Que consecuencias trajo el Golpe de Estado de Miguel Primo de Rivera

Los convulsos acontecimientos con los que había comenzado el s: XX en España, la Semana Trágica, las  innumerables huelgas o el Desastre de Anual, provocaron que los gobiernos dependieran cada vez más de  un ejército con el que finalmente en 1923 Primo de Rivera dio un Golpe de Estado. Comenzaría así una  dictadura de siete años que marcó el final del reinado de Alfonso XIII.

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La sociedad española, cansada de la vieja política caciquil y de una clase política que fracasaba intentando  dar respuesta sin éxito a los problemas del país, acogíó en general, salvo anarquistas y comunistas que  fueron ilegalizados y reprimidos, favorablemente o con indiferencia el nuevo gobierno que arrancó cuando  en la noche del 13 de Septiembre Miguel Primo de Rivera, Capitán General de Cataluña, declaraba el Estado  de Guerra con un manifiesto llamado Al país y al ejército españoles. En él, prometía terminar con el debate  político sobre Marruecos, las huelgas, los clamores separatistas y el terrorismo con una visión simplista y  manipulada del Regeneracionismo. El Golpe de Estado obtuvo el respaldo de las guarniciones de Cataluña,  Madrid y Zaragoza, fue entendido por la Iglesia, la burguésía y la aristocracia terrateniente y apenas tuvo  oposición política explícita ni de los partidos republicanos ni del PSOE. Sin embargo, fue muy contestado  por los sectores comunistas y sobre todo, anarquistas y por algunos intelectuales como Unamuno o Gregorio  Marañón que sufrieron una fuerte represión. Así las cosas, el 15 de Septiembre el rey nombró a Primo de  Rivera presidente del Directorio. 


La Dictadura de Primo de Rivera se ha dividido en dos etapas claramente diferenciadas: el Directorio Militar  hasta 1925 y el Directorio Civil que terminaría en 1930. Primo de Rivera planteó el Directorio Militar (1923 – 1925) como una solución temporal en la que ejercería  como ministro único, lo que le valíó el apodo del cirujano de hierro, en el que, las líneas de actuación se  dirigieron hacia la militarización de la vida política con un gobierno compuesto por ocho generales de  brigada y un almirante y la marginación de los políticos liberales.

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En primer lugar, se disolvieron las Cortes y se dejaron en suspenso algunas garantías constitucionales como  la libertad de prensa, se impuso el orden público con duras medidas represivas y se sustituyó a los ministros  y gobernadores civiles por militares. En los ayuntamientos los concejales fueron relegados por vocales  asociados, designados por sorteo entre los altos contribuyentes. Además en Cataluña se prohibíó el uso de símbolos del catalanismo, la Mancomunidad y el catalán en el ámbito oficial. La consecuencia de esta  represión fue el giro del catalanismo hacia la izquierda encabezado por Macià, que tuvo que exiliarse a  Francia durante esta etapa convirtiéndose en un símbolo.

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En el plano político, su planteamiento regeneracionista se dirigía a terminar con el caciquismo y crear un 


nuevo sistema que dejase atrás la vieja estructura de la Restauración. Sin ilegalizar a los partidos políticos  ni sindicatos, a excepción del PCE y la CNT que fueron perseguidos, prohibíó su actividad y creó en 1924 la  Uníón Patriótica, como movimiento político oficial de apoyo a la Dictadura que se constituyó como el  partido único, en el que sus miembros pertenecían al catolicismo político y social castellano. Ese mismo año  se aprobó el Estatuto Municipal que planteaba una administración centralizada y afecta al Directorio que  no logró la erradicación del caciquismo, sólo que cambiara de forma.

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Pero el plano en el que esta primera etapa tuvo las medidas más contestadas, fue en el conflicto de  Marruecos. El conflicto hispano –marroquí no despertaba en la población española el entusiasmo  nacionalista que se esperaba por parte de algunos sectores políticos, sino que, por el contrario era muy  impopular. El coste, humano y económico, de la intervención en Marruecos resultaba muy elevado sobre  todo en comparación con los beneficios que aportaba. Consciente de la impopularidad de la guerra, Primo  de Rivera era partidario de una solución negociada del conflicto asumíó personalmente el Alto Comisariado  en Marruecos y buscó el acuerdo con Abd el Krim al que le ofrecíó una amplia autonomía. Las consecuencias  de esta medida fueron graves en dos sentidos: por un lado, irritó profundamente a los militares españoles africanistas y por otro, las tropas de Abd el Krim leyeron la propuesta en términos de debilidad y atacaron  a los españoles en Xauen creando 2000 bajas.


Ante esta situación, españoles y franceses lanzaron una  ofensiva en Alhucemas en 1926 que fue un gran éxito para el Protectorado, que sometíó definitivamente  la zona. Terminaba una guerra que había supuesto 25000 bajas y más de 5000 millones de pesetas, por lo  que este ámbito se convirtió en el mayor éxito de la Dictadura. Sin embargo, una de las reformas que más  oposición plantearon fue precisamente, en el ámbito militar. Partidario de los ascensos por méritos de  guerra, dejó en suspenso los relacionados con la antigüedad, lo que supuso la oposición de los oficiales de  artillería, cuerpo que dejó en suspenso y que derivó en que parte del ejército se distanciara de la Dictadura()
En Diciembre de 1925, Primo de Rivera creó el Directorio Civil (1925 – 1930) con el que demostraba su interés  en permanecer en el poder con un régimen estable y duradero. Formó un gobierno con civiles de extrema  derecha, alejados de los políticos de las anteriores etapas, entre los que destacaron Calvo Sotelo o Aunós.  El objetivo era realizar proyectos económicos y sociales apoyados en una Asamblea Nacional Consultiva que nacíó en 1927 y dejaba atrás definitivamente el parlamentarismo liberal porque no estaba representada  por partidos políticos sino por representantes de la Administración, profesionales y de la Uníón Patriótica.

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La política económica de la Dictadura se benefició de la coyuntura expansiva de los años veinte que  permitíó que se incrementaran gastos estatales, y se apoyó en dos pilares:


el intervencionismo y el  nacionalismo económico. El objetivo principal fue el impulso a la industria mediante elevados aranceles, la  concesión de ayudas a las grandes empresas y la creación de grandes monopolios estatales como CAMPSA  a la que se le concedíó en exclusiva el ámbito del petróleo y la Compañía Telefónica Nacional

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También se produjo el fomento a las Obras Públicas, como embalses, puertos o canales y la creación de las  Confederaciones Hidrográficas para el mejor aprovechamiento de los ríos. Esta fue la etapa de la extensión  de la electricidad al mundo rural, la electrificación de parte de la red de ferrocarriles y la construcción de  10000 Km de carreteras. Sin embargo, esta política no estuvo acompañada de una reforma fiscal que  aumentara los ingresos del Estado, lo que supuso el aumento del déficit del Estado.

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En cuanto a la política social, se crearon escuelas, viviendas a bajo precio o servicios sanitarios, y las  relaciones laborales se extendíó el sistema corporativo en el que las organizaciones obreras moderadas y  reformistas se integraban en el sistema a través de la Organización Corporativa Nacional. Los comités  paritarios buscaban la negociación de la solución a los conflictos y estaban formados por diez vocales, con  el mismo número de representantes de patronos y obreros, además de los miembros del Ministerio de  Trabajo. Para que este sistema funcionara, el Gobierno logró la participación de los socialistas y de los  Sindicatos Libres, próximos a la extrema derecha.

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A partir de 1926, la Dictadura empezó a perder apoyos, aumentaron las críticas de las que no se libró Alfonso  XIII y llegaron a producirse incluso conspiraciones civiles y pronunciamientos militares. Además del ejército,  intelectuales como Ortega y Gasset, Fernando de los Ríos o Unamuno y también periodistas se enfrentaron  a Primo de Rivera a pesar de la censura. Muchos estudiantes los respaldaron y fundaron la FUE (Federación  Universitaria Española) favorable a la república y que comenzó a realizar manifestaciones. A partir de ese  año, comenzaron a cristalizar partidos como Alianza Republicana, liderada por Azaña, el Partido Republicano Catalán, Esquerra Republicana de Catalunya, Derecha Liberal Republicana de Alcalá Zamora  y se reactivaron otros como el Partido Radical de Lerroux.

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Ya en 1928, la decadencia del Directorio era un hecho. Primo de Rivera estaba enfermo, las conspiraciones  contra el Gobierno, la conflictividad social y la movilización republicana aumentaron. Ante esta situación,  en la que incluso el monarca había retirado su apoyo a pesar de que su imagen había quedado ligada a la  Dictadura, Primo de Rivera presentó su dimisión en Enero de 1930 y se exilió a París donde fallecíó poco  después, dejando a Alfonso XIII ante un grave problema de gobierno()
Tras su dimisión, Alfonso XIII nombró presidente del Consejo de Ministros a Dámaso Berenguer, que enfocó  esta etapa con un planteamiento deficiente en cuanto a la estrategia para retornar a la legalidad de 1876,  por lo que esta etapa es conocida como la dictablanda. De forma paralela, crecían los planteamientos  republicanos apoyados por un enorme respaldo social y en Agosto de 1930 se firmaba entre republicanos,  socialistas y nacionalistas el Pacto de San Sebastián con el objetivo puesto en el cambio en la forma de  gobierno que cristalizaría en la creación de la II República (1931 – 1936).