La novela después de la Guerra Civil

Contexto histórico:

A mediados del Siglo XX en España se da el fracaso del modelo liberal. Y por otra parte, la radicalización de las posiciones revolucionarias. 

Existen dos causas principales de este proceso político. Por una parte, la transformación del capitalismo hacia un capitalismo monopolista.Y por otra parte, presiones del movimiento obrero, destacando las Huelgas Generales de 1917 y 1934

Los intelectuales jugaron un papel decisivo en esta situación (socio-política). Los intelectuales del 98 se vuelven contrarios a las salidas liberales y republicanas, mientras que los jóvenes muestran una doble faceta, por una parte los vanguardistas y formalistas son seguidores de un arte puro, aséptico y deshumanizado, y por otra parte los intelectualistas de avanzada siguen una escritura de orden pacifista.

Durante la guerra el “arma literaria” más utilizada es la poesía, aunque también se dan las novelas de guerra que se dan más durante la posguerra y en el exilio.

El Modernismo y la generación del 98 son los principales fenómenos literarios de finales del Siglo XIX y principios del XX. El Modernismo es expuesto por Manuel Machado en “La guerra literaria” (una recopilación de artículos) y por Juan Ramón Jiménez, mientras que el concepto de la generación del 98 lo expone Azorín en el ABC en 1910 y 1913, y Pedro Laín Entralgo en 1998 en “La generación del 98”. Se dan disputas entre las dos corrientes al ser estas dos caras de una misma moneda.

Coincidiendo esto con la crisis caracterizada por la pérdida de los restos del Imperio español y las exigencias y reivindicaciones obreras.

En fin de siglo nos encontramos pues con un conjunto de escritores, periodistas, artistas, profesores, novelistas etcétera. Que ejercían funciones intelectuales, esto es, de crítica radical. Entre ellos destaca la revista “Germinal” siendo su director Joaquín Dicenta, escritor de “Juan José” una obra de teatro de carácter de crítica radical que triunfó entre el pueblo.

El Modernismo fue el lenguaje generacional de una crisis ideológica que ha sido conceptuada como “generación del 98”. Hay que decir que ni la crítica radical fue tan típica del 98, ni la exaltación de la imaginación y la fantasía fue tan carácterística del Modernismo. Ambas tendencias van juntas, se forman y se desarrollan conjuntamente.


La novela del 98:

Unamuno (1864-1936):


Sus novelas han sido valoradas a veces como menores, pero su exploración del existencialismo agónico, tanto en poesía, como en ensayo, o en la novela, le confiere un apasionamiento todavía vivo. Unamuno centra toda su atención en el análisis del paisaje humano y sus pasiones más estables. Sus obras destacadas: San Manuel Bueno Mártir, Niebla, La Tía Lula.

Pío Baroja (1872-1956):


Concepción abierta de la novela, mezcla de acción con digresiones, estilo expresivo pero sencillo, descripciones impresionistas. 

Concha Espina (1869-1955):


Destaca por su obra periodística y narrativa, con una novela impregnada de lirismo y rigor estético, donde tienen mucha importancia los personajes femeninos. 

Azorín: Azorín, seudónimo del autor. Estilo de ritmo lento y lírico, aunque claro y preciso, realizando descripciones muy valiosas. 

Carmen de Burgos (1867-1932):


Periodista, escritora traductora y activista de los derechos de la mujer. Escribíó principalmente bajo el pseudónimo de “Colombine”. Su vinculación al 98 es tanto cronológica como por su pensamiento regeneracionista, que plasmó en muchos de sus artículos periodísticos.

Valle-Inclán (1866-1936):


Comienzos modernistas: lirismo, sensorialidad, decadencia, erotismo. Evolución hacia el esperpento, perspectiva crítica y de denuncia. 

Costumbrismo y la novela erótica:


El público leía con avidez económicas colecciones de novelas cortas. Es una dificultad agrupar esta ingente cantidad de escritores y obras, pero se han sugerido el grupo costumbrista y el erótico, uno entroncado con las preocupaciones realistas del 98, y el otro adscrito a la herencia naturalista y al erotismo modernista.


Novecentismo: Generación del 14:

Ramón Pérez de Ayala (1880-1962):


Intelectual de educación jesuítica, con estudios y  modelos culturales obtenidos en Inglaterra, con un espíritu mordaz que le llevó a un aristocrático aislamiento después de cumplir 46 años. 

Gabriel Miró (1879-1930):


Artífice del estilo y de la sensación. Autor de novelas líricas (melancolía, plasticidad y sensualidad). 

Ramón Gómez de la Serna:


De su obra destacan las greguerías, definidas como el “atrevimiento de definir lo indefinible”, y como la suma de “humor + metáfora”. Sus novelas (El doctor inverosímil, La viuda blanca y negra o El incongruente) no responden a la definición tradicional del género.

La escritura deshumanizada como prosa del 27:


  Los años posteriores a la II Guerra Mundial estuvieron presididos por la influencia intelectual de Ortega y Gasset, y su instrumento de opinión de mayor influjo, la Revista de Occidente, al que iba ligado un complejo editorial. En 1925 se publicó la deshumanización del arte e ideas sobre la novela, un manifiesto de influencia extraordinaria, que venía a hacerse eco de los movimientos de la vanguardia. 

Hacia la novela social:


Durante la República se producirá una explosión de novelas revolucionarias contra la novela deshumanizada propugnada por Ortega, no sólo como creación, sino sobre todo como traducción.

La narrativa en la Guerra Civil:


Durante la Guerra Civil, aunque la producción novelística no se detiene, es inferior a la de la poesía y al teatro de agitación. En la zona republicana aparecen novelas de Arconada o R.J. Sender. En el bando nacional-fascista escribieron relatos de ideología afín a los sublevados Concha Espina o Agustín de Foxá.