: propone superarlo mediante el nihilismo activo, que consiste en destruir estos ídolos y crear nuevos valores que afirmen la vida. Esta tarea implica una “transmutación de los valores” que devuelva valor al mundo sensible y corporal.
Texto 1.1: “lo que es no deviene”
Tesis
Nietzsche critica la tradición filosófica iniciada por Parménides, que considera que solo “lo que es” tiene valor y que todo lo cambiante (el devenir) es ilusión. Según esta visión, los sentidos nos engañan al mostrarnos un mundo en constante transformación, por lo que el filósofo busca una verdad eterna más allá de lo sensible. Platón continúa esta idea con su alegoría de la caverna, donde la salida simboliza el rechazo del cuerpo, del cambio y de la vida misma.
Relación
Nietzsche denuncia que esta actitud lleva a despreciar la historia, los sentidos y el cuerpo, considerándolos inmorales y fuente de error. Para él, el filósofo acaba convirtiéndose en una especie de “sepulturero”, una momia que se ha negado a sí misma todo lo vital. Invirtiendo la jerarquía platónica, Nietzsche defiende los valores ligados a la vida y critica a los reyes-filósofos como representantes de una moral decadente, esclava de ideales abstractos y muertos.
Texto 2: “Pongo a un lado”
Tesis
La idea principal es que los sentidos no mienten: muestran el cambio, el devenir, lo real. Es la razón la que introduce el error al intentar fijar, conceptualizar y dar unidad a lo múltiple. Nietzsche critica la invención de conceptos metafísicos como “unidad”, “sustancia” o “ser”, que niegan el fluir constante de la realidad. Afirma que el “mundo verdadero” es una ficción racional, y que el único mundo es el que percibimos, el “aparente“.
Relación
Este texto desvela el origen del nihilismo: la negación del mundo sensible por parte de la razón filosófica. Al inventar un mundo perfecto y eterno, la metafísica desacredita el único mundo real. Esto lleva a una desvalorización de la vida, que es esencia del nihilismo pasivo. Nietzsche llama a eliminar ese mundo inventado, y a afirmar el devenir y la multiplicidad. Este es el primer paso del nihilismo activo: reconocer que no hay verdades eternas ni mundo trascendente, y afirmar la realidad cambiante como base de nuevos valores.
Resto de textos: La historia del error filosófico
Nietzsche expone la historia del error filosófico que ha marcado la cultura occidental: la creencia en un “mundo verdadero” más allá del sensible. Su objetivo es mostrar cómo esta idea ha debilitado el valor de la vida real e influido profundamente en la moral, el conocimiento y la religión. El recorrido culmina con Zaratustra, símbolo de una nueva filosofía que supera esa tradición y afirma la existencia tal como es, a través del eterno retorno y el superhombre.
El capítulo comienza con la visión platónica del “mundo verdadero” como una realidad ideal, eterna e inmutable, accesible solo mediante la razón. Es el núcleo de su filosofía: un mundo inteligible que representa la auténtica verdad, frente al mundo sensible, cambiante y engañoso. Con el cristianismo, esta idea se transforma en una promesa de salvación que solo se alcanza por la fe, debilitando su dimensión racional. Kant mantiene su valor como postulado moral, aunque reconoce que no puede conocerse racionalmente. El positivismo da otro paso: niega toda validez a lo metafísico y reduce el conocimiento a lo sensible. Como resultado, el “mundo verdadero” se vuelve inalcanzable e incluso inútil. Esto desemboca en el nihilismo, donde la pérdida de sentido se hace evidente. Nietzsche culmina este recorrido negando por completo la existencia del “mundo verdadero”, al que considera una ilusión que ha impedido afirmar la vida. En Así habló Zaratustra, propone superarlo mediante el eterno retorno y el superhombre, que celebran la vida tal como es, sin necesidad de otro mundo. Así, el capítulo muestra el tránsito desde una verdad absoluta que lo explica todo hasta su disolución definitiva, abriendo paso a una nueva filosofía que afirma el presente y rechaza toda trascendencia.
Comparación con otros filósofos
Heráclito
Nietzsche se siente profundamente afín a Heráclito, al punto de considerarlo uno de los pocos filósofos que ha comprendido la naturaleza del mundo. Ambos comparten la idea de que la realidad es devenir, cambio constante, y que la permanencia es una ilusión. Heráclito afirmaba que “todo fluye” (“panta rei”) y que no se puede entrar dos veces en el mismo río, porque todo cambia. No obstante, también sostenía que ese cambio está guiado por una armonía oculta, un logos, que da sentido y orden al devenir. Nietzsche recoge esta idea del devenir, pero rechaza completamente el logos: para él, no hay un principio racional ni finalidad en el cambio. El devenir no tiene sentido, no responde a ninguna ley ni estructura subyacente. La realidad es voluntad de poder, caos en flujo constante, sin ningún principio regulador. Además, mientras Heráclito desconfía de los sentidos porque nos muestran cosas como si fueran estables, Nietzsche los reivindica como medio de contacto con la realidad, y culpa a la razón de deformar su testimonio. Ambos, sin embargo, coinciden en negar la existencia de un “ser” fijo y eterno.
Platón
Nietzsche ve en Platón el origen del “gran error” de la filosofía occidental: la separación entre el mundo sensible y el mundo inteligible. Para Platón, el mundo sensible es solo una copia imperfecta del verdadero mundo de las Ideas, eterno e inmutable. Esta división no solo desvaloriza el cuerpo y la vida concreta, sino que inaugura una tradición que buscará la verdad y el bien fuera de la experiencia vital. Nietzsche denuncia esta ontología como negación de la vida, y llama a esta actitud “platonismo”, una enfermedad cultural que ha infectado a la filosofía y a la religión (especialmente el cristianismo). Para él, no existe otro mundo más allá de este: solo el mundo sensible es real, aunque cambiante. Asimismo, critica el dualismo antropológico de Platón (alma/cuerpo), pues considera que el desprecio del cuerpo es una expresión del resentimiento y del miedo. También rechaza la moral platónica, que exalta la razón sobre los instintos: Nietzsche propone, en cambio, una ética basada en la fuerza, la vitalidad y la afirmación de la existencia.
Kant
Nietzsche ve en Kant un heredero directo de Platón, aunque más sutil. Kant afirma que solo podemos conocer el fenómeno (el mundo tal como aparece), pero postula que existe una realidad en sí inaccesible (el noúmeno), que incluye ideas como Dios, el alma o la libertad. Aunque Kant reconoce los límites de la razón teórica, recurre a la razón práctica para justificar estos postulados, necesarios —según él— para sostener la moral. Para Nietzsche, esto es un autoengaño sofisticado: Kant ha eliminado el mundo inteligible de la metafísica clásica solo para volver a introducirlo como necesidad moral. Rechaza esta maniobra como una nueva forma de platonismo, aún más debilitada, pero igual de nociva. Además, Nietzsche rechaza la razón como fundamento de la moral, y por tanto critica la ética kantiana basada en imperativos categóricos y en la idea de deber universal. Para él, no existen verdades morales objetivas, sino solo interpretaciones nacidas de contextos vitales concretos. Su pensamiento es radicalmente perspectivista: no hay hechos morales, solo valoraciones.