Evolución de la Literatura Española del Siglo XX: Teatro, Poesía y Novela

La Literatura Española del Siglo XX: Un Recorrido por Géneros y Épocas

El Teatro Español del Siglo XX

El Teatro hasta 1939

En el primer tercio de siglo, los empresarios teatrales (generalmente actores: las compañías se formaban en torno a los actores principales) tienen en cuenta los gustos de un público mayoritariamente burgués. Por ello, el teatro que triunfa en las salas no presenta una gran crítica social a la burguesía. Este teatro será reacio a las nuevas tendencias. No obstante, esto no supone que no se produjeran innovaciones.

Destaca, en este tipo de teatro de éxito, la figura indiscutible de Jacinto Benavente, con una producción inmensa, de la cual sobresalen sus dramas rurales, como Señora ama y La malquerida. Su obra menos convencional y, tal vez por ello, más representada, es Los intereses creados, donde utiliza el ambiente y los personajes de la commedia dell’arte italiana para presentar una cínica visión de los ideales burgueses.

El teatro modernista, en verso, en parte gracias a sus vestuarios y escenografías, en parte por un trasfondo ideológico conservador, también cuenta con el aplauso del público. Destacaron las obras de Francisco Villaespesa y Eduardo Marquina, así como los hermanos Machado.

La tercera corriente es el llamado teatro cómico, con diversos planteamientos estéticos. Los hermanos Álvarez Quintero llevan a escena una Andalucía tópica, con un humor blanco; Carlos Arniches realiza piezas cortas con personajes típicos, donde utiliza un recurso expresivo castizo de gran fuerza humorística. A partir de 1910 cultiva la tragicomedia grotesca, uniendo la comicidad exterior con la tragedia interior que viven los personajes. Destacan obras como La señorita de Trevélez, donde los jóvenes del Guasa Club gastan una broma cruel a una solterona poco agraciada, Florita, haciéndole creer que Numeriano se ha enamorado de ella; o La venganza de don Mendo, de Pedro Muñoz Seca, una burla tremenda del teatro modernista.

El teatro renovador pretende romper con el drama burgués realista de finales del XIX. En España este teatro no tuvo la aceptación del público, exceptuando algunas piezas. Los noventayochistas pretendieron renovar el teatro, como hicieran antes con la novela. Así, Unamuno trata en sus obras temas existenciales, despojándolas de todos los elementos escenográficos superfluos. Azorín utiliza elementos irreales y simbólicos, entre otros.

El verdadero innovador del teatro, por su influencia posterior, fue Valle-Inclán. Presenta una producción compleja, con diversa aceptación entre el público, donde destaca la trilogía de las Comedias bárbaras. Con Divinas palabras da un paso hacia el esperpento. El esperpento utiliza una estética sistemáticamente deformadora para evidenciar la degradación social del país, con personajes grotescos que abarcan todos los tonos poéticos, desde los más aristocráticos hasta los más vulgares. Se inaugura en 1920 con Luces de bohemia, un viaje dantesco por las calles madrileñas de Max Estrella, poeta bohemio, pobre y ciego, acompañado de su “perro”, don Latino de Hispalis.

Los autores de la Generación del 27 también intentaron llevar su renovación lírica a las tablas. La dedicación de Alberti y Salinas así lo atestiguan, aunque sus mayores logros fueron producidos ya en el exilio. Similar trayectoria tuvo Alejandro Casona. Mezcla acertadamente los elementos líricos y simbólicos para crear un teatro que gozó de bastante aceptación, como en La dama del alba.

Pero el autor más influyente fue Federico García Lorca, cuya trayectoria fue truncada por su trágica muerte. Trata en sus obras la frustración, el deseo de libertad y el poder represivo de la sociedad. Entre sus primeras obras, destaca Mariana Pineda, de raigambre modernista, sobre la heroína que murió ajusticiada por haber bordado una bandera liberal. También escribió La zapatera prodigiosa y Amor de don Perlimplín con Belisa en su jardín, que tratan el tema de la desigualdad de edades en el amor. Su teatro vanguardista nunca llegó a subir a las tablas en su época; él mismo denominó “comedias imposibles” a El público y Así que pasen cinco años, de clara influencia surrealista.

El culmen de su teatro llegaría con las tragedias de ambientación rural, que mezclan elementos líricos cultos y populares, como Bodas de sangre y Yerma. La casa de Bernarda Alba sería su obra cumbre. Todos los elementos dramáticos, desde los nombres (Bernarda, Angustias, Magdalena, Martirio, Adela) hasta los símbolos poéticos, así como la escenografía y el vestuario, están perfectamente integrados y nos conducen inexorablemente al suicidio final de Adela, tras romper el bastón de mando de Bernarda, al creer que Pepe el Romano, su amante y novio de su hermanastra Angustias, ha muerto.

El Teatro de Posguerra (Años 40 y Principios de los 50)

Durante el teatro de posguerra (años 40 y principios de los 50), destacan fundamentalmente dos líneas de teatro:

  • Teatro de alta comedia o teatro de evasión: Este teatro busca el entretenimiento, dirigido a un público que encuentra en él la evasión. Son obras poco críticas con la realidad social que se vivía en España, con temas como la infidelidad, la rebeldía de los hijos, etc. Destacan autores como José María Pemán, Edgar Neville o Luca de Tena.
  • Teatro de humor: Enrique Jardiel Poncela y Miguel Mihura son los principales representantes de este tipo de teatro. Jardiel Poncela basa sus obras en el enredo, en el conflicto de las situaciones, combinando el humor y lo absurdo. Destacan obras como Eloísa está debajo de un almendro. Por su parte, Miguel Mihura, aunque también basa su teatro en lo absurdo, muestra asimismo una cierta preocupación existencial y una intención crítica. Es decir, busca no solo entretener, sino también reflexionar. Más tarde, su teatro se vuelve más convencional, abandonando la denuncia social y dando al público lo que prefiere: diversión y entretenimiento. Su obra principal de esta primera época es Tres sombreros de copa.

El Teatro Crítico (Años 50 y 60)

Entre los años 50 y 60, surge un nuevo teatro crítico que busca un compromiso ético-social con el individuo y con la realidad que le rodea. Se trata del teatro denominado de “realismo social”. Con sus obras, los autores tratan de movilizar y transformar la sociedad española. Su inicio se produce, fundamentalmente, con la obra de Buero Vallejo, Historia de una escalera. Además de esta obra, Buero Vallejo adopta también una postura de denuncia en El tragaluz. Otros autores que siguieron este tipo de teatro crítico fueron Lauro Olmo, Martín Recuerda o Alfonso Sastre, con su principal obra Escuadra hacia la muerte. La temática de estos autores es común: la denuncia de las injusticias sociales, de modo que su postura es de testimonio o de protesta. En resumen, tratan de crear un teatro comprometido con los problemas de la España en que vivían.

El Teatro de los Años 60: Protesta y Renovación

En esta época, el teatro continuará con la línea de protesta y denuncia de la injusticia social y el descontento político de corte realista. Martín Recuerda estrena Las salvajes en el Puente San Gil, para criticar el conservadurismo burgués de la época. Lauro Olmo obtendrá gran éxito con La Camisa, donde refleja los problemas de escasez vinculados al paro o la emigración. Fernando Arrabal, con El arquitecto y el emperador de Asiria, crea un teatro de carácter provocador y rebelde, que recoge elementos del vanguardismo y del teatro absurdo.

Como alternativa al teatro comercial, a mediados de los años 60 surgen diversos grupos del llamado “teatro independiente” (Tábano, Els Joglars, Els Comediants, o Teatre Lliure). Suelen hacer un teatro crítico y comprometido con la realidad, pero buscan nuevas fórmulas que contribuyan a la renovación del teatro y del espectáculo. Se recurre a:

  • La farsa, lo grotesco, deformaciones esperpénticas.
  • La entrada a lo alucinante, lo onírico.
  • El cultivo de recursos sonoros, visuales, corporales, inspirándose en la comedia musical, la revista o el circo.

Lo más destacado es que, junto a enfoques críticos, se preocupan por los aspectos lúdicos del espectáculo.

El Teatro desde 1975 hasta Fin de Siglo

Tras una etapa en la que, con la desaparición de la censura, se intenta llevar a escena todo aquello que había sido prohibido de décadas anteriores (Valle-Inclán, Lorca), se asentará un teatro caracterizado principalmente por autores consagrados. En esta época se podría hacer un teatro en libertad, pero el público no asimila los cambios, abandona los teatros y rechaza los montajes vanguardistas.

Destacan autores como Antonio Gala, con Anillos para una dama. Sus protagonistas son mujeres y tratan temas como el amor, la soledad, etc. José Luis Alonso de Santos, con La estanquera de Vallecas y Bajarse al moro, donde se aprecian aspectos de la sociedad actual. José Luis Sanchis Sinisterra, con ¡Ay, Carmela!, en la que se reflexiona sobre aspectos del propio teatro.

En los últimos años predomina el teatro comercial, el teatro de humor (con nuevas fórmulas como los monólogos o el teatro de improvisación), el teatro musical, etc.

La Poesía Española del Siglo XX

La Poesía desde 1939: Décadas Clave

Década de los Años 40

Durante los años inmediatamente posteriores a la Guerra Civil, la situación poética en España también se resiente. La situación es la siguiente: algunos poetas muertos, como Unamuno, García Lorca, Miguel Hernández o Machado; otros, en el exilio, como es el caso de Alberti, Cernuda, Juan Ramón Jiménez, León Felipe, Pedro Salinas. Por ello, podemos dividir la poesía de esta época en tres grandes grupos:

  • Poetas en el exilio: En estos poetas está siempre presente la añoranza, la tristeza por el país abandonado, con temas como la guerra, la destrucción, la miseria, entre otros. También dedican poemas a sus países respectivos de acogida.
  • Poesía arraigada: Se trata de una poesía poco comprometida socialmente, de poetas generalmente afines al régimen franquista. Sus temas son suaves, como la familia, el paisaje o el amor. En cuanto a la forma de esta poesía, pretenden una vuelta al clasicismo y a las reglas puras de la métrica española. Se agrupan en torno a dos revistas: Escorial y Garcilaso. Sus principales representantes fueron Leopoldo Panero, Luis Rosales, Dionisio Ridruejo o Luis García Nieto.
  • Poesía desarraigada: A diferencia de los poetas anteriores, para estos, el mundo es un lugar de caos y angustia. Dios también se encuentra presente en sus poemas, pero se trata de un Dios cruel que los ha abandonado y, por ello, el mundo está dominado por la soledad y por el miedo a vivir. En cuanto a la forma, predomina el verso libre. Destacan autores como José Hierro y Dámaso Alonso, con su obra Hijos de la ira, en la que se rebela ante un mundo arrasado, dirigido por un Dios que está en silencio y al que el poeta pide cuentas. Publican sus obras, principalmente, en la revista Espadaña, en la cual se enfrentan a los autores de Garcilaso por medio de una poesía comprometida y directa, en la que lo importante es el contenido y no la forma.
Década de los Años 50

En este período se abandona el pesimismo y la angustia existencial de la década anterior, para pasar a denunciar las injusticias y desigualdades sociales. Es una poesía social, dirigida a la inmensa mayoría y, por ello, el lenguaje se hace sencillo para poder ser entendido por todos. Los temas se acercan a las preocupaciones de la gente de la calle y los autores intentan que lo más importante de sus poemas sea el mensaje que pretenden transmitir, es decir, el contenido, por encima de la forma poética. Por ello, emplean con frecuencia el verso libre y el versículo, aunque esto no impide que los poemas tengan una cuidada elaboración formal.

Sus temas principales fueron las duras condiciones de vida, las dificultades económicas, la falta de trabajo, la preocupación por España y las consecuencias de la Guerra Civil. Destacan autores como Blas de Otero, con su principal obra Pido la paz y la palabra; Gabriel Celaya (seudónimo de Rafael Múgica), con su obra Cantos íberos; y José Hierro, autor de Alegría.

Década de los Años 60

Este periodo supone una continuación lógica y evolucionada de la poesía iniciada por sus antecesores. Aunque no se abandonan del todo los temas sociales, los poetas tratan de desplazar su poesía desde lo colectivo a lo personal. Algunos de los temas comunes que presentan son:

  • El amor, visto desde la perspectiva de la experiencia individual.
  • El paso del tiempo, que muestra la fugacidad de la vida y se evoca con nostalgia los años perdidos de la infancia y la adolescencia.
  • La creación de la propia poesía, reflexionando acerca de ella.

Los autores abandonan el tono sentencioso y solemne de épocas anteriores para utilizar un lenguaje coloquial, donde el humor y la ironía también estarán presentes. Destacan autores como Jaime Gil de Biedma (Compañeros de viaje), José Manuel Caballero Bonald (Las adivinaciones) o Ángel González (Tratado de urbanismo).

Poesía Posterior a los Años 70

En 1970, José María Castellet renovó el ambiente poético español al publicar la antología Nueve novísimos poetas españoles. Se trata de un período de renovación en todos los sentidos, con apertura cultural, experimentación con el idioma, etc. Aparecen nuevos temas y nuevos enfoques para los temas tradicionales, como la muerte, el tiempo o el amor, en los que se insertan también aspectos como la homosexualidad o el erotismo.

A partir de 1980 surge la llamada poesía de la experiencia, una poesía más realista, escrita en tono coloquial y que trata historias cotidianas en escenarios urbanos. Sus principales autores son Luis García Montero, con sus temas bohemios de bares nocturnos, y Felipe Benítez Reyes.

También hay que destacar, en los últimos veinte años, la presencia de una poesía denominada esencialista, con contenidos filosóficos, en los que se busca la condensación expresiva y se tiende a la brevedad y a la concisión. Sus principales autores son José Luis Jover y Amparo Amorós.

Por último, hay que destacar la poesía escrita por mujeres y el neoerotismo. Se trata de una poesía muy expresiva e intelectual, con abundancia de antologías cuyos títulos aluden a la poesía hecha por mujeres: Ellas tienen la palabra, Las diosas blancas. Destacan autoras como Ana Rossetti, en los que trata temas eróticos desde el punto de vista de la mujer, o Blanca Andreu.

La Novela Española del Siglo XX

La Novela desde 1939 hasta 1974

Novela del Exilio

Los autores que abandonaron España al terminar la Guerra Civil continuaron escribiendo en otros países. Cada uno de ellos evolucionó de manera personal. En general, todos hablaron de la experiencia de la guerra y la nostalgia de la patria. Entre estos autores se encuentran, por ejemplo, Francisco Ayala, con su obra Muertes de perro; Max Aub, con El laberinto mágico; o Ramón J. Sender, con su obra maestra Réquiem por un campesino español.

Novela de Posguerra (Años 40-50)

La pobreza literaria de los años de posguerra es notable en el caso de la novela. Hay una ruptura con las corrientes narrativas anteriores a la Guerra y en general se volvió a un mediocre realismo, y ciertas novelas recrean ambientes sórdidos y violentos con expresiones abruptas: es lo que se denominó tremendismo.

En estos años coexisten varias tendencias narrativas: por un lado, tenemos la novela nacionalista, que plasmó la visión ideológica de los falangistas. Por otro lado, existe el realismo tradicional, donde el tema fundamental era la vida de la burguesía, sus valores y sus comportamientos. También se desarrolla la novela existencial, que es la tendencia más importante de la novela de la inmediata posguerra. Sus autores son jóvenes escritores que intentan hacer algo distinto a lo que hacen los demás en un panorama literario desolador. Los temas de esta tendencia son la incertidumbre de los destinos humanos y la dificultad de comunicación. Los personajes son seres marginados, oprimidos, colocados en situaciones límite que los llevan a la violencia o al aislamiento. Predomina el narrador en primera persona, lo que posibilita el uso del monólogo. Respecto al estilo, se utiliza un lenguaje duro y, a veces, se refleja el habla coloquial.

Una de las novelas más importantes de esta tendencia de la novela existencial es La familia de Pascual Duarte (1942), de Cela (que responde al tremendismo: selección de los aspectos más sórdidos y duros de la vida), y Nada (1954), de Carmen Laforet, cuyos temas principales son la soledad y la marginación. De tristezas y de frustración también hablaba Miguel Delibes en su primera novela, La sombra del ciprés es alargada (1948).

Realismo Social (Años 50-60)

A partir de los años cincuenta, la novela reflejará la sociedad española de ese momento con su falta de libertad, su desigualdad social y su miseria. La estética dominante en estas novelas es la realista. Los novelistas abandonan el pesimismo de las novelas existenciales y describen la realidad no oficial de una sociedad que evoluciona lentamente. El origen de esta tendencia lo marca la publicación de La Colmena, de Cela (1951).

En la novela social hay dos corrientes:

  • El objetivismo: El escritor se limita a presentar la realidad sin emitir juicios de valor. Describe la realidad tal cual es al lector. La influencia del cine es clara, ya que el escritor se comporta como una cámara cinematográfica. Títulos significativos de esta tendencia son Los bravos, de Fernández Santos (que aborda la dura vida del campo), y El Jarama, de Rafael Sánchez Ferlosio.
  • El realismo crítico: El escritor no solo aspira a presentar la realidad, sino a explicarla y a denunciar las injusticias que marginan a determinados grupos sociales: obreros, campesinos, gentes de suburbios, entre otros. Esta actitud de denuncia los lleva a simplificar el estilo y la técnica narrativa. Títulos significativos: Central eléctrica, de Jesús López Pacheco (sobre el mundo del trabajo), y La mina, de López Salinas.

Los temas predominantes de la novela social son la soledad del ser humano en la sociedad y las repercusiones de la Guerra Civil. Los escritores utilizan un narrador en tercera persona, un narrador testigo que no opina ni juzga. La trama suele desarrollarse en lugares únicos y concretos y ocurre en breves periodos de tiempo; en general, la narración se desarrolla en presente. Predomina el diálogo para ofrecer directamente la conducta de los personajes y así se evita la aparición del narrador.

El año 1954 se considera el año inaugural de la denominada Generación de medio siglo, pues se dan a conocer autores como Aldecoa, Ana María Matute o Juan Goytisolo, entre otros.

Novela Experimental (Años 60-70)

A finales de los cincuenta, la fórmula del realismo social se empieza a desgastar. Se abandona el enfoque social y se vuelve a la imaginación y la introspección en la conciencia de los narradores.

Tiempo de silencio, de Luis Martín Santos, es la novela que inicia este cambio en el año 1962. Se dará paso a una novela más preocupada por el lenguaje y la estructura que por el planteamiento de conflictos colectivos. Se escribirán obras complejas, de difícil interpretación que precisarán de la participación activa del lector.

En la novela experimental, la trama narrativa pierde importancia; los personajes son, en muchas ocasiones, seres amorfos, borrosos e inconcretos, sin perfiles físicos nítidos. En cuanto al tiempo, se evita el relato cronológico lineal. La temporalidad se fragmenta al mezclar los saltos atrás en el tiempo con anticipaciones, convirtiendo el relato en un laberinto o rompecabezas que el lector debe esforzarse en recomponer. Al no haber una progresión lineal de la acción, suele perderse el esquema de exposición, nudo y desenlace. Se eliminan los capítulos y se sustituyen por un espacio en blanco. Las novelas suelen tener una estructura abierta y dejan al lector la posible conclusión del argumento. Títulos significativos de la novela experimental son Cinco horas con Mario, de Delibes; Volverás a Región, de Juan Benet; La saga/fuga de J.B., de Torrente Ballester; San Camilo 1936, de Cela; y Señas de identidad, de Juan Goytisolo.

La Novela desde 1975 hasta Fin de Siglo

La mayoría de los autores de este periodo se muestran contrarios al régimen de Franco y comienzan a publicar entre 1968 y 1975. Con la llegada de la democracia, la novela se hace más fácil y accesible de manera que se comienza a extender y a popularizar como el género más importante del final del siglo XX. Se destacan las siguientes características:

  • El cansancio de los excesos de la experimentación origina que una gran parte de los autores vuelvan a la narración tradicional, al estilo de los autores realistas del XIX o de los escritores de la Generación del 98.
  • La excesiva inclinación a plasmar lo personal, lo privado en la novela. No se realiza un análisis complejo del mundo, ni hay personajes de envergadura; el narrador suele ser el protagonista.
  • La influencia de los medios de comunicación impulsa el gusto por géneros como la novela-reportaje siguiendo el esquema del periodismo de investigación.
  • La atención a lo formal: son obras bien escritas, pero no profundizan en las posibilidades creativas del lenguaje. El estilo es realista y tradicional, y se utiliza la frase corta, lo que supone una menor dificultad para el lector.
  • Los espacios oscilan entre lo conocido (la ciudad de provincias, el barrio, etc.) y lo cosmopolita y exótico.

En suma, dos son los aspectos más significativos de la novela española en los últimos treinta años:

  • El carácter aglutinador: Acoge prácticamente todas las tendencias, modalidades, discursos, temas, experiencias y preocupaciones personales.
  • La individualidad: Cada novelista elegirá la orientación que le resulte más adecuada para encontrar un estilo propio con el que expresar su mundo personal y su particular visión de la realidad.
Tendencias de la Novela a Partir de 1975
  • La novela policíaca y de intriga: Casi siempre influida por la novela y el cine negro americanos. Presenta una intriga poderosa que atrae al lector. Entre sus cultivadores destacan Manuel Vázquez Montalbán, autor de una serie protagonizada por el detective privado Pepe Carvalho, y Arturo Pérez-Reverte, con La tabla de Flandes (1990), El club Dumas (1992) o La Reina del Sur (2002).
  • La novela histórica: Se vuelve al pasado histórico, distanciándose de los hechos. Se pueden citar como ejemplos El oro de los sueños, de José María Merino; El hereje (1998), de Miguel Delibes, y La vieja sirena (1990), de José Luis Sampedro, así como la saga protagonizada por el capitán Alatriste, de Pérez-Reverte, ambientada en el Siglo de Oro.
  • La novela de la reflexión íntima: Se vuelve a lo privado y al análisis psicológico de los personajes. Se recrea la infancia y la juventud de una manera lírica. Obras representativas de esta tendencia son Mortal y rosa (1975), de Francisco Umbral, una sentida reflexión sobre la muerte escrita con brillante estilo, o El desorden de tu nombre, de Juan José Millás, que combina la introspección psicológica con la reflexión literaria.
  • La novela de la memoria y del testimonio: La memoria de una generación y el compromiso son los temas básicos de esta corriente, en la que se encuadran novelistas como Rosa Montero, con Te trataré como a una reina (1981), una defensa de la condición femenina, y Luis Mateo Díez, con La fuente de la edad (1994), una crítica lírica y humorística de la vida provinciana.
  • El enfoque realista: Tras el furor del experimentalismo, algunos autores han vuelto a recuperar para la novela el arte de narrar. Eso sí, desde una perspectiva mucho más amplia y abierta, que abarca también el mundo onírico, irracional o absurdo. En esta línea cabría mencionar el realismo carnavalesco de Luis Mateo Díez o el realismo imaginario de Luis Landero en Juegos de la edad tardía.
  • La novela culturalista: En los últimos años han aparecido una serie de autores jóvenes que hacen una novela que se ocupa de analizar y explicar diferentes aspectos de la cultura occidental desde unas posturas bastante eruditas. Eso es lo que hace Juan Manuel de Prada con Las máscaras del héroe o La tempestad.
  • Otras tendencias en la novela de los autores más jóvenes es la de hacer una novela que trata los problemas de la juventud urbana con una estética muy cercana a la contracultura. Destacan: Historias del Kronen, de José Ángel Mañas; Ray Loriga con Héroes; o Lucía Etxebarría en Sexo, procaz y dudas.