Fundamentos de la Filosofía Aristotélica: Ser, Alma y la Ética de la Felicidad

Metafísica Aristotélica: La Relación entre Ser y Realidad

Aristóteles (A.) relaciona íntimamente la realidad con el ser. Es por eso que, a diferencia de Platón, busca entender qué es el ser en su totalidad. Alega que Parménides tenía una visión unívoca del ser; pensaba que el ser es uno y no cambia, por lo tanto, todo lo que no existe, empezando por el no-ser, no existe. En contra de este autor, Platón ofrecía una visión equívoca en la que existen dos realidades: por un lado, el ser eterno ubicado en el mundo de las ideas (inmaterial), y el mundo físico (material), ese por el que A. tenía una concepción equivocada. Del mismo decía que el ser se puede predicar de muchas maneras y, puesto que hace referencia a cosas diferentes, siempre con un ser en común.

La Teoría Hilemórfica: Sustancia y Accidentes

A., al igual que Parménides, defiende que el ser no cambia, pero se da cuenta de que en la naturaleza sí se produce un cambio y que ese cambio, si el ser se da, cambia. La consideración del ser es aquello con lo que está relacionado, por lo tanto, ese ser sí se da. Así, al considerar que se compone de algo como ente, permite dar razón a que existe y se reconoce su sustancia (ousía), de la cual emana, y a sus accidentes (que cambian).

Al mismo tiempo, hace una distinción acerca de la entidad o entidad primera, representando el sujeto físico o natural que como tal se separa de sus predicados y nunca se puede predicar de otro, pues considera que siempre el sujeto nunca se predica; es decir, de lo que existe independientemente (sustancia) y de lo que se realiza como un todo concreto que se explica por la entidad primera (unión de esa clase). La entidad segunda representa el mundo de las ideas de Platón, ya que hace referencia a los predicados universales o generales, los cuales caen en categorías (géneros y especies). Todos los predicados son esenciales, que son lo que son; sus accidentes lo forman y pertenecen a esa entidad.

Materia y Forma

Dentro de la entidad siempre hay una materia y una forma. La materia (hylé) es un sostén indeterminado, el sustrato de los accidentes y se caracteriza como ente. La forma (morphé) se le da en esta entidad y es lo que determina para hacer lo que es, lo que hace que el ente sea determinado y que conozcamos la causa, pues estos son los principios que la materia física explica en la física y la técnica.

El Cambio: Acto, Potencia y las Cuatro Causas

A. divide el ser para explicar el cambio en acto (energeia), tener en una materia una forma determinada que se mantiene en un potencial (dynamis), posibilidad de que una materia pueda cambiar. Puesto que se produce el cambio, hay tres elementos indispensables en la explicación del cambio: lo que permite que se dé el cambio; lo que lo sostiene, que es lo que ya antes era; y lo que implica, que es lo que antes no era.

A. distingue cuatro tipos de cambio:

  1. Sustancial (genera a un ser con potencialidad).
  2. Accidental (como dos tipos de cambio físico: cualitativo y accidental).

La sustancia que no lo admite como un sostén, deja de ser lo que era, pero puede producirse por generación (surgimiento de una nueva sustancia) o por corrupción (cuando deja de ser lo que era). El cambio sustancial, cualitativo, puede ser por desplazamiento de un espacio a otro (como en un río). El cambio accidental puede ser cualitativo (de sustancia o ser) o accidental (cambio de color de una roja a una azul).

La Teoría de las Cuatro Causas

Para explicar por qué se genera el cambio, A. desarrolla la teoría de las cuatro causas:

  • Causa Material: De qué está hecho.
  • Causa Formal: La esencia o estructura.
  • Causa Eficiente: Aquello que hace que la materia se mueva o actúe, primera determinante del cambio y de lo que se encarga de este cuando se genera el cambio.
  • Causa Final: Es decir, el propósito o fin para qué se constituye, cuál es su fin.

La Explicación Teleológica: El Motor Inmóvil

A. se da cuenta de que, en este caso naturalista, necesariamente el mundo se regiría por una causa que fuese y es a la vez la causa final. A. pensaba una visión teleológica para explicar por qué se mueve, donde hay una causa primera que lo separa por dos formas: no es un motor movido, y hay un tipo de sustancia perfecta, eterna, que trasciende todas las limitaciones. Lo que se mueve se explica por un principio que trasciende el movimiento universal y que se rige por una serie de imperfecciones. En este caso, el Motor Inmóvil es algo superior, son perfectos e inmutables; todo el universo se crea en torno a la acción que empezó a moverse y nunca ha sido movido.

Gracias a esto, A. desbloquea el problema del cambio de Parménides con su visión análoga del ser, explicando el cambio de los seres dinámicos sin contradicción.

Conclusión Metafísica

A. demuestra cómo en los seres hay un ser no-relativo que permite el cambio de una potencia a un acto para lograr la perfección motivada por el motor interno para lograr su fin último (telos). Con ello constituye las bases de una realidad que gira en vigencia hacia Copérnico.

Antropología y Psicología: El Alma como Forma del Cuerpo

El Compuesto Hilemórfico Indivisible

Frente al dualismo antropológico de Platón, A. apuesta por una solución intermedia: el ser humano es un compuesto hilemórfico indivisible de materia (cuerpo) y de forma (alma). Al contrario que para Platón, la unión de ambos no es accidental sino sustancial, pues ambos son necesarios y existen en una única entidad (el ser humano). Pero ¿cómo pueden todos los poderes del cuerpo junto con el alma funcionar como una única unidad funcional?

Para ello, describe el alma (psyché) como principal causa. Según él, el alma constituye el acto primero de un cuerpo que posee la vida en potencia. En este sentido, siguiendo la teoría hilemórfica, el alma es la forma del cuerpo y el cuerpo su materia. Es decir, el cuerpo es la materia que se organiza según el alma. A., de este modo, define el alma como un compuesto inseparable; por tanto, no es el alma lo que siente o piensa, sino todo el ser humano, gracias al alma (así afirma la unidad del humano).

Acto y Potencia en el Alma: Las Potencias Anímicas

Para explicar el cambio y la actualización de los seres, A. distingue dos tipos de actos:

  • El acto primero: Permite que algo exista, es el acto de ser algo en potencia y permite el movimiento en la potencia.
  • El acto segundo: Resultado perteneciente a la función, y no depende de nada para realizarse, al contrario que el primero (como leer un libro: 1º sé leer y 2º leo el libro).

A raíz de los actos segundos se derivan las potencias del alma, ya que representan la manifestación concreta de sus potencialidades. En el acto segundo, distinguimos tres:

  1. La vegetativa: Propia de los vegetales y permite al ser nutrirse, crecer y reproducirse.
  2. La sensitiva: Propia de los animales, engloba deseo, percepción sensible y el movimiento local.
  3. La racional: Propia de los humanos, que tienen la capacidad de pensar y entender, para captar las formas de la realidad, sin la materia.

El Conocimiento y el Entendimiento

Conocer las formas sin la materia es lo que llamamos conocer. A. distingue dos formas de conocer:

  • El entendimiento pasivo: Es el entendimiento individual que genera el concepto, a partir de lo que actúa en potencia.
  • El entendimiento activo: Es el universal, nos permite comprender las formas y da siempre el acto puro (actualización).

Por eso, Tomás Calvo interpretará estos subprocesos de la teoría hilemórfica, que se basaba originariamente en una relación sustancial entre cuerpo y alma. Ambos destacan que el entendimiento activo nos permite conocer más allá de la propia realidad, y desarrollar acciones que nos permitan el orden y la felicidad (máximo propósito político en la sociedad). Por eso, A. dice que el ser humano es un ser social y político. Estas potencias y sus capacidades son necesarias para conseguir la felicidad en la sociedad, gracias a la función racional del alma.

Ética Aristotélica: La Búsqueda de la Felicidad (Eudaimonía)

La Ética como Saber Práctico y Contingente

A. se opuso a la visión de la ética de Platón; este decía que la fundamentaba en el universo de las Ideas, pero, según A., el conocimiento ético debe basarse en lo que existe y es conocido por la experiencia. Para A., el interés de la ética no es puramente teórica, sino práctico: busca lo necesario, lo que no puede ser de otra manera. Su ética es eminentemente práctica, pues pretende orientar la conducta de los seres humanos, ayudándoles a conseguir aquello que es el fin último de su comportamiento, que para él es la vida buena.

Por eso afirma que la ética se relaciona con la conducta humana, con la acción voluntaria y la elección racional de los fines, que permiten al ser humano alcanzar su plenitud. La ética debe enseñar a ser feliz realizando bien aquello que se hace. Con “lo contingente” se refiere a lo práctico, que puede ser de otra manera, ocurriendo que no siempre sean iguales (casos o acciones), o lo que es peor: lo malo, pues ocurren cosas malas (acciones viciosas). Esa doctrina se refiere a lo ético, pero sus características malas y buenas no son únicas (no hay un universal).

La Virtud y el Término Medio

A. dice que lo accidental no tiene categoría superior y, en ese término, lo bueno siempre se puede conseguir a través de nuestros actos. Él cree que el ser humano está capacitado, que no es automático, tiene que encontrar y hacer un argumento, es decir, saber qué siente por dentro de su actualidad. Así se recuerda que en los actos hay un término medio entre dos vicios: por exceso y por defecto. Así construimos el hábito, aprendido, que se hace poco a poco más, la excelencia (virtud de la habilidad moral con racionalidad).

La Felicidad (Eudaimonía) y la Prudencia

Pero ¿qué es la felicidad? Se trata del fin supremo (completo, autosuficiente y universal) en la actividad del ser humano. Es la mayor perfección; no es un movimiento, sino un ejercicio de la razón. En la ética se presenta como una actuación, es el fin global, con autocontemplación y que se consigue realizando nuestra naturaleza. A. afirma que la felicidad es la actividad del alma conforme a la virtud, alcanzando siempre la prudencia, que es un saber práctico que guía la conducta del ser humano.

La prudencia es la que distingue las características buenas, creciendo a través del esfuerzo, y que se consigue desde la juventud. La virtud no te hace bueno de forma exagerada, sino equilibrada con la inteligencia. Si no tienes prudencia, no alcanzarás un término medio que construye nuestra actuación, y la felicidad no es medida (no todas igual, es según nuestros actos); es un término intermedio entre lo de los extremos, pero no es un principio que exista o anule nuestro acontecer.

Virtudes Fundamentales: Justicia y Amistad

A., además, ofrece dos virtudes fundamentales: la justicia y la amistad. La justicia es defendida como virtud clave para Platón; se consigue expresada celosamente en todas las acciones, de forma que son correctas (se sobrepasan los comportamientos buenos (virtudes), siendo exceso; o se mantienen en equilibrio a los demás), que a su vez se clasifica en virtud completa hacia los demás, entendido como el bien común, o por méritos de los elegidos.

La Amistad y la Comunidad Política

La amistad es básica, por lo que la ética no es aislada; el amigo quiere aquello que quiere para sí. Con los buenos amigos, y como la conducta humana busca el bien, esto también ayuda a ser mejor. Sin embargo, la amistad perfecta es la que se da en los buenos mismos, no viene como algo material, por lo que es lo que busca el ser humano.

Sin embargo, todas (las virtudes) buscan la plenitud en comunidad, creando amistades que conducen a la concordia (fraternidad), favoreciendo el bien del mayor número posible. Todo esto se consigue con la actividad práctica (la política), en el mejor tipo de gobierno, donde se ahonda en el término medio, que construye el bien, pues se tienen en cuenta los beneficios, tanto materiales como espirituales, de forma que las leyes no son un impedimento, sino que conducen a la plenitud. Son efecto de un sistema de felicidad.